"...Esta noche a una hora de noche, a la banda del sudeste cuarta al sur, vimos salir una cosa redonda, bermeja como fuego, como un (a) darga, que iba subiendo por el cielo o viento. Sobre un monte alto se prolongó, y estando como una lanza alta sobre el monte, se hizo como media luna entre bermeja y blanca. Las figuras eran de esta manera (y siguen tres figuras: una en círculo, otra una elipse y la tercera un semicírculo)...."
("Relación sobre su primer viaje al Estrecho de Magallanes" de Pedro Sarmiento de Gamboa. Fue publicada en Madrid en 1768 por el editor Bernardo Iriarte, según manuscrito original existente en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y reproducida por EMECE de Buenos Aires en 1950. El hecho descripto ocurrió el 5 de febrero de 1580)
Leyendas, historia, testimonios, personajes, fauna, flora, temas ambientales, viajeros, cuentos y poemas de Puerto Deseado y la Patagonia Argentina. Consultas, comentarios y colaboraciones a deseadorevista@yahoo.com.ar
miércoles, 21 de mayo de 2008
RELATOS DESEADENSES/ "Cada 15 de julio"
Cada quince de julio tiene una resonancia particular. Ese día cumplía años mi padre,
una presencia elusiva que amenaza perderse en la espesura del tiempo. Fue corta su
estancia a mi lado. Solo diez años. Coincidentemente es el cumpleaños de Puerto Deseado y los márgenes del festejo se cruzan y confunden con esa, mi angustia y recuerdo. Una manera de vencer al olvido. En esa tierra están mis raíces y eso no lo borra nada. Es invierno, julio, tomado de la mano de mi padre, traje azul, perfume lavanda y boquilla en los labios, todo en él es distinción. Caminamos rumbo al Covadonga. Torneo de bochas Aniversario y ese amor que me dura por las lisas y rayadas. Acordes que flotan en el aire
brotando de aquellos parlantes en las palmas emplazadas en cada esquina: los Cinco
Latinos y Rita Pavone mezclados con Elvis. Música, romance, flirteo, sueños que esperan su momento. Mi padre recala en estas costas luego de desandar miles de kilómetros, sediento de aventuras, escapándole a una vida aburrida y sin horizontes. Traía el cansancio del espíritu nómada y un ramillete de sueños. Se rinde cautivado por una morocha de rizos suaves, mirada inquieta y sonrisa de nácar: Amor. Y nací yo. Luego el ocaso, la soledad y el vacío de las pérdidas. ¡Cómo salir del pozo! Primaveras de claveles y crisantemos. Hay imágenes de contornos firmes que guardo como en un álbum que no se degrada ni se extingue. Olores, sabores, perfumes mágicos. Aquel primer helado de vainilla en el Hotel Argentino. En su escenario Fu Manchú y el recuerdo de Estela Raval inaugurando su saga de éxitos según cuentan.”Yo estuve ahí” dirán los memoriosos y el número se agiganta al paso de los años. Los corsos en la 12 de octubre y las carrozas de los Bach con sus jinetes ataviados como vaqueros del lejano oeste. La pasión del deporte que se mostraba esquivo a mis pies. El fútbol. Las duras tenidas en la cancha del Junior, y Pocho Leal, una muralla china en una zaga inexpugnable, y aquella delantera con la Saeta rubia Sani Galiment, Prendes y Veguita y las furtivas apariciones del negro Leaños. Y el Ferro de Poloni volando de palo a palo, bajando la persiana y Marinado, el mariscal de mimbre que llegaba a todas, barriendo el área, Alfredo Vila y esa habilidad a lo Ermindo Onega, mi ídolo con la banda roja, y el cañonero Jara, una topadora. Tardes acodados en las barandas que bordean la cancha. De Liga Norte. Los goles del Ferro, el club de mis amores y aquel polígono de cemento y techo rojo, en una esquina de la cancha, vestuario con sabor a aceite de lino. Estamos en la confitería del club. Una foto. Carlitos, mi hermano, Arturo, rostros pletóricos de alegría y la Copa conquistada en las áridas tierras de Caleta. La gloria retratada para la posteridad. Y luego el Básquet en la cancha de la prefectura y una estrella con lazos locales: Roberto Otegui, que intentábamos imitar. Y San Lorenzo, el azulgrana, con aquel paraguayito que lleva esos colores como un gamo recorriendo los cañadones, haciendo sucumbir en las arterias de canto rodado a cuanto rival lo desafía por los meandros del pueblo y por ultimo Ramonín con sus aceleradas que atronaban la paz pueblerina, ensayando las maniobras mas osadas en una suerte de filigrana a bordo de un cuatro ruedas. Dos horas a Comodoro, record y a firmar, cuando viajar en uno de aquellos colectivos de transporte Patagónicos demandaba ocho horas.
Rutas pedregosas, traicioneras que se llevaron la vida de otro As al volante: Severino. Esas masas de domingo en el Colón donde don Conz estampaba la hostia en esos alfajores de sabor irrepetible. Y la cantina del Ferro,”la Cueva”, en la vieja Estación de piedra. En torno a una mesa mi padre y sus rivales. Porotos y naipes que circulan de mano en mano. Y los gritos de Jovino y Jesús Cora, desafiante con ese fuego que inmortalizara Osvaldo Bayer cuando las huelgas del ´22. Las kermeses en la cancha de basket y las hamacas con forma de torpedos taladrando el aire. Los Bailes en el salón.
Esas maratones que duraban toda la noche. Carnavales con orquestas, serpentinas y
matracas. Y Teatro, en el Cine español, bajo la férula de Caruso y la ductilidad de Piola, una suerte de Discepolin local. El folklore, y los hermanos Pérez, bombo y guitarra, Zamba de mi Esperanza, emblemática y sutil. La Escuela nacional de Comercio con su espalda apoyada en el cine Español. Una vieja cancha de pelota a paleta. Figuras quedejaron huellas en mi espíritu, Salvo, Rostagno, Lilita, Rosas, Lionel Rivas, Boni, Pepita Cimadevilla y muchos más. Esperanza, la directora, sin estridencias. Seria y justa. Rostros y estampas sobre las que construir la personalidad. El colegio San José. La Acción católica. El papi fútbol, el padre Báez, Saracano y sus ocurrencias como cuando fuimos a cazar pingüinos para embalsamar. Un dislate si los hay. O los barriletes con forma de avión lanzados desde la torre de la iglesia. Y Los reyes magos llegando en ómnibus y repartiendo juguetes frente a la Argensud. Y el humor que estimula y cierra las heridas, los apodos y apelativos de toda laya y esa voz de Ariel Delgado lugareño con la expresividad que desata sonrisas de Ricardo Vázquez. Y mis amigos de esos tiempos, Patricio y Andrés, que vio su vida segada por la horda nazi. Y nuestros sueños abortados.
Y el amor de una mujer que encandiló mi vida y que la distancia secuestró definitivamente. Sin darnos una oportunidad. Destino de exilio. Nuevos horizontes y un volver a las fuentes para mojar la frente con agua bendita en la gruta de Lourdes. Son las marcas que nos dan pertenencia al lugar. Febrero de peregrinaciones y fiesta del tiburón. Y El Orden, con la pluma enjundiosa de Zerbino enhebrando pareceres y gambeteándole a la censura. La cena y las medallas de los cincuenta años. Como generales vencedores en la batalla, que no arriaron las banderas. La Patagonia Rebelde y Facón Grande. Los de arriba y los de abajo. Y la historia continua. El trago amargo de Osvaldo, Cholera, mi hermano menor, arrojado a las mazmorras que devoraron a los mejores hijos de mi generación. El cómo y el porqué y el dolor junto a nuestra madre en una lucha que perforó la injusticia. Y el sol brilló nuevamente y hay otros hijos que llevan el estandarte. Secuencias de una película en la que no podemos faltar y que renovamos todos los días. Aunque estemos lejos. El viento sur, ese cazador barbudo que inmortalizara Raúl González Tuñon es el que nos mantiene despiertos y ligados para siempre trayendo como un animal dormido en sus entrañas esos aromas familiares. Como en la cueva de los leones y sus piletones orlados con algas multicolores y cantos rodados esmaltadas por esa agua fría portadora de vida. El muelle de Ramón y esos veranos a su refugio. Rampa vertical hundiendose en el mar, sin descanso, y sobre el azul intenso, collares borravino con apariencia de cachiyuyos. Y al fondo las islas que se recortan con la Bahia Uruguay como telón de fondo. Los tiburones.
La pesca del pejerrey. Punta Cascajo y la rivera sur, la Piedra Toba, enhiesta, horadada por la erosión. El estuario con ese ballet acuático que dibujan las toninas. Y una tarde de escuela cuando atracó en sus costas una ballena enferma y fue centro de atención. Estaba en la escuela nro.5, la de los perales verdes como la esperanza. El picnic en el Quitapenas, miradas arrobadoras y algún romance adolescente. El monumento a Oneto y ese julio despiadado con los cuerpos, esculpiendo figuras de hielo, escarchas como ojos ladinos a nuestro paso. Banderas, discursos y los restos del fuerte que se desnudan con la marea
baja. Marchamos. La plaza Centenario y sus pinos perennes que resisten de pie la nieve que cae sin cesar, vistiéndolos con trajes de novia. Un arco de mástiles y mis manos sosteniendo en alto la enseña de la patria. Verde y blanco. Verde en los uniformes, blanco en los guardapolvos. Chocolate y matinée. Y el silencio de esas tardes de feriado y leer, Verne, Zevaco, Sthendal. Aventuras y más aventuras entre las cuevas y los acantilados y ese aroma a mejillones y algas inconfundible. Que sube desde la costa y nos rodea, se mete en nuestras narices, y nos recorre como un elixir al que necesitamos siempre volver. Y el viejo Tafra, burlándose del paso del tiempo, como el gran timonel dando brazadas cuando el frío arrecia. Emociones y mas emociones, vibraciones del alma.
Y Deseado, es y será mi tierra, por siempre, para siempre. No habrá otra igual. A ella volveré cuando ya no esté en ninguna parte, en ancas de algún albatros, en el polvo que trae el viento, que acaricia las olas, que tiembla ante el llamado de mi madre: ”Vamos chicos, la comida está lista”, que juega entre las rocas de los cañadones, que se trepa a la baliza, que se filtra por cada rincón de esa geografía sinuosa, como una beldad que se resiste a ser seducida, que se escurre entre los dedos y de la que he quedado prendado hasta el fin de los tiempos.
Oscar Armando Bidabehere
Julio de 2006
Olavarria, Pcia. de Buenos Aires
una presencia elusiva que amenaza perderse en la espesura del tiempo. Fue corta su
estancia a mi lado. Solo diez años. Coincidentemente es el cumpleaños de Puerto Deseado y los márgenes del festejo se cruzan y confunden con esa, mi angustia y recuerdo. Una manera de vencer al olvido. En esa tierra están mis raíces y eso no lo borra nada. Es invierno, julio, tomado de la mano de mi padre, traje azul, perfume lavanda y boquilla en los labios, todo en él es distinción. Caminamos rumbo al Covadonga. Torneo de bochas Aniversario y ese amor que me dura por las lisas y rayadas. Acordes que flotan en el aire
brotando de aquellos parlantes en las palmas emplazadas en cada esquina: los Cinco
Latinos y Rita Pavone mezclados con Elvis. Música, romance, flirteo, sueños que esperan su momento. Mi padre recala en estas costas luego de desandar miles de kilómetros, sediento de aventuras, escapándole a una vida aburrida y sin horizontes. Traía el cansancio del espíritu nómada y un ramillete de sueños. Se rinde cautivado por una morocha de rizos suaves, mirada inquieta y sonrisa de nácar: Amor. Y nací yo. Luego el ocaso, la soledad y el vacío de las pérdidas. ¡Cómo salir del pozo! Primaveras de claveles y crisantemos. Hay imágenes de contornos firmes que guardo como en un álbum que no se degrada ni se extingue. Olores, sabores, perfumes mágicos. Aquel primer helado de vainilla en el Hotel Argentino. En su escenario Fu Manchú y el recuerdo de Estela Raval inaugurando su saga de éxitos según cuentan.”Yo estuve ahí” dirán los memoriosos y el número se agiganta al paso de los años. Los corsos en la 12 de octubre y las carrozas de los Bach con sus jinetes ataviados como vaqueros del lejano oeste. La pasión del deporte que se mostraba esquivo a mis pies. El fútbol. Las duras tenidas en la cancha del Junior, y Pocho Leal, una muralla china en una zaga inexpugnable, y aquella delantera con la Saeta rubia Sani Galiment, Prendes y Veguita y las furtivas apariciones del negro Leaños. Y el Ferro de Poloni volando de palo a palo, bajando la persiana y Marinado, el mariscal de mimbre que llegaba a todas, barriendo el área, Alfredo Vila y esa habilidad a lo Ermindo Onega, mi ídolo con la banda roja, y el cañonero Jara, una topadora. Tardes acodados en las barandas que bordean la cancha. De Liga Norte. Los goles del Ferro, el club de mis amores y aquel polígono de cemento y techo rojo, en una esquina de la cancha, vestuario con sabor a aceite de lino. Estamos en la confitería del club. Una foto. Carlitos, mi hermano, Arturo, rostros pletóricos de alegría y la Copa conquistada en las áridas tierras de Caleta. La gloria retratada para la posteridad. Y luego el Básquet en la cancha de la prefectura y una estrella con lazos locales: Roberto Otegui, que intentábamos imitar. Y San Lorenzo, el azulgrana, con aquel paraguayito que lleva esos colores como un gamo recorriendo los cañadones, haciendo sucumbir en las arterias de canto rodado a cuanto rival lo desafía por los meandros del pueblo y por ultimo Ramonín con sus aceleradas que atronaban la paz pueblerina, ensayando las maniobras mas osadas en una suerte de filigrana a bordo de un cuatro ruedas. Dos horas a Comodoro, record y a firmar, cuando viajar en uno de aquellos colectivos de transporte Patagónicos demandaba ocho horas.
Rutas pedregosas, traicioneras que se llevaron la vida de otro As al volante: Severino. Esas masas de domingo en el Colón donde don Conz estampaba la hostia en esos alfajores de sabor irrepetible. Y la cantina del Ferro,”la Cueva”, en la vieja Estación de piedra. En torno a una mesa mi padre y sus rivales. Porotos y naipes que circulan de mano en mano. Y los gritos de Jovino y Jesús Cora, desafiante con ese fuego que inmortalizara Osvaldo Bayer cuando las huelgas del ´22. Las kermeses en la cancha de basket y las hamacas con forma de torpedos taladrando el aire. Los Bailes en el salón.
Esas maratones que duraban toda la noche. Carnavales con orquestas, serpentinas y
matracas. Y Teatro, en el Cine español, bajo la férula de Caruso y la ductilidad de Piola, una suerte de Discepolin local. El folklore, y los hermanos Pérez, bombo y guitarra, Zamba de mi Esperanza, emblemática y sutil. La Escuela nacional de Comercio con su espalda apoyada en el cine Español. Una vieja cancha de pelota a paleta. Figuras quedejaron huellas en mi espíritu, Salvo, Rostagno, Lilita, Rosas, Lionel Rivas, Boni, Pepita Cimadevilla y muchos más. Esperanza, la directora, sin estridencias. Seria y justa. Rostros y estampas sobre las que construir la personalidad. El colegio San José. La Acción católica. El papi fútbol, el padre Báez, Saracano y sus ocurrencias como cuando fuimos a cazar pingüinos para embalsamar. Un dislate si los hay. O los barriletes con forma de avión lanzados desde la torre de la iglesia. Y Los reyes magos llegando en ómnibus y repartiendo juguetes frente a la Argensud. Y el humor que estimula y cierra las heridas, los apodos y apelativos de toda laya y esa voz de Ariel Delgado lugareño con la expresividad que desata sonrisas de Ricardo Vázquez. Y mis amigos de esos tiempos, Patricio y Andrés, que vio su vida segada por la horda nazi. Y nuestros sueños abortados.
Y el amor de una mujer que encandiló mi vida y que la distancia secuestró definitivamente. Sin darnos una oportunidad. Destino de exilio. Nuevos horizontes y un volver a las fuentes para mojar la frente con agua bendita en la gruta de Lourdes. Son las marcas que nos dan pertenencia al lugar. Febrero de peregrinaciones y fiesta del tiburón. Y El Orden, con la pluma enjundiosa de Zerbino enhebrando pareceres y gambeteándole a la censura. La cena y las medallas de los cincuenta años. Como generales vencedores en la batalla, que no arriaron las banderas. La Patagonia Rebelde y Facón Grande. Los de arriba y los de abajo. Y la historia continua. El trago amargo de Osvaldo, Cholera, mi hermano menor, arrojado a las mazmorras que devoraron a los mejores hijos de mi generación. El cómo y el porqué y el dolor junto a nuestra madre en una lucha que perforó la injusticia. Y el sol brilló nuevamente y hay otros hijos que llevan el estandarte. Secuencias de una película en la que no podemos faltar y que renovamos todos los días. Aunque estemos lejos. El viento sur, ese cazador barbudo que inmortalizara Raúl González Tuñon es el que nos mantiene despiertos y ligados para siempre trayendo como un animal dormido en sus entrañas esos aromas familiares. Como en la cueva de los leones y sus piletones orlados con algas multicolores y cantos rodados esmaltadas por esa agua fría portadora de vida. El muelle de Ramón y esos veranos a su refugio. Rampa vertical hundiendose en el mar, sin descanso, y sobre el azul intenso, collares borravino con apariencia de cachiyuyos. Y al fondo las islas que se recortan con la Bahia Uruguay como telón de fondo. Los tiburones.
La pesca del pejerrey. Punta Cascajo y la rivera sur, la Piedra Toba, enhiesta, horadada por la erosión. El estuario con ese ballet acuático que dibujan las toninas. Y una tarde de escuela cuando atracó en sus costas una ballena enferma y fue centro de atención. Estaba en la escuela nro.5, la de los perales verdes como la esperanza. El picnic en el Quitapenas, miradas arrobadoras y algún romance adolescente. El monumento a Oneto y ese julio despiadado con los cuerpos, esculpiendo figuras de hielo, escarchas como ojos ladinos a nuestro paso. Banderas, discursos y los restos del fuerte que se desnudan con la marea
baja. Marchamos. La plaza Centenario y sus pinos perennes que resisten de pie la nieve que cae sin cesar, vistiéndolos con trajes de novia. Un arco de mástiles y mis manos sosteniendo en alto la enseña de la patria. Verde y blanco. Verde en los uniformes, blanco en los guardapolvos. Chocolate y matinée. Y el silencio de esas tardes de feriado y leer, Verne, Zevaco, Sthendal. Aventuras y más aventuras entre las cuevas y los acantilados y ese aroma a mejillones y algas inconfundible. Que sube desde la costa y nos rodea, se mete en nuestras narices, y nos recorre como un elixir al que necesitamos siempre volver. Y el viejo Tafra, burlándose del paso del tiempo, como el gran timonel dando brazadas cuando el frío arrecia. Emociones y mas emociones, vibraciones del alma.
Y Deseado, es y será mi tierra, por siempre, para siempre. No habrá otra igual. A ella volveré cuando ya no esté en ninguna parte, en ancas de algún albatros, en el polvo que trae el viento, que acaricia las olas, que tiembla ante el llamado de mi madre: ”Vamos chicos, la comida está lista”, que juega entre las rocas de los cañadones, que se trepa a la baliza, que se filtra por cada rincón de esa geografía sinuosa, como una beldad que se resiste a ser seducida, que se escurre entre los dedos y de la que he quedado prendado hasta el fin de los tiempos.
Oscar Armando Bidabehere
Julio de 2006
Olavarria, Pcia. de Buenos Aires
DIPUTADA URRICELQUI IMPULSA DESARROLLO EN BASE AL PATRIMONIO HISTORICO-CULTURAL
LAS RIQUEZAS HISTORICAS DEL NORTE SANTACRUCEÑO
Jaramillo y Fitz Roy, turismo no convencional
La diputada provincial Ana María Urricelqui, respecto a las localidades de Jaramillo y Fitz Roy, de las que previo a acceder a la banca en la Legislatura fue Comisionada de Fomento, adelantó que “estamos trabajando para abrir la puerta a otro futuro, ya que no siempre se puede vivir del empleo público, en una zona rural que todavía está sufriendo los efectos de volcán Hudson y sus cenizas, que ha costado muchísimo superar y que aún no lo hemos logrado del todo”.
La “Rusa”, como la llaman todos sus amigos, destacó que “hoy se observa la ausencia de viejos pobladores que ya no están y de sus hijos que han abandonado los campos, en una zona que siempre ha sido tan rica en el ‘oro blanco’, como solemos llamar a nuestro ganado ovino”, agregando que “nuestro campo se ha despoblado, por lo que apostamos que se vayan reabriendo algunos establecimientos rurales con gente nueva que ha comprado las tierras o con los viejos propietarios o sus descendientes”, resaltando que “estamos con una mirada hacia la actividad ganadera y con mirada hacia el turismo, que no puede pasar por la puerta de nuestra casa y nosotros cometer el pecado de ser indiferentes”.
Ana María Urricelqui puntualizó que “estamos apostando fuertemente al desarrollo de la industria sin humo, dentro de nuestras posibilidades, con el nuevo parador y el camping de Fitz Roy, el camping comunal de Jaramillo, al que los vecinos han decidido denominar como Paseo Mazaredo, construyendo la cabaña para los moradores y un completísimo puesto sanitario, habiendo inaugurado en diciembre los senderos del predio, cuyos solados son de lajas, los asadores y el quincho”, acotó que “ahora queremos construir una hostería, ya que el bosque petrificado, se encuentra a unos 150 kilómetros”.
Seguidamente recordó que “en Bahía Mazaredo se encuentra una vieja construcción, a la orilla del mar, hecha con piedra tallada por aquellos excelentes artesanos, inmigrantes de nacionalidad española y yugoslava, donde funcionó el primer Correo, el Registro Civil y el Juzgado de Paz, que es una reliquia con un alto valor histórico y una riqueza arquitectónica que se debe preservar, también se encuentran algunas tumbas, donde fueron sepultados los peones fusilados en la huelga del 21, también en Mazaredo funcionaba el antiguo puerto por donde nuestros productores rurales enviaban las lanas en lanchones hacia Puerto Deseado”, consignó que “algunas cruces en el cementerio deben ser restauradas, cosa que no es para nada fácil, ya que el trabajo en piedra tallada demanda de artesanos calificados, que hoy escasean.
En referencia al edificio de la vieja comisaría de Jaramillo, otro de los poquísimos testimonios de aquella etapa y de aquellos artesanos, la diputada señaló que “estamos evaluando en utilizarlo como centro dedicado a la mujer y la familia, donde el único impedimento actual es el económico”.
HOMENAJE AL MAESTRO GUSTAVO LEZCANO DOMINGUEZ
MAESTRO GUSTAVO LEZCANO… después de 20 años…
¡MEMORANDUM EN PRESENTE!
La memoria, pese al afán, no recuerda otra imagen más que flashes que son relevantes para mí, …particularmente.
Nos conocemos como colegas en la Escuela Primaria Prov. N° 5. Desde el principio llegamos a acuerdos a pesar de nuestras diferentes raíces. Él, correntino; yo, porteña. Los dos somos de “afuera” (nos reímos juntos por esta denominación que nos dan “los otros”). Pero compartimos conceptos parecidos, a pesar de las mutuas chanzas y cargadas por nuestros orígenes diferentes; …eso nos une cada vez más como compañeros de trabajo.
Gustavo es un MAESTRO modesto, espontáneo, sencillo, preocupado y ocupado por el rol que asumió en Puerto Deseado; más allá de lo protocolar y convencional de su cargo. Cariñoso con sus alumnos, “aunque su ley es orden”. Naturalmente, enseña actitudes y conductas (con técnicas vocacionales que los grandes pedagogos han discutido literalmente para dar denominación en sus extensos libros). Nunca tuvo hijos, pero puedo asegurar que cada alumno con problemas es su problema a solucionar de día o de noche: “los pibes saben a quién y dónde acudir”.
Gustavo MAESTRO sale del trabajo con 39 grados de fiebre. Vive en una habitación de una casa de la calle 12 de octubre (ahora destruida y en reformas). Le llevo un antifebril. Al día siguiente vuelve a dar clases en su 4to grado: “Sólo tengo 38 grados y es viernes. El fin de semana se me pasa”, comenta (¡Ah! En esos tiempos no existía el pago por presentismo…)
Gustavo es un COLEGA con buen humor, con un vocabulario muy directo. ¡Me divierte! Me hace “desacartonar” de mi guardapolvo perfecto y almidonado de todos los días; me hace sentir y observar las cosas desde otras perspectivas. Tan espontáneo que, cuando te larga algo y lo conocés bien, …esperás dos segundos a su sonrisa para saber sus intenciones: ¿en broma o en serio? …Pero, si es en serio… ¡Se te viene! (Porque Gustavo tiene sus puntos y comas bien claros). Más o menos así me dice un día:“Odio la computadora, Doris! No me obligues a aprender esto que no sirve en el campo donde no hay ni electricidad. Eso, sí… enseñale a todos los pibes que a lo mejor les puede servir algún día!”. …Y ahí se quedaba sentado junto a sus alumnos de 4to grado en la Sala de Computación de la Escuela N° 5.
Gustavo es mi AMIGO del Grupo de Teatro. Nos encontramos en otra faz más flexible. ¡Es increíble cómo podemos congeniar! Desde sus propias historias y sentimientos, te indaga y se hace tu confidente.
Gustavo es mi COMPAÑERO en el gremio docente de la A.DO.SA.C.. Compartimos las extensas luchas porque no nos pagan nuestros sueldos. Es la fecha de una Asamblea clave: Liliana Bartomeo de Castillo y Gustavo Lezcano viajan en coche particular a llevar la propuesta de Puerta Deseado a la Asamblea Provincial…
Los docentes contemporáneos recordamos ese día con mucho dolor.
Por una Liliana que “sobrevivió” con sus dificultades y por nuestro Gustavo que no lo logró…
Doris de Labra
¡MEMORANDUM EN PRESENTE!
La memoria, pese al afán, no recuerda otra imagen más que flashes que son relevantes para mí, …particularmente.
Nos conocemos como colegas en la Escuela Primaria Prov. N° 5. Desde el principio llegamos a acuerdos a pesar de nuestras diferentes raíces. Él, correntino; yo, porteña. Los dos somos de “afuera” (nos reímos juntos por esta denominación que nos dan “los otros”). Pero compartimos conceptos parecidos, a pesar de las mutuas chanzas y cargadas por nuestros orígenes diferentes; …eso nos une cada vez más como compañeros de trabajo.
Gustavo es un MAESTRO modesto, espontáneo, sencillo, preocupado y ocupado por el rol que asumió en Puerto Deseado; más allá de lo protocolar y convencional de su cargo. Cariñoso con sus alumnos, “aunque su ley es orden”. Naturalmente, enseña actitudes y conductas (con técnicas vocacionales que los grandes pedagogos han discutido literalmente para dar denominación en sus extensos libros). Nunca tuvo hijos, pero puedo asegurar que cada alumno con problemas es su problema a solucionar de día o de noche: “los pibes saben a quién y dónde acudir”.
Gustavo MAESTRO sale del trabajo con 39 grados de fiebre. Vive en una habitación de una casa de la calle 12 de octubre (ahora destruida y en reformas). Le llevo un antifebril. Al día siguiente vuelve a dar clases en su 4to grado: “Sólo tengo 38 grados y es viernes. El fin de semana se me pasa”, comenta (¡Ah! En esos tiempos no existía el pago por presentismo…)
Gustavo es un COLEGA con buen humor, con un vocabulario muy directo. ¡Me divierte! Me hace “desacartonar” de mi guardapolvo perfecto y almidonado de todos los días; me hace sentir y observar las cosas desde otras perspectivas. Tan espontáneo que, cuando te larga algo y lo conocés bien, …esperás dos segundos a su sonrisa para saber sus intenciones: ¿en broma o en serio? …Pero, si es en serio… ¡Se te viene! (Porque Gustavo tiene sus puntos y comas bien claros). Más o menos así me dice un día:“Odio la computadora, Doris! No me obligues a aprender esto que no sirve en el campo donde no hay ni electricidad. Eso, sí… enseñale a todos los pibes que a lo mejor les puede servir algún día!”. …Y ahí se quedaba sentado junto a sus alumnos de 4to grado en la Sala de Computación de la Escuela N° 5.
Gustavo es mi AMIGO del Grupo de Teatro. Nos encontramos en otra faz más flexible. ¡Es increíble cómo podemos congeniar! Desde sus propias historias y sentimientos, te indaga y se hace tu confidente.
Gustavo es mi COMPAÑERO en el gremio docente de la A.DO.SA.C.. Compartimos las extensas luchas porque no nos pagan nuestros sueldos. Es la fecha de una Asamblea clave: Liliana Bartomeo de Castillo y Gustavo Lezcano viajan en coche particular a llevar la propuesta de Puerta Deseado a la Asamblea Provincial…
Los docentes contemporáneos recordamos ese día con mucho dolor.
Por una Liliana que “sobrevivió” con sus dificultades y por nuestro Gustavo que no lo logró…
Doris de Labra
GUSTAVO LEZCANO DOMINGUEZ in memoriam
MAESTRO GUSTAVO... A 20 AÑOS DEL ULTIMO VIAJE
Llegó a Puerto Deseado a principios de 1979. Venía de Mercedes (Corrientes) y se arraigó en aquel pueblo de tres mil quinientos habitantes. Un aula de la Escuela nro. 5 "Capitán Antonio Oneto" lleva su nombre. Una calle del Barrio Costanera fue bautizada en su honor "Maestro Lezcano". Para quienes lo conocimos estos datos escuetos no alcanzan. Habría que agregar su ferviente militancia en la UCR, su pasión por el aula, la enseñanza y el ejemplo, su carácter alegre pero firme, su participación en la comisión que reunió los fondos para comprar la calesita y su actividad sindical, que lo llevó al último viaje, el tres de marzo de 1988, cuando viajaba hacia Río Gallegos a una reunión de la ADOSAC.
"El maestro Gustavo no fue mi maestro, pero en el recreo o en la formación compartía con todos... siempre recuerdo su sonrisa y el interés por los demás" (Marcela)
"Gustavo fue para todos un maestro, aún para quienes no fuimos sus alumnos, hermoso! A casa venía junto a otros amiguitos. Era una fiesta" (Carmen)
"Recuerdo cuando decía en la escuela 5 que el que tenía cosas que le ocupaban lugar en su casa, pensara en el que no tiene" (Soledad)
"Me acuerdo que él vivía en Rivadavia... íbamos a visitarlo a su casa con mis hermanos, y nos quedábamos a jugar al fútbol; nos ayudaba en las tareas (José)
"No sólo fue el maestro de geografía de los chicos de quinto grado de la escuela 5... También fue un maestro de la vida. Aún recuerdo su cara y sus gestos y el trato amigable hacia nosotros. Soy uno de sus últimos alumnos"
"Lo recuerdo con mucho cariño y respeto. Es un espejo para el hombre que quiero ser; lo tuve a partir de cuarto grado, me enseñó mucho" (Sergio)
"Mi hijo Maxi dio sus primeros pasos de la mano de esa gran persona que fue Gustavo" (Elsira)
"Yo fui un integrante más del último grupo de alumnos del maestro Gustavo. Maestro cariñoso que a mí, particularmente, supo contenerme en un momento difícil para mí. Para él todos éramos iguales y nos quería como a hijos. Lo lloré mucho el día que nos abandonó"
"Recuerdo que nos sacaba a pasear en su auto con otros chicos de la escuela. Era muy bondadoso y desinteresado"
"Soy del norte, llegué con seis hijos y él jamás hizo distinción; habíamos llegado con poca ropa y sacó plata de su bolsillo para comprarles ropa para que fueran al colegio" (familia Gómez)
"Lo tuve al maestro Gustavo en quinto grado y tengo un recuerdo increíble de él. Fue una persona bárbara" (Martín)
"El maestro era especial; para él éramos importantísimos, únicos" (Carmen)
"Lo recuerdo como una persona con gran vocación por su labor y gran corazón" (Mario)
"Gustavo era mi mejor amigo; nunca conocí otra persona con los valores de Gustavo" (lamentablemente no figura su nombre)
"Tengo tantos lindos recuerdos; era un padre, un amigo, un maestro, estaba en todo, y a todos nos ponía apodos. Tenía un don muy especial para enseñar. Ojalá hubiera maestros así ahora. Fui su alumna y siempre lo recuerdo" (Betty)
"Gustavo fue uno de los tantos norteños que llegan a este sur hermoso y se quedan trabajando por nuestro engrandecimiento" (Felicita)
"Lo quise muchísimo. Lo llevo siempre en mi corazón" (Cristina)
Llegó a Puerto Deseado a principios de 1979. Venía de Mercedes (Corrientes) y se arraigó en aquel pueblo de tres mil quinientos habitantes. Un aula de la Escuela nro. 5 "Capitán Antonio Oneto" lleva su nombre. Una calle del Barrio Costanera fue bautizada en su honor "Maestro Lezcano". Para quienes lo conocimos estos datos escuetos no alcanzan. Habría que agregar su ferviente militancia en la UCR, su pasión por el aula, la enseñanza y el ejemplo, su carácter alegre pero firme, su participación en la comisión que reunió los fondos para comprar la calesita y su actividad sindical, que lo llevó al último viaje, el tres de marzo de 1988, cuando viajaba hacia Río Gallegos a una reunión de la ADOSAC.
"El maestro Gustavo no fue mi maestro, pero en el recreo o en la formación compartía con todos... siempre recuerdo su sonrisa y el interés por los demás" (Marcela)
"Gustavo fue para todos un maestro, aún para quienes no fuimos sus alumnos, hermoso! A casa venía junto a otros amiguitos. Era una fiesta" (Carmen)
"Recuerdo cuando decía en la escuela 5 que el que tenía cosas que le ocupaban lugar en su casa, pensara en el que no tiene" (Soledad)
"Me acuerdo que él vivía en Rivadavia... íbamos a visitarlo a su casa con mis hermanos, y nos quedábamos a jugar al fútbol; nos ayudaba en las tareas (José)
"No sólo fue el maestro de geografía de los chicos de quinto grado de la escuela 5... También fue un maestro de la vida. Aún recuerdo su cara y sus gestos y el trato amigable hacia nosotros. Soy uno de sus últimos alumnos"
"Lo recuerdo con mucho cariño y respeto. Es un espejo para el hombre que quiero ser; lo tuve a partir de cuarto grado, me enseñó mucho" (Sergio)
"Mi hijo Maxi dio sus primeros pasos de la mano de esa gran persona que fue Gustavo" (Elsira)
"Yo fui un integrante más del último grupo de alumnos del maestro Gustavo. Maestro cariñoso que a mí, particularmente, supo contenerme en un momento difícil para mí. Para él todos éramos iguales y nos quería como a hijos. Lo lloré mucho el día que nos abandonó"
"Recuerdo que nos sacaba a pasear en su auto con otros chicos de la escuela. Era muy bondadoso y desinteresado"
"Soy del norte, llegué con seis hijos y él jamás hizo distinción; habíamos llegado con poca ropa y sacó plata de su bolsillo para comprarles ropa para que fueran al colegio" (familia Gómez)
"Lo tuve al maestro Gustavo en quinto grado y tengo un recuerdo increíble de él. Fue una persona bárbara" (Martín)
"El maestro era especial; para él éramos importantísimos, únicos" (Carmen)
"Lo recuerdo como una persona con gran vocación por su labor y gran corazón" (Mario)
"Gustavo era mi mejor amigo; nunca conocí otra persona con los valores de Gustavo" (lamentablemente no figura su nombre)
"Tengo tantos lindos recuerdos; era un padre, un amigo, un maestro, estaba en todo, y a todos nos ponía apodos. Tenía un don muy especial para enseñar. Ojalá hubiera maestros así ahora. Fui su alumna y siempre lo recuerdo" (Betty)
"Gustavo fue uno de los tantos norteños que llegan a este sur hermoso y se quedan trabajando por nuestro engrandecimiento" (Felicita)
"Lo quise muchísimo. Lo llevo siempre en mi corazón" (Cristina)
RECUERDOS DE LAS CENIZAS DEL 91
LAS CENIZAS, PAPA Y MI WALKMAN
En agosto del 91 cumplí 9 y pedí un walkman. El día del cielo amarillo se llama en mi memoria ese 15 en que el festejo estuvo teñido de miedo porque papá no llegaba de la radio (o de la escuela?), porque el cielo cambiaba de negro azabache a violeta y pasaba por la gama de los rojos antes de chocar contra un amarillo enojadísimo, y porque yo al final no iba a tener walkman si a papá lo había tapado la ceniza.
Barbijos, antiparras, experimentos en el lavadero donde mezclábamos nieve con ceniza del Hudson para ver qué pasaba, pufff, recuerdos de Deseado. Ese año fue mi último, nunca mas volví, y me quedó ceniza en los bolsillos, y me quedaron ganas de patio por las siestas adentro de casa (bueno escabulléndonos de los grandes un poco, pero no suficiente), me quedó la imagen del cielo del 15 de agosto mientras mirando por la ventana esperaba a mi papá y a mi walkman. Nunca supe por qué ese día el cielo estuvo así, ahora pienso que tal vez siempre estaba así cuando había ceniza, pero que los niños ven más allá del cielo y yo no era excepción, salvo que ese día había mucho afuera de casa que me importaba, y el cielo parecía más inmenso. Qué ironía. La ceniza estaba en el suelo, pero el aire era negro, no terminaba nunca de caer.
Por estas fechas, otra vez la patagonia cubierta de ese manto gris que parece gofio pero hace que las ovejas se caigan al agua cuando están bebiendo por el peso de la lana, la gente habla y yo ni digo que yo lo viví, que yo sé lo que es, que qué terrible, que sí, ha visto? Más bien me acuerdo que antes de que venga la ceniza volcánica yo jugué mil tardes, caminé las calles, se me voló algún paraguas por el viento limpio de polvo furioso. Me acuerdo de mis amigos de cuando era chiquita, Eugenio Puttner, Sebastián Sasinsky, Luciana Orellano, Martín el del taller de enfrente, Verónica Saleme… Y pienso si ellos estarán ahora otra vez cubiertos de ceniza, si tendrán hijos que se escapan a la tarde a jugar con esa magia que era para nosotros aunque los grandes no nos dejaban tocarla porque era tóxica. Yo estoy lejos pero si revuelvo alguna caja de recuerdos todavía seguro que encuentro un poco de polvo malo. La memoria salva a los pueblos, la ceniza se va. Si están ahí, usen el barbijo, ya no son nenes chiquitos, tapense los ojos y abriguen a los pequeños si se van a dormir la siesta, porque seguro, seguro, acuérdense, seguro que se escapan a hacer experimentos.
María Marta Lopes
Militante del MST en Capital Federal
Nacida en Buenos Aires porque no había lugar en el Policlínico por los soldados de la Guerra de Malvinas el 15 de agosto de 1982, viví en Deseado hasta el año de la ceniza. Volveré?
Mis saludos a los combativos santacruceños, que contra el viento, los volcanes y la burocracia sindical, luchan con un espíritu digno de imitar.
En agosto del 91 cumplí 9 y pedí un walkman. El día del cielo amarillo se llama en mi memoria ese 15 en que el festejo estuvo teñido de miedo porque papá no llegaba de la radio (o de la escuela?), porque el cielo cambiaba de negro azabache a violeta y pasaba por la gama de los rojos antes de chocar contra un amarillo enojadísimo, y porque yo al final no iba a tener walkman si a papá lo había tapado la ceniza.
Barbijos, antiparras, experimentos en el lavadero donde mezclábamos nieve con ceniza del Hudson para ver qué pasaba, pufff, recuerdos de Deseado. Ese año fue mi último, nunca mas volví, y me quedó ceniza en los bolsillos, y me quedaron ganas de patio por las siestas adentro de casa (bueno escabulléndonos de los grandes un poco, pero no suficiente), me quedó la imagen del cielo del 15 de agosto mientras mirando por la ventana esperaba a mi papá y a mi walkman. Nunca supe por qué ese día el cielo estuvo así, ahora pienso que tal vez siempre estaba así cuando había ceniza, pero que los niños ven más allá del cielo y yo no era excepción, salvo que ese día había mucho afuera de casa que me importaba, y el cielo parecía más inmenso. Qué ironía. La ceniza estaba en el suelo, pero el aire era negro, no terminaba nunca de caer.
Por estas fechas, otra vez la patagonia cubierta de ese manto gris que parece gofio pero hace que las ovejas se caigan al agua cuando están bebiendo por el peso de la lana, la gente habla y yo ni digo que yo lo viví, que yo sé lo que es, que qué terrible, que sí, ha visto? Más bien me acuerdo que antes de que venga la ceniza volcánica yo jugué mil tardes, caminé las calles, se me voló algún paraguas por el viento limpio de polvo furioso. Me acuerdo de mis amigos de cuando era chiquita, Eugenio Puttner, Sebastián Sasinsky, Luciana Orellano, Martín el del taller de enfrente, Verónica Saleme… Y pienso si ellos estarán ahora otra vez cubiertos de ceniza, si tendrán hijos que se escapan a la tarde a jugar con esa magia que era para nosotros aunque los grandes no nos dejaban tocarla porque era tóxica. Yo estoy lejos pero si revuelvo alguna caja de recuerdos todavía seguro que encuentro un poco de polvo malo. La memoria salva a los pueblos, la ceniza se va. Si están ahí, usen el barbijo, ya no son nenes chiquitos, tapense los ojos y abriguen a los pequeños si se van a dormir la siesta, porque seguro, seguro, acuérdense, seguro que se escapan a hacer experimentos.
María Marta Lopes
Militante del MST en Capital Federal
Nacida en Buenos Aires porque no había lugar en el Policlínico por los soldados de la Guerra de Malvinas el 15 de agosto de 1982, viví en Deseado hasta el año de la ceniza. Volveré?
Mis saludos a los combativos santacruceños, que contra el viento, los volcanes y la burocracia sindical, luchan con un espíritu digno de imitar.
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