jueves, 9 de octubre de 2008

PATAGONIA/ Nota de Antonio Torrejón

Patagonia
Por Antonio Torrejón

La denominación geográfica "Patagonia", con la que se identifica a través de los siglos al extremo sur del continente americano, data de la primera hora de los descubrimientos en el sur del nuevo mundo; aparece su mención en las cartografías más remotas y su toponimia ha dado origen a una larga investigación y a conclusiones diversas.
El diccionario geográfico universal editado en 1828 en París, se ocupa de la Patagonia como: "País poco conocido de la América meridional que linda al norte con las Provincias Unidas del Río de la Plata, al este con el océano Atlántico y al oeste con el océano Pacífico. Fue descubierto por Hernando de Magallanes en el año 1520. A este país lo atraviesan de norte a sur los Andes. Sus habitantes son, por lo regular, muy altos, tienen el cutis color bronce, son bien formados y robustos".
Algunos estudiosos, como el doctor Vicente Fidel López, descifran el topónimo situándolo a partir de las voces de los pueblos dominadores del espacio sudamericano; así fue como, cediendo tal vez a la inspiración de su acendrado quichuismo, pudo dar la siguiente explicación: ""pata" significa colina, collado; y "gunya" es la partícula desfija característica de los plurales quichuas; "patagunya", significaría las colinas, o más bien, las tierras onduladas del sur".
El doctor Carlos Spegazzini, conservando el sentido de la orientación impuesta por el doctor López, dio una interpretación diferente al admitir una procedencia gentilicia a aoniken, añadiendo a su explicación el comentario, con el cual quiso justificarla, de que este pueblo tuvo relación con los quichuas, y más, fácilmente estaba bajo el dominio de éstos; entonces, los incas de cada tribu imponían el deber de dar cien hombres de armas. Los patagones habían sido divididos en tantos grupos de cien familias o centurias; eran entonces centurias como los pueblos del norte de Europa bajo el dominio de los romanos. Patakaoniken, o centurias de aoniken, era posiblemente el nombre que llevaban las tribus de los indios con los que tomó contacto Magallanes; de corrompido y alterado éste, surgió el nombre consagrado (aclaró que aoniken se llamaba así, igual la que nosotros conocemos por tehuelche).
Leoncio S. M. Deodat considera erróneos los orígenes que se tomaron en cuenta a partir de la lengua del Cuzco, demostrando que no tuvieron desde allí ninguna influencia y, si se quiere, poco contacto con las tribus del sur, agregando que la grafía de Patagonia mantiene hasta su pureza primitiva, su forma física es paleográfica. Es en puridad e indiscutiblemente un italianismo creado por el documentalista de la expedición de Magallanes, el vicentino Antonio Pigafetta. Lo prueba su esbozo cartográfico donde consta (de su escrito Regiones Patagonia), es decir, región de los indios patagones, o tierra de patagones, tal cual se lee el mapa de Diego Ribero del año 1529. Agregaba Pigafetta en su informe: "El capitano generale (título con el que aludía a Magallanes), nomino questi populi, patagoni". De este gentilicio (de notoria cuna lusitana) deriva el adjetivo patagonicho, otro italianismo cronológicamente posterior creado para calificar el nuevo estrecho según lo expresa el mismo Pigafetta al escribir: "Chiamassemo a questo streto el Streto Patagonicho" y lo dibuja en un mapa adjunto.
En la Bahía de San Julián, donde Magallanes tomó contacto con los habitantes del suelo patagónico, es donde nació el nombre de la región, allá por el mes de mayo de 1520, y quizá fueron los tripulantes de las naves desertoras de la expedición de San Antonio, los que transmitieron en 1521 (a su llegada a España) la existencia de estas tierras así denominadas. Existe también la posibilidad de que meses después, el propio Antonio Pigafetta, al entregar en persona al Emperador Carlos I su Diario del Viaje, le haya dado el documento que sería el registro bautismal.
La palabra Patagonia, por su constitución ortográfica no se desvirtuó ante el paso de los propaladores de distintos idiomas, y así la leemos como "Patagonien" y "Patagonichen", en alemán; como "Patagonicus" y como "Patagonum", en latín; "Patagonie" y "Patagonique", en francés y "Patagonian", en inglés.
El sacerdote jesuita Pablo Pastell ratifica la interpretación de que por las grandes huellas de sus pies llámalos Magallanes patagones y Lehmann Nitsche apoya este criterio al afirmar rotundamente que esta denominación se debe a que los tripulantes de Magallanes, cuando en la Bahía de San Julián, en 1520, observaron sobre las costas las huellas de algunos indígenas que les parecían tan desmesuradamente grandes que sólo podían corresponder a gentes gigantescas y de allí que le dieran los españoles el nombre de patagones, por el enorme tamaño de sus pies, aunque no tan desproporcionados con la altura.
Francisco Pascacio Moreno concurre a robustecer esta impresión ocular de los pies enfundados de los indios del sur, al manifestar que el cuero peludo de guanaco con el que se cubrían los pies los hacía parecer desmesuradamente grandes, de donde cree que proviene el nombre de patagones.
El capitán Juan de Ladrillero también escribió en 1588 que los individuos encontrados junto al Estrecho de Magallanes traían zapatos del mismo cuero que cubrían sus cuerpos (de guanaco), llenos de paja por dentro por temor al frío y de un tamaño fuera de lo común. Pigafetta, aunque menos explícito, ya había dado idéntica explicación en sus observaciones primarias de San Julián, treinta y ocho años antes; escribiendo... "Aveva a li piedi albarghe de la medesme pelle, che coprono, li piedi a uzo de scarpe".
Es creencia sostenida por la mayor parte de los investigadores que esa huella grande, la pata grande de los moradores de la tierra del sur, es el origen del nombre que hoy conocemos indiscutidamente como patagones.
Hasta el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (edición 1985), reconoce lo definitivo del término: "Patagonia, nombre dado a la gran región que se extiende en forma de punta triangular y termina por el sur con el continente americano. Patagón, natural de la Patagonia, o perteneciente a esta región de América Meridional".
Algunos autores toman como refuerzo de la denominación que el origen del nombre puede surgir de las novelas de caballería del Siglo XV y sus personajes, ya que existía en ese imaginario la figura de los Gigantes Patag1nidos.
Por encima de todo, esta tierra, luego de 500 años, junto con la Amazonia, Mongolia, Shahara, Siberia, integran el reducido número de espacios regionales con personalidad e identidad que no requieren para su ubicación ser identificados por el país o los países de pertenencia.

VILLA EL CHOCON, TIERRA DE DINOSAURIOS



VILLA EL CHOCÓN: TIERRA DE DINOSAURIOS

Quienes transitan la ruta nacional 237 que une la Ciudad de Neuquén con Bariloche y el resto de la región de los lagos, pueden aprovechar la ocasión para realizar un verdadero "viaje en el tiempo". Al llegar a la Villa El Chocón, donde se encuentra la gran presa hidroeléctrica con su majestuoso embalse "Ramos Mexía" de 816 km2, es ideal hacer un alto en el camino e ingresar al fascinante mundo de los DINOSAURIOS. Es que esa zona de la provincia de Neuquén, es un verdadero "Parque Jurásico" argentino. El artículo que publicamos fue confeccionado en base a los datos suministrados por la agencia de turismo neuquina y el Museo Paleontológico Municipal de Villa El Chocón



UN POCO DE HISTORIA

Desde que surgió la vida sobre el planeta, hace 3.500 millones de años, hasta que aparecieron los dinosaurios, transcurrieron 3.200 millones de años y en ese extenso lapso se desarrollaron diversas formas de vida. Al iniciarse la era Mesozoica se producen dos acontecimientos importantes: aparecen los primeros mamíferos y simultáneamente los dinosaurios, que dominaron la vida terrestre durante 180 a 200 millones de años. Después de la extinción, que se produjo hace 65 millones de años, los mamíferos ocuparon su lugar. En el año 1841, el naturalista Richard Owen bautizó a esta especie con el nombre de "Dinosaurios", haciendo alusión al aspecto terrible en los restos hallados, (dino = terrible y saurio = lagarto). Se encuentran restos en todos los continentes, demostrando que constituían un grupo variado en formas, tamaños, modo de vida diferentes y demostrando que no todos eran gigantes.

DINOSAURIOS "ARGENTINOS"

El Chocón esta ubicado a la vera de la ruta nacional 237 en el departamento Confluencia, sobre la margen norte del lago Ezequiel Ramos Mexía. Su clima es cálido y seco y el suelo presente panorama de estepas, siendo zona de fuertes vientos. Esta zona es muy rica en restos fósiles del periodo Cretácico de la era Mesozoica. Hace 100 millones de años la región presentaba características diferentes a las actuales, el clima era caluroso y húmedo, un panorama similar a las actuales sabanas africanas con grandes árboles aunque no selváticos. Las corrientes aluvionales producían grandes inundaciones, arrastrando y sepultando gran cantidad de animales y plantas que posteriormente eran depositadas en depresiones del terreno formando capas o estratos de distintos espesores y que en el largo tiempo, se produciría la fosilización. En el interior de las capas que se formaron, que resguardaron a los fósiles de distintos organismos, se encuentran restos de dinosaurios, árboles fosilizados, sapos, tortugas, gran variedad de huellas ubicadas en el fondo de cañadones y sobre la costa del lago Ramos Mexía. Estas huellas se disponen en un material duro que antiguamente fue barro con una antigüedad de 97 a 105 millones de años. (Foto: Pasarela desde donde se observan las huellas de los dinosaurios que habitaron la zona)

Los dinosaurios de El Chocón:

Se reconocen hasta tres clases de dinosaurios que habitaron los alrededores de Villa El Chocón. Los dos primeros fueron hallados gracias a las denuncia de dos pobladores de la localidad, los señores Delgado y Tesone quienes los descubrieron y posteriormente se les reconoció dedicándoles el nombre de la especie. Ellos son: el "Andesaurus Delgadoi" y el "Rebbachisaurus Tessonei". Ambos era saurópodos, herbívoros, cuello y cola larga.

El tercer dinosaurio descubierto es sin duda el mas importante. Fue hallado el 25 de Julio de 1993 y se trata del carnívoro mas grande del mundo. Se determinó que pertenecía a una nueva especie y se lo denominó "Giganotosaurus Carolini". Su descubridor fue el señor Rubén Darío Carolini, aficionado a la paleontología desde el año 1988 y actual director del museo Municipal de Villa El Chocón, "Ernesto Bachmann".

El saurio fue localizado a 18 Km. al sur de Villa El Chocón en lo que antiguamente fue la costa de un río o laguna. Se disponía inserto en capas (estratos) de arcilla y arenisca compactadas, desconociéndose las causas de porque se introdujo en terreno tan blando, ya que esta especie no estaba preparada para caminar en el barro, puesto que carecía de una superficie de apoyo acorde a su tamaño y no poseía membrana entre los dedos de las patas. El material recatado corresponde a un 80% de su estructura ósea, prácticamente completo, incluyendo su cabeza que mide 2 metros. Sus extremidades delanteras son reducidas y tiene un largo total de 14 metros. La altura de la cadera es de 4,60 metros y se ha calculado su peso en aproximadamente 9.500 kg. Tiene una antigüedad de 100 a 105 millones de años.

Estos fósiles, así como otros elementos de consulta y estudio se encuentran ene le Museo de Paleontología Municipal de Villa El Chocón, que fue creado por Ordenanza Numero 203 del año 1995 y que inauguró su edificio propio el 19 de Julio de 1997. Lleva el nombre de "Ernesto Bachmann", quien nació en Suiza el 1º de Febrero de 1884, y falleció en la ciudad de Plottier el 19 de Marzo de 1970. Fue investigador autodidacta que realizó importantes descubrimientos en el área de Villa El Chocón, en temas como Arqueología y Paleontología. Fue guía y asesor de diversos investigadores nacionales e internacionales. Obtuvo el nombramiento de "Delegado Oficial del museo de Ciencias Naturales de La Plata". El museo se encuentra ubicado en la calle Roberto Natali s/n de la Villa El Chocón, Provincia de Neuquén, y los interesados en recabar mas datos sobre este tema, pueden dirigirse al teléfono 0299-4901223 o vía mail: munivillaelchocon@infovia.com.ar

RECETAS PATAGONICAS/ róbalo marinado con albahaca

COCINA PATAGONICA

Róbalo marinado con albahaca
Para paladares exigentes, nada mejor que un buen pescado preparado con la magia de la cocina del fin del mundo. Un plato de elaboración accesible e ideal para cualquier estación del año.

Ingredientes:

1 kg de róbalo
50 grs de albahaca picada
4 huevos
Harina
1 limón
Orégano
Sal
Pimienta


Preparación:

Limpiar el pescado, sacando todas las espinas que se encuentren. Luego cortarlo en rodajas medianas. Salpimentar a gusto y colocarlas en un bol. Con los huevos previamente batidos, agregar la albahaca picada, la ralladura del limon y la mitad de su jugo. Dejar macerar durante media hora. Posteriormente, colocar harina suficiente en una fuente y pasar el pescado rodaja por rodaja de ambos lados. Luego freir en aceite hirviendo. Dejar escurrir y servir con guarnición de lechuga amarga de la zona, condimentada con limón y sal.

RECORDANDO A ANGEL NAHUELPAN FIGUEROA

ADELANTE ANGEL

¿Quién no lo conoció?
¿Quién no lo vio con frío o calor, caminar por las calles del pueblo en busca de la información?.
Pues yo sí, y vaya que además de ser un trabajador era un excelente compañero de los medios.
El micrófono viajero, como le decíamos, siempre con sus gafas, su piloto, su periodístico y libreta en mano, así llegaba a cada conferencia, a cada entrevista y en la que era bien recibido por los organismos, instituciones y demás. Con su estilo conseguía difundir las noticias de la jornada y muchas veces era el primero en hacerlo.
Cuantas veces me habrá pasado información para compartirlas en el medio que yo trabajé, y cuantas veces los movileros rogábamos encontrarlo para que nos tirara una linea y Angelito siempre con la mejor onda nos guiaba.
Hoy hablo por mí, pero creo que muchos colegas entienden lo que digo, y sabemos que siempre hizo su trabajo con amor, porque cada día era un volver a debutar ante el micrófono.
Recuerdo que cuando le conté que me venía a vivir a España, él se alegro mucho por mí y me contó que ese había sido su sueño por años...conocer España. Yo lo conteste que tenía mucho por delante y que siga soñando que las cosas se cumplen si lo deseas desde el corazón, que soñar es bueno y nos mantiene fuertes. Ahora Angelito, estás es un lugar mejor y quién sabe te diste un paseo por aquí.
Y ahora para finalizar este homenaje la frase que solíamos escuchar al aire: ADELANTE ANGEL...CON LA INFORMACION!!!

Pablo Rojas

ANGEL NAHUELPAN FIGUEROA, EL MICROFONO VIAJERO

“Ángel, gracias por tantas primicias”
A través de este artículo quiero realizar un humilde reconocimiento por su trayectoria, al decano del periodismo local, el Sr. Angel Nahuelpán Figueroa, “el micrófono viajero”, muy reconocido en esta extensa región, y que falleciera el 17 de agosto del 2007 a la edad de 59 años.
Fue el cronista más legendario de todos los tiempos que diariamente nos sorprendía con alguna primicia buena, y a veces no tan grata. Desde cualquier punto de la ciudad, a bordo de algún buque, o desde alguna provincia Argentina. Ese fue el estilo que siempre lo caracterizó.
Cambiando el ángulo de la información, como él decía, se inició en la Municipalidad en el año 1969 y hasta comienzos de los ochenta. En marzo de 1972 queda a cargo en la División de Recaudación y Patrimonio. En junio de 1973 integra como vocal la Comisión de Festejos 15 de Julio, organizadora de la fiesta aniversario de nuestra localidad, a cargo de la Presidencia del Sr. Luis Brunetti. Años más tarde fue designado Secretario de Obras Públicas, en muy corto período.
Su primera vocación en Deseado fue la de fotógrafo o reportero gráfico. Durante dos décadas sus reproducciones fotográficas aparecieron reflejados en el semanario local El Orden y en el diario comodorense El Patagónico, siendo además colaborador de la corta publicación local El Siglo, en 1984.
En 1980 es designado Jefe de Prensa y Difusión de la Municipalidad. En ese año tuve la suerte que fuera mi compañero de trabajo; compartimos la misma oficina entre tantos papeles e información, con algún mate o café de por medio, escuchando LU4 o aquellos cassettes del chango “Eduardo Avila” o sino “Fiebre de sábado por la noche”.
Me asombraba su rapidez al escribir sobre el teclado de una Olivetti, en hojas de oficio y el inolvidable carbónico, su misión era recopilar información del gobierno comunal y del ambiente social, cultural y deportivo, que luego difundía por las emisoras de LU4 Radio Patagonia Argentina de Comodoro Rivadavia y por LU14 Radio Provincia de Río Gallegos, donde era escuchado en toda la Patagonia.
El 7 de junio de 1980, en el día del periodista y mediante resolución, recibe un reconocimiento por su labor en la radio y televisión, a lo largo y ancho de la provincia.
En marzo de 1981 renuncia, y se establece en Comodoro Rivadavia para continuar en la fotografía, allí aprovechó e hizo sus primeros contactos con el Diario El Patagónico, donde más tarde él sería el corresponsal en Puerto Deseado por varios años.
En la edición especial sobre el 20º Aniversario de El Patagónico, en 1987, se publicaron algunas entrevistas realizadas por él a antiguos pobladores deseadenses.
Cuantiosas y valiosas notas y reportajes quedaron documentados en EL ORDEN y otros medios escritos.
Aún recuerdo por testimonio de él, que durante el conflicto de Malvinas, viajó desde Comodoro en un avión Hércules hasta las islas para cubrir los acontecimientos.
Realizó innumerables aportes en varias publicaciones periódicas y en la radiofonía de Chubut y Santa Cruz. En Deseado, trabajó como cronista en las emisoras de radio como LRI 200 (desde el inicio en 1985), pasando luego por FM Dimensión y finalmente en la FM Desiré. Su presencia como periodista en el canal de televisión local, hizo que lo contrataran para aquella filmación casera de marca deseadense que se llamó “Batman y Robin” ¡lindos recuerdos!.
A lo largo de su carrera recibió numerosos homenajes con relación al día del periodista junto a otros colegas. Fue muy apreciado y amigo de otra leyenda del periodismo como don Carlos “cacho” Mouesca, que tenía un programa en la radio LU21 Radio Golfo San Jorge de Caleta Olivia y con frecuencia venía a Deseado y nos pasaba a saludar a nuestra oficina.
Honesto, serio y con una vocación de servicio que siempre recordaremos.
Angel Nahuelpán Figueroa había nacido el 2 de septiembre de 1947 en la localidad de El Bolsón, Provincia de Río Negro.
Simplemente así, quería homenajear a un incansable trabajador de los medios de comunicación, que decidió silenciar su micrófono y viajar a un lugar pacífico, para tomarse un descanso, o quizás para reencontrarse con viejos amigos que transitaron estas calles como él.
Se apagó el micrófono viajero, pero la leyenda continúa: “Desde exteriores, la información... con Angel Nahuelpán Figueroa”.
Luis José Soto

RIELES/ Vicente Herrera Márquez

Ferrocarril Puerto Deseado-Las Heras
RUMBO AL CENTENARIO
1909-20 de septiembre-2009

Rieles


Amigos de antaño, pequeños ilusos,

en mi viaje los revivo y los recuerdo.

Bandada de purretes, hermanos del viento,

entre flores de cardo y espinas de calafate.

Trepando fardos de lana, soñando horizontes,

jugando en los patios de la estación.

Recuerdo que un día con calor de enero,

ayudando a ovejeros a embarcar animales,

nacieron las ansias de querer viajar.

Con cien remolinos de polvo en el aire,

agitando un pañuelo y un beso a María,

como las ovejas, en tren, me fui por los rieles,

a beber distancias y andar esperanzas,

a sembrar letras e hilar palabras,

para que los años las pongan en versos.

Los tiempos pasaron, los trenes se fueron.

Transpiré caminos, derramé semillas.

La herrumbre implacable corroyó el acero.

Caminé las sendas que anduvo Neruda.

La nieve y la escarcha degradaron durmientes.

Coseché amor y amistad, prolongué mi apellido.

Pagué con cariño, amargura y olvido también...



Andenes y estaciones se los llevó el viento...

Extinguí mi fuego con cuerpos candentes...

La sierpe de acero agoniza en las pampas...



Amigos de antaño, románticos viejos,

de cerviz doblada desafiando al viento.

Después de beber el zumo de todas las vides

y libar el néctar de muchas Marías

busco en la maraña de rutas del mundo

la vía de hierro que, al pago, me lleve otra vez.

Con mi valija repleta de puros poemas, y

las manos abiertas, gastadas, vacías,

por la misma senda brillante de acero,

un día, cualquiera, a Las Heras quisiera volver.

Y con calor de enero o lluvia de abril,

en un andén remozado, abrazar a René,

a Vicente, al Caco, a la Lyla, y al turco Chaín.

También en un patio de la vieja estación,

festejar con asado al palo y vino en porrón.

Y que estén con nosotros los niños de hoy,

agitando pañuelos, saludando la vuelta del tren.

Vicente Herrera Márquez

LA VUELTA AL MUNDO EN QUINCE HORAS/ Oscar Bidabehere

La vuelta al mundo en quince horas

Se trató de un viaje, mi primer periplo a Comodoro y por tierra. Había cumplido los nueve años y aquella “picada” con pretensiones ruteras estimulaba la intriga por saber. ¿Qué había al otro lado? Su trazado de víbora al acecho convocaba destinos misteriosos y fantasías alimentadas en la matinée del Cine Español. Una de piratas con pata ‘e palo solazando mi imaginación. La aguja fue dibujando un diagrama de subes y bajas que desmentía la tediosa línea recta del camino. Como dos escoltas, a nuestra izquierda, pero fuera de nuestra vista, se deslizaban las aguas del río Deseado provenientes de sus nacientes en la zona de Perito Moreno. Mientras que por la margen derecha se extendía la línea férrea que unía Puerto Deseado con Colonia Las Heras. Las estaciones, “El 20”, “El 40”, eran mojones de piedra cuya semántica atravesaba nuestras vidas. Números que traen otros números. Y una voz cascada que “canta las cuarenta” inundando el living de casa con el humo de su toscano, es el tío Francisco, minero y asturiano, el abuelo que no tuve, haciendo capote. Tute cabrero, y ese lenguaje preñado de giros que se apodera de nuestra cotidianeidad, ir a más, ir a menos, las diez de últimas. Aquel viaje tuvo la misma excitación reflejada en los semblantes, estuvimos en las diez de últimas y nos rescató como en el juego la prudencia y la fortuna. Fueron quince horas de travesía donde se mezclaron sensaciones, tensión, aburrimiento, desconcierto y una avidez ante lo nuevo, lo desconocido.
La aventura comenzó a bordo de un Chevrolet ’53 timoneado por don Pedro Jenkins, un estanciero del otro lado del río, ungido con la prosapia de los fundadores del pueblo, que se ofreció a llevar a mis padres hasta la urbe del petróleo. Pintoresco personaje, recuerdo una vez que paseando no se como ni porque, en aquel automóvil, se le ocurrió un chiste que repitió varias veces, fue al ingresar al puerto, frenó al borde del muelle, una chanza insólita donde el chirrido de las gomas no alcanzaba a tapar el rechinar de nuestros dientes ante el temor de vernos catapultados al abismo marino. Con los años fue protagonista de un naufragio en el cual salvó milagrosamente su vida aferrándose a una roca. En la fatal excursión pesquera la lancha que los transportaba zozobró y perdió la vida un insigne medico local, el Dr. Fernández. Contra todos los vaticinios, nuestro hombre que arrastraba una renguera hizo enmudecer a la vecindad con su buena estrella. Político de cuño intransigente, el partido acaudillado por Frondizi vivía la gloria de un gobierno que había puesto el acento en sacar los recursos que yacían bajo tierra. A esos fines la estación portuaria estaba atiborrada de tubos de acero, numerosas casas rodantes americanas y el idioma de los cowboys rasgando el aire, como en las películas.
Aquella nave, mitad blanca, mitad rosa viejo y relucientes tasas niqueladas, tenía el confort de todo lo ingresado al sur del paralelo ’42, la panacea por entonces de los bienes importados. Alguna vez mi padre habló de comprarse un auto pero su sueldo escuálido se lo impidió. Como tendero, sumergido entre rollos de sedas y gabardinas, gozaba las histerias del público femenino que claudicaba ante sus sugerencias de pícaro vendedor. La indumentaria en las mujeres, la más de las veces, era obra de hacendosas modistas. Tarea que también mas tarde encaró mi madre cuando la viudez la sorprendió viéndonos crecer. Por esos días estaba abocada a sus tareas como ama de casa, entretenida en lidiar con nosotros tres. Sí, tres hijos varones empeñados en todo tipo de pillerías domesticas. Sobre mí caían todas las expectativas, pues era el mayor, debía abrir la huella sin libreto previo. La misión tiene ventajas y desventajas. Entre las primeras estuvo aquel viaje iniciático. Allá vamos. Cuando el día empezó a clarear partimos rumbo a Jaramillo, nuestra primera parada. Por el camino de ripio íbamos dejando una estela de polvo y el ruido tenia los acordes que trasmitían, cual orquesta sincopada, diferencial y pistones. De vez en cuando nos sobresaltábamos, como jineteando un pingo desbocado, ante el serrucho que deformaba la huella. En un momento pareció que en el horizonte se dibujaban pequeñas formas que hacían presumir la cercanía del poblado, es cuando el vehiculo comenzó a fallar hasta pararse definitivamente. Nos ganó el nerviosismo, ¿qué hacer? Ahora debemos jugar nuestras cartas y como sugiere el tute nos pescan en un renuncio. El conductor con sus dificultades al andar tenía pocas chances de sortear el desafío y mi padre acusaba quebrantos en su salud, los mismos que quizás habían aconsejado aquel viaje buscando mitigar el sufrimiento. Vivíamos los últimos días de la primavera del ´59 y por esos tiempos el transito era intermitente. Solo habíamos visto pasar, cual cigarro plateado montado en los rieles, al cochemotor rumbo a Deseado. Teníamos la garganta seca y la aridez, dueña y señora, nos rodeaba por todos los flancos. Parecía difícil sobrevivir entre coirones y matas enrollándose en el viento. A unos cientos de metros del villorrio, el cementerio de los obreros fusilados en el ’21, las huestes de José Font, Facon Grande espera aun justicia. La soledad de la meseta me hacia sentir como perdido en el desierto y ese tenaz viento achaparrando todo lo que pretendía mantenerse erguido. A esa altura, a unos cuantos kilómetros, está el bosque petrificado un verdadero monumento fósil con grandes coníferas que poblaron el jurásico. Por esos años circuló un rumor con mucho de veraz, algunos de aquellos vaqueros del oeste, durante la fiebre del petróleo, entre perforación y perforación, depredaron el lugar alzándose con un importante cargamento de fósiles que embarcaron rumbo al país del norte.
Ni un ánima a la vista, entonces resignados los hombres de abordo comenzaron a caminar en busca de auxilio hasta dar con un alma generosa que concurrió en nuestra ayuda. Con bombos y platillos arribamos al caserío cerca del mediodía. Hora de almorzar, ingresamos en una fonda de chapa y madera, techo rojo y paredes amarillas, colores hispánicos como su dueño. La comida no evadió los lugares comunes: sopa, puchero de oveja y a los postres, queso y dulce, un clásico en tiempo y lugar. Reanudamos la marcha, a unos kilómetros Fitz Roy centro de una cruz caminera que vincula el norte de la provincia y luego Pico Truncado, El 200, donde aparcamos en las primeras horas de la tarde. El lugar era inhóspito y el verde brillaba por su ausencia salvo los consabidos tamariscos que bordeaban los patios de las casas, cortinas propicias para frenar el viento y resguardar las huertas. Ese mismo paisaje me trae el recuerdo del fatigado viaje atravesando el oeste americano, relatado por John Steimbeck en Viñas de ira. Ingresamos a algunos negocios, no guardo recuerdos de esa estancia salvo que después de una hora emprendimos el camino hacia Caleta Olivia, bautizada con el nombre de algún barco guarecido en sus apacibles costas. La inmensidad, con su estéril desnudez, agredía, y me hacia pensar ¿quien nos salvará si nuevamente la maquina se planta? Pero la suerte que es grela, como en el tango, nos dio la espalda. A poco andar nuevamente los fierros dijeron basta. Ahora a esperar que alguien pase. La pausa fue larga y recién cuando el sol comenzaba a esconderse concluyó la reparación que realizó un mecánico sensible con nuestra desgracia. Pensaba, tanto tiempo ahí sentado, sin poder hacer nada, realmente, hoy a la distancia, debo concluir que era un chico bueno. Pasado ese forzado recreo arrancamos para cubrir el tramo hasta Caleta, antes atravesamos un campamento petrolífero, Cañadon Seco. Llegamos ya en noche cerrada, justo para la cena, y fuimos a otra fonda, la de Pepechón Fernández, famosa por su sopa de gallina y verduras, plato obligado en la mesa de esos tiempos, tributo a una tradición que atesoraban los inmigrantes españoles. Todo un ritual que se trasmitía de generación en generación y que mi abuela cultivaba con unción. “Si queres crecer debes tomar toda la sopa”, una máxima que repetían todos los padres para tortura de los pequeños, bueno la mayoría, a mi ese líquido burbujeante, con sus colores amarillo ocre, me insufló energía en duros inviernos. Degustamos ese manjar y partimos, el camino que nos aguardaba parecía el ascenso a una torre babilónica, lleno de curvas y contra curvas. Sobresalía Punta peligro, codo emblemático donde se habían desbarrancado muchos osados, cada curva encerraba sus trampas y se había cargado alguna muerte. La oscuridad era total, solo penetrada por los faros delanteros que como dos torpedos se abrían paso. De pronto en el fondo de esa pantalla negra comenzó a crecer un resplandor que se fue agrandado a medida que nos aproximábamos. La intriga se develó pronto, se trataba de Comodoro Rivadavia, la ciudad luz. La generosidad lumínica era ostensible y contrastaba con la raquítica dosis derramada en mi pueblo. La visión deslumbraba a los visitantes. Otro mundo. Estábamos en la meta, la extensión del tiempo transcurrido, quince largas horas, se daba de bruces con la distancia que habíamos cubierto, poco más de trescientos kilómetros, pero la recompensa valía la pena, respiraba otro aire, habíamos arribado a esa pequeña Babilonia, sin los jardines colgantes, pero con cientos de farolitos ornamentando el paraíso del oro negro.

Oscar Armando Bidabehere. 30 de marzo de 2008. Olavarria. Pcia. Buenos Aires.

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