Un antiguo poblador de Puerto Deseado
Entrevista por: Mario dos Santos Lopes (1980)
A don Carlos Alonso lo conocí en Deseado en 1980, cuando él tenia ochenta y dos años.
Me ganaba por sesenta. Pero además me ganaba porque conoció los tiempos que nosotros ahora tenemos que investigar en los libros de historia, y porque a su edad, cuando mucha gente dice "ya no", él subió a un micro, recorrió 2.300 kilómetros y volvió a su pueblo natal para asistir a los festejos del 70º aniversario de su escuela, la número 5, aquella que era, según nos recordaba, tan pequeña en su niñez, aquella que lo contó como uno de sus primeros alumnos. Y llegó, además, con una valija cargada de libros. Y ahora uno se siente orgulloso de haber caminado por la avenida San Martín hasta Almirante Zar, y de haber entrado con don Alonso en la Biblioteca "Florentino Ameghino" para dejar esa donación. Y conserva, como se guardan las reliquias, la nota publicada por la revista "Cono Sur''' donde Carlos Alonso nos contaba cosas del pasado que reviviremos junto a los lectores.
“…Cuando yo era chico, nos cuenta, la vida era buena en Deseado. Buena para nosotros que vivíamos como si no pasara nada. Porque los padres tenían sus problemas, que no nos contaban, junto con la lucha y el trabajo”.
¿Qué puede contarnos de su padre?
"Llegó aquí en 1896 donde fue comisario y juez de paz, inscribiendo mi nacimiento cuando cumplía esa función. Entonces teníamos casa en las proximidades de una roca, llamada Alonso. Esa roca que entraba al mar fue cortada cuando hicieron el muelle. Pero quedó la baliza que lleva ese nombre”.
Aquella mañana de sol, en la casa de Mario Espíndola, seguimos conversando con Carlos A. Alonso. Así los sigue reflejando el artículo que hoy rescatamos:
"En 1910 llegó aquí Roque Sáenz Peña que acompañado de Ramos Mejía, su Ministro de Obras Públicas, fue recibido por toda la población cuando desembarcó. Claro que antes ya había estado Roca, cunado se instaló la línea del telégrafo. A propósito, le diré que hasta entonces en Deseado se arreglaban con palomas mensajeras. Ellas hacían de correo, pero fueron exterminadas por las águilas”.
¿Recuerda al Padre José María Beauvoir?
“Sí! Cómo no me voy a acordar si él me cristianó y me casó. También recuerdo cuando lo apresaron los indios y logró escaparse. Era muy bueno y trabajador… Naufragó con el vapor Magallanes aquí frente a la costa. Estaba también el gobernador Lista con su esposa que lloraba por un piano que traía. El barco venía con 170 pasajeros y 40 mulas. Muchos se ahogaron al tratar de rescatar las alhajas que estaban dentro. La Piedra del Diablo, que provocó el naufragio, se llamaba desde entonces como aquel barco”.
Con respecto a ese Puerto Deseado tan amado agregó:
“Me encuentro como en otro mundo. Lo he recorrido al pueblo de noche y de día. Todo ha cambiado tanto!. No veo miseria, y que sí hay trabajo. Tiene grandes posibilidades de progresar!
Puedo decir que no todo tiempo pasado fue mejor, si uno se acuerda de aquellos padres que no transmitían sus preocupaciones a los chicos que, como dije, vivíamos como si no pasara nada”.
Testimonios de un tiempo definitivamente pasado. Ojala todos, como don Alonso, podamos decir, cerca del final del camino lo que él nos contaba: “No puedo quejarme, he vivido una vida linda”.
Fuente: Semanario El Orden, 17-02-1983.
Elaboración y colaboración para El Orden: Archivo Histórico Municipal.
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