jueves, 19 de noviembre de 2009

Textos de Hector Raúl Ossés


ELOGIO DE LA SENCILLEZ

El pan casero

El agua para hacer el pan debe tener el calor y el sabor de una lágrima.
Para comprender este aserto es necesario haber llorado; y haber comido pan casero. La receta del pan casero que yo comí cuando era chico es (sin preguntar y sin copiar) la siguiente: se pone harina en corona dentro de un fuentón; calentar agua y al mismo tiempo, en otro recipiente, por ejemplo un jarro enlozado, derretir la grasa. Cuando el agua ha adquirido la temperatura de la lágrima se le agrega sal con cuidado de no sobrepasar aquél sabor; se vuelca todo en esa especie de cráter. Por último se agrega una taza de agua tibia donde se han disuelto dos cucharadas de levadura Virgen. A partir de ese momento se provoca un desmoronamiento de los bordes de harina haciéndolos caer en la laguna. Se comienza a mezclar, con dificultad primero porque la harina mojada se pegotea entre los dedos como si fuera engrudo (ya sabemos que en el principio está el caos), introduciendo las manos abiertas y luego cerrándolas, llevando con amor la harina seca hacia la parte húmeda, aplastando, juntando, abriendo y retorciendo, siempre manual, siempre con vigor. En algún momento la harina, el agua, la grasa y la levadura empiezan a integrarse.
Cuando se ha logrado una tersura especial de toda la mezcla, cuando han desaparecido los grumos y las partes secas, o mojadas, se deja descansar la masa para que la levadura haga su trabajo. Se pone un repasador blanco sobre la boca del fuentón y no se le presta más atención durante un tiempo. Llegará el momento en que el repasador, que al principio caía hacia adentro, estará cubriendo una especie de panza que amenaza derrumbarse por los bordes. Es el tiempo de sacar la masa del fuentón, ponerla sobre una base de madera y amasar de nuevo, espolvoreando harina para que no se pegue, y armar luego los panes y cocinar.
El aroma del pan recién hecho es el olor de la vida.

Strudel. La receta de María Stich.

Dicen que María Stich huyó de la guerra con los hijos atados a su cintura para no perderlos entre la marea humana que buscaba refugio en territorios fronterizos. Acostumbrada a las privaciones, (como casi todas nuestras pioneras, que hacían sábanas con bolsas de harina y reutilizaban los tachos de fluido y las latas de nafta), María daba esta receta de strudel: dicen que la recetaba hablando de “tú” (a mí me lo dijeron con el acento necesario para disfrutarla totalmente).

“Pones harina en corona sobre la mesa. Si tienes huevos pones huevos (si no tienes no pones). Agregas grasa de cerdo. Si no tienes de cerdo pones de gallina, si no tienes de gallina pones aceite y si no tienes nada no pongas nada, pero no pongas manteca.
Dejas descansar la masa en lugar tibio (mientras más descansa mejor); luego pones un trapo en la mesa y comienzas a estirar la masa con las manos, nunca con palo. Adentro pones manzana; si no tienes manzana pones ruibarbo, si no tienes ruibarbo cualquier otra fruta, pero pon una fruta. Luego pones nueces picadas (si tienes) y pasas de uvas (si no tienes no pones nada). Arriba pones pan rallado dorado en manteca (si tienes) si no, dorado en grasa, pero no lo dores en aceite. Agregas canela, azúcar o jengibre (o lo que tengas).

Habría que preparar personas que lleven consigo la memoria vocal de las viejas recetas caseras; y que las vayan transfiriendo para que estén a mano cuando uno quiera celebrar lo simple.

Héctor Raúl Ossés

Doctor Raúl Cevasco/ Memorias de un médico de pueblo

Memorias de un médico de pueblo

SORPRESAS

Actualmente el puerto trabaja casi exclusivamente con pesca y mercadería que sale de sus muelles, pero retrocediendo en el tiempo hasta mediados del siglo pasado, es posible recordar la época en que a nuestro puerto llegaban los barcos con mercadería para La Anónima, con el “Asturiano” y el “José Menéndez” entre ellos, barcos que operaban en el muelle hoy conocido como muelle de Ramón. Estos buques transportaban mercadería para sus negocios en la Patagonia y también pasajeros que viajaban desde los puertos patagónicos hasta Buenos Aires o viceversa. Como no operaban en el muelle fiscal, los buques anclaban en el medio de la ría y la mercadería y los pasajeros eran transportados al muelle mediante lanchones.

Por ese entonces y durante mucho tiempo, operaron también los barcos de Transportes Navales, con carga para la zona, entre los cuales se puede recordar el “Lapataia”, el “Cabo de Hornos” ó el “Bahía Buen Suceso”. En nuestra localidad, estos buques eran atendidos por la agencia Hijos de Florentino Pérez. Por otra parte, en el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) se libró lo que se conoció como “batalla del petróleo”. Durante ésta, debido a la masiva radicación de empresas extranjeras en la región para la explotación petrolera, numerosos barcos con carga de equipamientos para esta tarea operaron en el puerto de Deseado. Por último, por el litoral marítimo, pero sin entrar en puerto, pasaban las naves de YPF que llevaban el petróleo para las destilerías de La Plata y Campana, y también de Yacimientos Carboníferos Fiscales, que transportaban el carbón hacia las acerías sobre el río Paraná, en San Nicolás y Villa Constitución.

Primera sorpresa. Fue en un año de comienzos de la década de 1970. Una templada tarde de sábado en verano. Suena el teléfono de la guardia. De la entonces Subprefectura local solicitan el envío de un médico al puerto para la atención de un tripulante de un barco que se encuentra en un “coma con convulsiones”. Concurrí para atender la emergencia y al llegar a puerto comprobé que el muelle estaba vacío. Ningún barco a la vista. Mientras tratamos, con el chofer de la ambulancia, de descifrar lo que pasaba, se acerca a nosotros el segundo jefe de la Subprefectura, un oficial de apellido Moyano y nos explica que el barco con el tripulante enfermo se encuentra en rada, frente a la boca de la ría, y hasta allí debía trasladarme con la compañía de él.

Segunda sorpresa. En realidad había un barco en muelle. Era la lancha de prefectura LP 11 que durante tantos años prestó servicios en este puerto. Lo que ocurrió era que con la marea baja, la lancha, tan grande era, quedaba oculta por el muelle. Hacia la entrada de la ría, mar afuera, se podía ver, anclado y esperando, un barco que resultó ser de YCF y cuyo nombre hoy se me ha perdido en los recovecos de la memoria. Nos embarcamos y salimos en navegación hacia mar abierto. Cuando dejamos la protección de la ría, la lancha empezó a moverse y a cabecear, dada la intensidad de la marejada. Costosamente se fue arrimando hasta el barco, que de cerca se veía que era inmensamente mayor. Por el costado del barco pendía una escala de gato, hacia la cual se arrimó de costado la lancha. Cuando consiguió hacer contacto, el borde de la lancha, al compás de la marejada, se acercaba y se alejaba de la escala. El oficial Moyano me dijo: “En el momento en que la lancha se acerca a la escala, salte y agárrese”.

Tercera sorpresa. No creo que sea necesario reproducir acá la respuesta. No fue nada grosera pero sí absolutamente negativa. No había ninguna experiencia ni entrenamiento de nuestra parte para ese tipo de ejercicios acrobáticos. Ante mi negativa se siguió maniobrando hasta que se consiguió que las dos embarcaciones quedaran arrimadas de manera más o menos estable y allí sí, con ayuda de los tripulantes de ambas embarcaciones, conseguí superar la escala y abordar el buque mayor. Una vez en la cubierta del mismo, se intentó de inmediato la localización del paciente, y, a nuestro requerimiento, se nos informó que el mismo se encontraba en amena charla con el capitán del barco.

Conclusión. Resultó ser que el paciente no había declarado padecer de epilepsia entes de embarcarse por temor a ser dejado en tierra. Al manifestarse dicha enfermedad a bordo y sin un médico accesible que pudiera efectuar un diagnóstico certero, sus compañeros y sus superiores determinaron que el paciente se encontraba en “coma con convulsiones”. El hombre fue desembarcado y después que le hice un reconocimiento médico en el hospital fue derivado a la ciudad de Buenos Aires por vía aérea.

Raúl Eduardo Cevasco

Luis Piedra Buena, el guardián del Sur

Luis Piedra Buena
EL GUARDIAN DEL SUR


Hambrientos, ateridos y empapados hasta la médula en la playa huraña e inhóspita, han conseguido encender una fogata con cachiyuyos secos para que alguien les localice. Son los veintiún náufragos del carguero alemán “Pactolus”, que fue deshecho por las restingas del False Bay, en Tierra del Fuego. De pronto uno de los vigías que ojean la mar, da un grito: “Goleta a la vista!”

La providencia ha salvado a los marinos, bajo la forma de un barquito de bandera Argentina y que comanda un hombre corpulento, barbudo, vestido con altas botas de agua, chaquetón de cuero y gorra naval: el capitán Luis Piedra Buena. El que auxiliara, cuando estaban en trance de muerte, a los tripulantes del ballenero “Dolphin ”, en Bahía Nueva, y a los del “ Eagle ”, en la isla de los Estados. El que, de su bolsillo, siembra de estaciones de salvamento y de avisos a los navegantes, las costas de Tierra del Fuego, Isla de los Estados y Santa Cruz. El mismo que, años después, socorrerá en alta mar al carbonero “Anna Richmond”, con fuego a bordo, a la carguera noruega “Cuba”, al sur de Santa Cruz, y a tantos barcos más. El capitán Piedra Buena, solitario salvador de náufragos en nuestra costa austral, en la que aun había aventureros sin patria y sin escrúpulos que provocaban naufragios para saquear los despojos de las naves.


Los patagones, onas y yaganes odian a los blancos balleneros y cazadores que los maltratan y roban. Solo respetan y quieren con devoción fanática a uno, al pulpero de la isla Pavón, en el río Santa Cruz, que los defiende de los blancos malos y les compra a buen precio los cueros, las plumas y las pieles. Que les da medicinas para sus enfermos - sabe de eso más que sus brujos - , les regala provisiones en los tiempos de hambruna y, de paso, les obsequia con banderitas azules y blancas, enseñándoles a respetarlas como a sus amuletos, porque esos trapitos pintados, que les traerán la holgura y la paz, representan la tierra dura pero querida en que han nacido. El mismo blanco que lleva a los jóvenes de la tribu en su goleta para enseñarles a ser marinos, bajo una bandera igual a las chiquitas que a ellos les regala. El buen capitán Piedra Buena, único protector y apóstol laico de los aborígenes patagónicos, en años en que había blancos que se divertían en cazarlos a tiros, como a fieras.

El enorme litoral, de Carmen de Patagones al sur, es un desierto casi mostrenco, sin ley ni bandera, presa fácil e inerme para cualquier aventurero o nación ambiciosa. Costas recaladas por barcos de todos los pabellones de la tierra, cuyos hombres cazan, pescan y cortan leña en ellas sin control alguno. Tierra inmensa que, aunque nominalmente pertenece a la República Argentina, no vigila ni defiende nadie. Digo mal, nadie no, un hombre, por sí y ante sí, sin comisión alguna, sin título, grados ni canonjías oficiales, representa allí, ubicuo y prolijo, a la Argentinidad, recordándola a loberos, balleneros, piratas e intrusos de todo pelo y marea. Sembrador de banderas argentinas en las costas abandonadas y en manos de los indios que aprenden de la palabra “ Patria”. Maestro que enseña al nativo a ser grumete criollo. Fundador de puestos de avanzada, como su almacén de Isla Pavón, defendido por dos cañoncitos y una milicia de gauchos e indios que diariamente izan y arrían la bandera Argentina en un mastelero que se avista desde mar adentro. Que mantiene de su peculio la estación de Puerto Cook en la Isla de los Estados y factorías en el Estrecho de Magallanes, para reivindicar la soberanía Argentina sobre éste, olvidada por el lejano gobierno de Buenos Aires. Que con sus armas en la mano y acaudillando a sus indios defendiera el azul y blanco en San Gregorio, sobre el Estrecho, y que debiera arriarlo ante la superioridad de fuerzas extrañas, sin que nuestras autoridades hicieran nada para ahorrarle esa amargura. Quien pintara arrogantes nuestros colores en el Cabo de Hornos, que hoy hemos perdido, con esta desafiante inscripción debajo: “Aquí termina el dominio de la República Argentina”. El capitán Luis Piedra Buena, misionero de la Argentinidad, caballero sin miedo y sin tacha del celeste y blanco. Adelantado de Mayo y Almirante de la Mar Austral.

Nació en Carmen de Patagones en 1833 oyendo historias de corsarios de cuando la guerra con el Brasil y viendo arribar y zarpar goletas, cúteres y pailebotes que iban en demanda del Lejano Sur o que volvían de él. Pero que izaban banderas distintas de la que flameaba en el fuerte de su pueblo. Visiones de la puericia que despertaron en él los dos grandes amores que regirían su vida: el mar y la Patria.

Escapando del regazo materno solía fabricar piraguas de troncos que hacía navegar por el río Negro, impulsadas por un poncho a guisa de vela: todo un símbolo. El capitán Smiley, un yanqui con mas agallas que un dorado, le prohijó, le llevó a estudiar náutica en Nueva York y, le hizo, con el tiempo, su segundo. Conoció Santa Cruz, Tierra del Fuego, Malvinas y Antártida, aprendiendo de memoria los ancladeros, arrecifes y vericuetos de la Isla de los Estados y de los innúmeros canales de Fueguia. Cierta vez debió errar durante meses por el Drake con su barquito preso en un témpano, alimentándose con bazofias de foca o ballena. Náufrago vaya a saber cuántas veces. En una de ellas, debió refugiarse con sus hombres en la Isla de los Estados. Y manteniéndose con caldos de cachiyuyos, dirigió la construcción de un cúter de trece toneladas con los restos de su nave. Los bautizó con su nombre, el “Luisito”, izó en él una bandera azul y blanca hecha con un trozo de vela teñido, y se lanzó a las olas, salvando a toda su gente al ir a recalar –consúltese la carta- ¡en Punta Arenas!

Así llegó a ser maestro en el conocimiento de la costa patagónica, en el arte de navegar, en arponear ballenas y desollar focas. Lobo de mar de pelo en pecho, que no mezquinaba el cuerpo a la bomba de achique, a la vigilancia en la cofa, a la maniobra ruda –codo a codo con sus hombres- ni a trepar arboladuras para cortar alguna filástica o cabo agarrotado. Marino que estudió en el libro del mar abierto y que, quizá por eso, fue el argentino mas marinero que haya parido nuestra tierra.

GRITO ARGENTINO

El gran maragato, criollo hijo de criollos, quiso a la Patria con el verbo y con los hechos. Si la Patagonia es todavía nuestra, sólo a él se lo debemos. Caballero andante que pintó de azul y blanco el Mar Patagón, él solo contra todos, gritando a cabreros y bachilleres que desde el río Negro hasta Antártida, tierras, hielos y mares eran argentinos.

Las andanzas de Piedra Buena llegaron a oídos de Mitre que, olfateando al hombre, en 1862 nómbrale capitán honorario, lo autorizó a armar su barco y le donó la Isla de los Estados, su surgidero familiar. Fue el espaldarazo para el nauta, que se convirtió desde entonces en uno como aquellos Adelantados de Castilla que, aunque olvidados por sus reyes, avanzaban en tierras de infieles y ampliaban las fronteras de la Cristiandad Reconquistadora.

Fue comerciante, pero no cartaginés. Nunca olvidó Piedra Buena que era marino –vale decir caballero y honrado - ni que era argentino. Tanto, que rechazó altivamente la vulpina oferta de vender sus tierras de los Estados al gobierno inglés y sacó con cajas destempladas a quien le propuso ponerse al servicio de Chile. No: seguiría argentinizando el Sur aunque sus compatriotas no se acordaran de él.

Pero cuando en 1878 se obscureció nuestro horizonte internacional y la escuadra de río de Sarmiento debió zarpar de Buenos Aires hacia Santa Cruz para proteger a la Patagonia amenazada, el gobierno argentino requirió la experiencia del adalid solitario y le dio el grado efectivo de teniente coronel de Marina, junto con el comando de la flamante corbeta “ Cabo de Hornos”. En ese buque, que él haría escuela de grumetes, tendría como segundo al mas tarde primer Ministro de Marina de la República: Martín Rivadavia, nieto del prócer que proyectara colonizar la Patagonia. La escuadrita comprada por el Gran Sanjuanino y el prestigio de Piedra Buena, que Buenos Aires “descubriera” gracias a Mitre, disiparon el peligro.


EL ULTIMO ADIOS
Un día cualquiera de 1883, enfermo y con cierto regusto de amargura, murió el comandante Piedra Buena. El diario “La Nación” - Mitre quizá- escribió junto a su tumba: “Ha muerto sin poder completar su obra en la región austral; pero las olas murmurarán para siempre su nombre...”.

Y así se alejó el comandante Luis Piedra Buena, quizá tripulando su “Luisito” envelado con el poncho de cuando niño y empavesado con un girón de lona celeste y blanca. Capeando su último temporal del Cabo de Hornos y con la proa puesta hacia los mares de donde no se vuelve. El gran maragato en cuya fosa, justicieramente, ha escrito la posteridad: “Marino valeroso. Providencia de náufragos. Custodio de la Soberanía Argentina”.

Luis Eduardo Arguero; Cielo al Tope; Historias Marineras

Salvamentos:
* 1849 - John E Davison - 25 náufragos alemanes - En IE
* 1857 - Manuelita - 42 náufragos-norteamericanos – Ballenera Dauphin, en Bahía Nueva - Conducidos a Patagones
* 1873 - Luisito - Marzo - 6 seis náufragos ingleses - Pailleboat Eagle - En IE - traslado a Punta Arenas
* 1874 - Luisito - Octubre - 21 náufragos alemanes - Dr. Hansen - False Bay, Tierra del Fuego, con traslado a Punta Arenas.
* 1877 - Goleta Santa Cruz - 5 de Octubre - 22 náufragos-ingleses- Barca Ana Richmond - 2ª 3 Sur 56ª30 Oeste - Traslado a Buenos Aires.
* 1878 - Goleta Santa Cruz -26 de Agosto - 20 náufragos noruegos- Barca Cuba
* 1882 - Cabo de Hornos - Marzo - 11 náufragos ingleses - Barca Pactolus - IE con traslado Punta Arenas.

Un hotel en medio del desierto

PATAGONIA PARA RECORDAR
Historias de un Hotel en el desierto

En los años '50 -'51, mi padre tuvo un problema respiratorio, asma. El mismo médico que le había recomendado que me traiga a la playa, le sugirió que tenía que dejar la panadería e irse al mar.
Compró un hotel en un lugar llamado Puerto Lobos, por la antigua Ruta 3, cerca del Paralelo 42. Lo que se conoció como el Paralelo 42 era un beneficio de importación para la zona sur, donde no se pagarían impuestos sobre los productos. Los productos llegaban a Madryn en barco.
Cerca del hotel de mi padre había un destacamento policial que controlaba que no se hiciera contrabando. Era la época en todo el país de sustitución de importaciones y la industria nacional estaba protegida, por lo que lo importado era sumamente raro.
Los primeros años sólo se podían traer elementos de trabajo, por ejemplo, autos que estaban modificados tipo furgonetas. La Courier en el caso de la Ford y Delivery en el caso de la Chevrolet.
Desde el hotel veíamos intentos de contrabando y quedaban detenidos. Recuerdo que una vez entre los fardos de pasto llevaban motores. Otras veces que se veía la polvareda de los autos que pasaban por atrás y nadie los veía.
También solían venir gitanos, de la familia Traico, con mucho dinero, compraban los autos Ford, Chevrolet, Mercury del '46 / '47, que eran autazos para el norte, y los vendían. Con ese dinero compraban acá los modelos '51 o '52 y hacían negocio.
Los caminos eran de tierra y no eran buenos, entonces los colectivos se ponían de acuerdo y salían de a varios para poder auxiliarse. Salían por ejemplo el martes tres juntos. A la vuelta, se generaban muchas horas de atraso. Venían de San Antonio de a tres coches juntos. Paraban en el hotel a desayunar, había que preparar todo.
La luz se ve desde muy lejos. Desde arriba del techo o desde una loma se veían las luces que estaban a 20 kilómetros. Mi tío miraba y si veía tres luces juntas gritaba y nos poníamos a preparar el desayuno. En ese tiempo los coches andaban despacio, así que teníamos tiempo para preparar. Por ahí sucedía que venían tres autos comunes y teníamos que desarmar todo.
El Paralelo 42 se abrió como beneficio a una zona desértica en desarrollo. Algunas cosas llegaban en barco a Madryn, pero había otros casos, como el de los autos, que llegaban a Buenos Aires. Les daban permiso de determinada cantidad de días para llegar a Chubut. En Buenos Aires había muchos estudiantes que sabían manejar, así que se organizaba una caravana, el responsable de la compra adelante y toda una fila atrás de gente manejando los autos cero kilómetro. Claro, cuando llegaban a Chubut ya tenían 1500 kilómetros.
En general venían autos iguales; entonces todos tenían autos que se veían igual. En Trelew, la gente dejaba el coche con llaves, abierto, en ese entonces no había problemas. Lo que sucedía es que como eran similares muchas veces alguien se llevaba un auto que no era propio.

Santiago López

NARRATIVA ORAL DE RUKA CHOROY, EN NEUQUEN

Narrativa oral de los Pobladores de Ruka Choroy (Neuquén)

Este trabajo pertenece al Proyecto de valorización de elementos Folkóricos en el Distrito Educativo Aluminé. Estos relatos aparecieron en la Revista Huerquen entre los años 1986-1987. Esta valiosa recopilación de historias de vida de los paisanos de Ruka Choroy, Lonco Mula, Abra Ancha, Poi Pucon, la gran mayoría descendientes directos de Mapuches, brinda un fresco de cómo viven estas comunidades hoy, alejadas de las grandes urbes y los elementos tecnológicos, viviendo una vida austera, y mostrando en muchos de sus relatos, la triste historia de pueblo avasallado, humillado, ofendido. Las historias cuentan además la rica cultura del pueblo Mapuche, sus costumbres, sus comidas, creencias, y su resistencia a perder definitivamente sus rasgos distintivos, como el bello Mapudungun o lengua originaria.



RELATOS ORALES DE RUKA CHOROY

UNA COSTUMBRE QUE SE MANTIENE

Con los primeros alimentos del día, se ruega a Dios de esta manera: Con el primer mate se tiran cuatro yerbitas al fuego o al suelo de la cocina. También con el pan o las tortas fritas, cuatro miguitas. Con la sopa se hace lo mismo y con los alimentos.

Se hace para estar bien con los hijos, con la gente, para no pasar ninguna cosa mala. Uno le está dando a Dios pa que Dios lo ayude en todo. Si uno ruega de esa manera Dios lo va a acompañar. Uno manda solo. Dios ayuda, entonces uno tiene sino no tiene nada.

Ester Ñanco


LOS YUYOS QUE DAN COLOR

Cuntun macuñn: Es una mezcla preparada con Kokolle, chacay, chepell y llallanta.

Los yuyos se sacan todos con raíz y antes de que florezcan.

Se los pone a hervir (solo la raíz) bastante. Cuando está frío, se pone la lana y se le da vueltas hasta que agarre el color. La lana queda color rosado.

Fermina López



LOS JUEGOS DE LOS ANTIGUOS

El Palín: Jugaban los antiguos antes. Es una bocha que se mueve con una caña doblada. Saltaba lejos y allá estaban los contrarios que atajaban. Tiraban la bocha, y si pasaba pa el otro lado, era como un gol. Se golpeaba la bocha con la caña, por abajo. Se invitaba a una fiesta. Iba la gente baqueana a hacer palín, ¡los que eran ágiles para jugar!

Antonio Salazar


AGUALL CUCELL
Se jugaba con 10 habas pintadas de negro de un lado (con tizne), sobre una matra, bien parejito. Se tiraban las habas sobre la matra, y si caían del lado negro, sumaban puntos. Jugaban por matra nueva, pelera, hasta pellón jugaban.

Ana Licán


CEPIL CAHUE
Se juntan como 20 o 30 palitos. Se ponen así (paraditos) y después lo van sacando, lo largan solo sin que se muevan los otros palitos. Jugaban los hermanos. Antes, antes, cuando estaban ellos muchachos. Los palitos los hacían ellos, arreglados.
¡Juego e los coltros no más!
Flora Licán


La Gente que sabe mucho da consejos de esta manera

Se estaba aproximando el término del mundo. Había una persona, de esos de los mas amargos de boca, que tenía animales. En una de esas mañanas, encuentra la majada toda echada en el rodeo. Dormidas, tranquilas las ovejas. Tomó mate temprano. Salió para afuera a fijarse en sus animales si estaban saliendo de su rodeo. Los encontró lo mismo como estaban. Volvió a tomar mate.

Dijo entonces: - A mis ovejas no les da por salir. Un poquito mas tarde voy a sacarlas. Tomaré otros mates, se enaltó; y dijo: -Mis ovejas no salen, mis animales no salieron del rodeo, qué pasa?

Entonces el hombre, agarró un arreador. Quiso sacar los animales del rodeo, y cuando los quiso tocar para agarrarlos, no se movió ninguno. Nada, duritos estaban. Tentó con la mano oveja por oveja. Estaban tiesesitas y muertas. Todas las ovejas, no unas pocas. Todas. El hombre quedó manos cruzadas, no halló que hacer, como vivir después.

El divino Dios le quito esa suerte, le quitó los animales al hombre por la mala boca que él tenía. El hombre golpeó las manos y dijo: -Mi Dios en que le he faltado?, y ahora que hago?. Yo vivía por los animales que yo tenía. ¡Mi Dios, por favor, resucite a mis animales!

Y recién se acordó de Dios el hombre. Más antes no. Sabía andar parado retando a los hijos, retando a otros, andar mal con los vecinos. Pero nunca se acordaba de Dios. El pensó que él mismo fabricó los animales y resulta que no. Había dueño también, los animales tenían dueño. Así, quedó pobre el hombre.

Desiderio Calfinahuel



CONTADA DEL RAYO

Yo estaba trayendo un animal redomón colorado malacara con una rienda con cabezada chapeada, un poco lujoso. Al tomar la majada del faldeo para llevarla al rodeo, salimos con otro muchacho. El salió en pelo del animal, un tordillo, y yo salí en un colorado malacara ensillado y emponchado con poncho de hilo común.

Había nublado de tormenta muy espeso y yo calculaba que algo podía pasar mas tarde. Cuando veníamos en la mitad del faldeo, empezó el trueno. Estas cosas de trueno, uno le parece que es pequeñas cosas, pero tiene mas poder que un arma de fuego. Estas tormentas llevan peligro en los colores del animal. Lleva varios contrarios. De no andar trayendo cuchillo de acero, algunas agujas para costura u hojas de afeitar en los bolsillos de su apero, y menos será la plata que yo andaba trayendo en las riendas.

Totalmente que empezó el trueno muy fuerte que llegaba a retumbar el faldeo. Luego cayó un chaparrón de agua muy fuerte, y el relámpago.

Venía por entre unos ñires y de repente, sobre caminando con los animales de arreo, siento que estaba en el suelo. Vide que estaba entre el fuego, la llamarada de fuego. El animal se levanta trastabillando, no tenía firmeza. Al levantarme yo, también me voy cayendo, hasta que me pude agarrar en el garrón del estribo. Pude parar y quedé medio temblado, bastante temblado. ¡Ya no tenía esperanza de vivir!. Porque parece que no tenía ánimo de nada, ni hablar, ni pegar grito, nada.

Hasta que me levanté y el animal ya se afirmó y pude poner el pié en el estribo y monté a caballo. Había un cerrito lleno de pinaladas que quedaba mas cerca y me fui ahí, galopando con toda la furia del animal.

Allá llegué y entonces me bajé del caballo. Bajé el cojinillo, saque las riendas plateadas y lo dejé enterrado en la tierra para que no se vea nada la luz. Después de haber atado el animal a un palo, tendí el pellón debajo de un pino araucaria y me acosté. Me tapé con el ponchito que andaba trayendo, hasta no asomar nada la cabeza, nada. Me quedé ahí pensando muchas cosas. No me animé más a destaparme.

Llegó la noche, una oscuridad tremenda. Siguió nomás el trueno fuerte, venía granizo de agua. Yo estaba tapadito con mi poncho debajo del pino. De repente, siento que el animal cruzaba por encima mío, pa un lado y otro, pegando saltos el animal. Seguramente que el rayo le penetraba, o el relámpago muy fuerte. No se de que se asustaba el animal.

Levanté mi ponchito y até un lado un poco más lejos al animal. Volví a quedarme acostado en el pellón, tapado con el ponchito. De tanto pensé que se iba a pasar ahora. Debajo del poncho, encendí un cigarrillo y me levanté de la camita. Salí rogando al este, así como estaba; y rogué a Dios, el dueño de la tormenta, pidiéndole disculpas, pidiéndole perdón y que campara el tiempo, que se calmara la tormenta para poder vivir y llegar al puesto. En dos horas mas ya pasó la tormenta, pero no tuve coraje de ir al puesto hasta que vino asomando la claridad de la mañana. Entonces apreté la cincha de mi animal y le puse el pellón y monté a caballo y me fui galopando pa el puesto. Allá estaba la gente permaneciendo sentados a la orilla del fuego, esperándome. Mas pensaban que yo estaba muerto por ahí en el campo.

Me vieron llegar, prendieron el fuego, me cebaron unos mates y en lo que se aclaró, me vieron las pestañas de los ojos todas dobladas para arriba, chamuscadas por el fuego. El poncho estaba chamuscado también, como quien me tiró adentro del fuego.

Poco mas tarde miramos al animal ya para largarlo, y estaba tostado. Era colorado el animal, pero se puso tostado en lo que se chamuscó en el rayo. Es decir que no me agarró bien sino ¡me hace pedazos!

Entonces de ahí y respeto mucho. Es el conocimiento bárbaro que me dio el espíritu de Dios, que a lo mejor yo estaba equivocado o no creía el asunto de los indígenas. Entonces, para ir conociendo todo lo malo y todo lo bueno, algo tiene que compadecer por delante.

Por eso vengo a respetar que no debo de correr, que no debo de usar rienda plateada, que no debo usar cuchillo por delante de la tormenta, ni menos aguja, no menos hoja de afeitar que son de acero.

El color del animal también. El tordillo, el colorado, el tapado, también esos tres son contra de la tormenta. Lo que no han pasado chascos, no creen nada. Uno tiene que pasar algo para creer estas cosas.

Desiderio Calfinahuel

HISTORIA DE LAS COLECTIVIDADES EN PUERTO DESEADO

COLECCIÓN DE HISTORIA URBANA

Historia de las Colectividades en Puerto Deseado ( 3ra. Parte)


La llegada al país de diversas olas migratorias obedeció a causas muy diversas, que van desde persecuciones religiosas, hasta el hambre y las guerras, así como también el deseo de mejorar el nivel de vida individual. Muchos campesinos vinieron para evitar la inexorable proletarización, pero también es posible hablar de una emigración de élite, muy insignificante pero cuyas consecuencias sociales han sido trascendentes, con la llegada de profesionales e intelectuales tales como educadores, escritores, médicos, ingenieros etc.

En esta tercer entrega es imposible no sentirse estremecido al ver como estas comunidades extranjeras que formaron parte de nuestra sociedad, a pesar de los contratiempos, el clima riguroso, la falta de conocimiento del idioma y de las costumbres locales, lograron abrirse paso a todas las adversidades y en Pto. Deseado, el lugar que eligieron para vivir formar sus familias y poco a poco progresar. La gran mayoría de estas familias unidas bajo un común denominador: “la cría de los lanares” y la ansiosa espera de la época de esquila, ya que es el momento en que se recibe la retribución adecuada, después de un año de arduo trabajo.

El surgimiento de las estancias transformó el espacio vacío e ilimitado en un ámbito de producción rural que permitió situar al país entre los primeros proveedores mundiales de materia prima. En estas latitudes las estancias trocaron el paisaje. Superando el crudo invierno, las intensas nevadas y el incesante viento, se convirtieron en verdaderos pueblos repartidos en la inmensidad de los campos. Anclados en una geografía salvaje y un clima hostil, un puñado de hombres y mujeres de distintas nacionalidades lucharon por sobrevivir.


La colectividad italiana:
Luego de la española, la comunidad italiana es la segunda en importancia en Deseado -fue el Cap. Antonio Oneto fundador de la colonia pastoril de origen italiano-, los italianos comenzaron a instalarse en la localidad a principios del 1900. Fundan su sede social un 15 de Octubre del año 1914 y se agrupan en una institución conocida como el “Círculo Italiano Gioconda” al poco tiempo de su creación, lograron adquirir, con gran esfuerzo, su terreno propio y levantar su sede.

Misceláneas:
En 1909 llega a Deseado para trabajar en las obras del ferrocarril el Sr. José Turcatto, en esta localidad instala el confortable hotel “Royal” . En 1913 pobló el establecimiento ganadero llamado “San Marcos”.
En 1916 el Sr. Aquiles Cittanti instala el primer servicio telefónico urbano.
En solemne acto y lunch posteriormente realizado el 29 de junio del año 1919 la Comisión de Damas “Pro Edificio” organizó la ceremonia de colocación de la piedra fundamental, sobre la cual mas tarde se levantó el edificio y sede social denominado “Gioconda”.
En 1919 arriba a Deseado el Sr. Arturo Cadario y se instala con el “American Bar”, es propietario de otros hoteles y explota con inusitado éxito el hotel “Argentino”
Los italianos el día 26 de mayo de 1923 adhiriéndose a los festejos de la celebración de las fiestas mayas; ofrecieron en sus salones un baile de gala.
Durante la época de esquila venían comparsas de italianos, algunas directamente de Italia para este fin, la más conocida era la comparsa “Estomati”.
En el año 1923 Dn. Miguel Lastoria y Cía. eran los propietarios de la “Barraca Italiana” quienes se dedicaban a la compra de lanas y frutos del país, plumas de avestruz, cueros de cabra, chulengos etc. Tenía como anexo un depósito permanente de leña de algarrobo, forrajes, cereales, vinos de Mendoza etc. Al mismo tiempo se destacaba como constructor de casas –verdaderas obras de arte- en el pueblo y en las estancias el Sr. Artenio Tonín quien tenía la concesión de la cantera del cañadón “Los Guindos”. En el mismo año Gino Ghiavegato propietario del hotel “Londres” ofrecía en su local comida a la carta, baños fríos y calientes, garaje, caballerizas y autos para el servicio de los clientes.
Desde 1920 a 1930 Dn. Antonio Fatovich era el propietario de la cafetería “El Cóndor” comercio en el que se encontraba un gran surtido de elegantes cajas de bombones finos, queso y manteca fresca que se recibía en todos los vapores que recalaban en el puerto.
Fue en los bailes de carnaval celebrado con una brillante reunión en el Círculo Italiano cuando en el año 1924 la Srta. Aurelia Fernández gana el primer premio por su original y bien combinado traje de seda blanca impreso con la primera y última página de los periódicos locales.
El 20 de setiembre de 1924 el Círculo Italiano local festejó el 54° aniv. de la unificación de Italia, en primer lugar con un vermouth oficial, seguido de una gran kermesse y diversiones para los niños; luego una velada en el salón de la Soc. Española, y así continuaron los festejos hasta el día 21 con una función en el cine “Colón” donde se sortearon entre los asistentes tres libras esterlinas de oro.
El “Apolo” como se lo denominó durante más de 70 años, es inaugurado el 1º de Diciembre de 1925 por los Sres. Emilio Rossi y Silvio Conz (ambos italianos). En 1925 estos señores se dirigen a la Gobernación del territorio solicitando la patente para el hotel y expendio de bebidas alcohólicas y tabaco.
Los festejos del “XX de Setiembre” de 1925 se desarrollaron en medio de la mayor animación. El público ovacionó el número de canto llevado a cabo por Antonio Parolín y premió con nutridos aplausos las dos piezas de música ejecutadas al piano por la Sra. M. de Barril y violín por el Sr. A. Bauer. La comedia “amor que pasa” colmó las expectativas del público apenas se levantó el telón de la Sociedad Española, (recinto donde la Sociedad Italiana realizó los festejos). Al mismo tiempo que en Deseado se realizaban estos festejos en Roma se agravaba la campaña que hacían los fascistas contra los masones; declarando Mussolini que nada le importaban los opositores ya que por mucho que se empeñaran en obstruir la marcha de su política, nada conseguirían.
El 4 de marzo de 1927 los hermanos Coccoz inauguran la empresa “Luz y Fuerza”. El 21 de Mayo la Sociedad de S.M. “Gioconda” organizó en los salones del cine-teatro Colón, una velada teatral a beneficio de su fondo social. Se puso en escena la obra nacional titulada “Santos y Bandidos” en la que participaron los aficionados: Sta. Teodolina Cittanti y los jóvenes Alberto Calzada, Arturo Ranni, Domingo Menicucci, José A. Murat, Ricardo Dreidemie, Marcelo Finochietto y Enrique Vazquez y los niños Avelina y Carlitos Sarchi al finalizar la obra con gran éxito se desarrolló el baile familiar.
La Comisión Directiva encargada de los destinos de la institución en el año 1936 estaba formada por doce miembros, encontrándose los Sres. Atilio Salemme, (peluquero y músico, guitarra-violín-bandurria), Mario Celano (sastre), Artemio Tonín (constructor) Antonio Parolín (poblador Col. Las Heras), Marciano Panizza (picapedrero y constructor), Vicente Belloso (carnicero), Cayetano Carilli (mecánico), Pascual Digiorgi (sodero), Pedro Cittanti (comerciante telefonista), Antonio Lucca (ferrocarrilero) etc.
El Círculo Italiano “Gioconda” en conmemoración del 25° aniversario de su fundación en el año 1939 realizó en Pto. Deseado un importante festival.
El 4 de junio de 1991 nació en Italia el maestro Mario Caccia. En 1943 llegó a la Argentina, se vincula con los salesianos y en 1945 arriba a Deseado. En 1986 fue ordenado diácono permanente. En 1990 el Consejo Superior de Educación Católica le otorgó la distinción “Divino maestro”; vivió hasta los 86 años en Pto. Deseado.
En el año 1971 el gobierno italiano otorgó el título de caballero de la Orden Vittorio Veneto a Dn. Silvio Conz, en su carácter de ex combatiente de la primera guerra mundial (1914-1918) y al mismo tiempo lo honró con una medalla de oro y una cruz. El representante consular de Italia en la localidad Dn. Antonio Bilancioni le hizo entrega de la cruz y el diploma que lo acreditó como caballero.
Algunos de sus presidentes fueron: el Sr. Aquiles Cittanti, Arturo Cadario, Tancredo Mazzuchelli, Ernesto Sarchi, Aldino Fava, José Turcatto, Cayetano Carilli etc. En agosto del año 1973 un grupo de vecinos constituye una “Comisión Reorganizadora” del Círculo Italiano Gioconda” de efímera existencia.
Entre algunas de las familias antiguas de italianos que residieron en la localidad, además de las nombradas se encuentran las siguientes:
Berti, Bilancioni, Brunetti, Burlotti, Calgabrina, Cappagli, Carilli, Cardoni, Celano, Centorami, Crucich, Conz, Coccoz, Dattoli, De Ferrari, Di Giorgi, Fantozzi, Ferrari, Forchiassin, Giglio, Lavatelli, Lastoria, Lopreito, Manildo, Menicucci, Messa, Mosconi, Passera, Pasletto, Pessolano, Pelizza, Piccinnini, Rossi, Santoro, Sarchi, Sanfelice, Silvi, Sterchele, Tessarolo, Temporelli, Tonín, Tola, Torresín, Tubino, Venditti etc.


La colectividad británica:

La inglesa ha sido en Deseado y zona adyacente una inmigración de elite, ya que llegaron para llenar las brechas abiertas en la fuerza laboral como hábiles trabajadores, empleados de banco, conductores de locomotoras, telegrafistas, ingenieros, dibujantes, albañiles, especialistas en ganado etc. de todos modos estos hombres nunca emigraron en número suficiente ni penetraron en la comunidad en forma tan profunda como para transformar de manera significativa el carácter de esta. Al igual que los escoceses constituyeron una sociedad cerrada que evitaba estrechar relaciones afectivas con sus vecinos. Así como los alemanes y suizos se asientan en Bariloche, los escoceses e ingleses lo hacen en las estancias patagónicas. No sobresalieron en agricultura pero si trajeron innovaciones tecnológicas en la industria frigorífica y tuvieron gran influencia sobre la ganadería puesto que se asentaron en nuestros campos como ovejeros y aquellos que lo hicieron en zonas aledañas al pueblo lo hicieron como tamberos.
Ocupan el cuarto lugar de los pueblos inmigrantes que se establecieron en la localidad; entre las familias antiguas de escoceses se encuentran: los Anderson, Bain, Barnetson, Campbell, Finlayson, Grant, Hoppe, Mac Dougall, Mac Kay, Mackensie, Morrison, Mac Ivor, Schofield, Stephenson, Stherland entre tantos otros apellidos que tienden a confundirse con los de origen ingles.
Entre las antiguas familias de ingleses recordamos a: los Anderson, Bain, Bateman, Clayton, Clark, Cooper, Fischer, Fraser, Hamber, Helmich, Hope, Jamieson, Kelly, Lamacraft, Langdon, Lindsay, Nicolson, Mac Donald, Mac Ivor, Mackenzie, Mac Leod, O’ Connor, Patterson, Petersen, Pickering, Pritchard, Russ, Sloper, Sumic entre otros.-
Misceláneas:

En la década del ´20 todos los 24 de mayo los escoceses e ingleses residentes en Deseado acostumbraban a celebrar el “día del Imperio”; motivo por el cual las familias británicas del pueblo y zona de Deseado, eran invitadas especialmente al acto que en su conmemoración se hacía en horas de la tarde en el Cine-Teatro y alcanzaba un éxito rotundo no faltaba el: “¡God
save the Queen!”.

En 1925 aproximadamente, Ernest Pickering se asocia con Federico Lamacraft e instalan juntos un taller mecánico y una oficina de ventas y representaciones ganaderas en la esquina de San Martín y Alte. Brown. Ernest dedicado a la contabilidad y venta de automóviles Rugby y Lamacraft a la mecánica. Pickering recorría una vez al año las estancias con su automóvil para llevar las contabilidades, en ese entonces pocos tenían autos en Deseado. Finalizada la sociedad con Lamacraft, habilitó una oficina contable con Luis Ribaya, quien representaba firmas compradoras de lanas. Los Pickering solían pasar la navidad en familia visitando la estancia “La Madrugada” que administraba Charles Grant y año nuevo en estancia “La Josefina” que era de los Bain. Entre sus amistades se encontraban los Bateman, los Brown, los Lamacraft, las familias de Charles y George Grant, los Kidd, los Bain etc. (“Familias de Santa Cruz” de Pablo Gustavo Beecher - 2005)
Dn. Bain, Guillermo administrador de la estancia la "Josefina", escocés, rehén; acusado de participar en la selección de los huelguistas que fueron fusilados en Jaramillo.
Desde 1925 a 1941 la Corporación Argentina de Productores de Carnes (CAP) de Pto. Deseado estuvo administrada por el inglés Sr. Lelio Kidd.-
Bain, Guillermo: Nació en Escocia (Gran Bretaña) en 1877. En el año 1905 llega a la zona de Deseado. En 1906 pobló el establecimiento denominado “Josefina” a 4 leguas de Fitz-Roy y 28 de Deseado. Contrajo matrimonio con Dña. Elizabeth Sinclair, de cuya unión nacieron ocho hijos, argentinos todos.
Allá por la década del ’20 entre los tipos populares de la campaña, se encontraba el gaucho inglés “Liverpool”.
“…Para los bailes de la Sociedad Rural venían los escoceses de las estancias y los españoles que eran mayoría. Toda la gente del campo mostraba su trabajo del año y sus animales; las campesinas hacían crochet y exponían; si tenían gallinas o perros o lo que fuera lo mostraban” . “Mamá me enseñaba inglés y hablaba poco el castellano; trabajaba dando de comer a los peones. Yo aprendí el idioma castellano en el trato con los trabajadores del campo; ayudaba a papá en todas las tares de la estancia “La Madrugada”, en los baños de los animales y la esquila…” (fragmentos de “Recuerdos de Betty Grant” por Hmnas. Cobiella - 1988)
Con motivo de la coronación de la Reina Isabel II; la colectividad inglesa local, celebró el 2 de Junio de 1953 este acontecimiento, con un cocktail y lunch que alcanzó destacadas proporciones y una demostración de júbilo y adhesión de los súbditos británicos hacia su reina; el evento fue llevado a cabo en los salones del Club Deportivo Deseado Juniors con alta concurrencia.
En el año 1957 oficiaba de Vicecónsul británico en Deseado el Sr. Herbert Bateman, quien se encargaba de llevar a cabo diferentes trámites oficiales de la colectividad.


La colectividad francesa:

Así como muchos jóvenes españoles que emigraban, huían de la guerra de Marruecos, que diezmaba a los que fueron; la amenaza que pendía sobre muchos jóvenes de permanecer por muchos años bajo filas –entre cinco y siete años en Francia-; alejarse del servicio militar fue uno de los motivos de su inmigración. La mayoría de los franceses llegados a la Argentina provenía de regiones rurales del sudoeste y fundamentalmente del departamento antiguamente conocido como Bajos Pirineos y hoy Pirineos Atlánticos, que comparten vascos y bearneses y de otras regiones gasconas.

Misceláneas:

En 1884 fue Dn. Carlos Dujon quien integró la expedición colonizadora que daría origen a Pto. Deseado. La pequeña localidad de Tellier comenzó siendo colonia; y sus primeros colonos fueron Dujon y Galiment ambos de origen francés.
Alfredo Juan Bautista Galiment (1865 – 1919) hijo de Alfredo Juan Bautista Galiment y Luisa L’Evecque, y su esposa Maria Josefina Sebastiana Mancelin (1870 – 1918) hija de Alejandro Mancelín y Josefina Lacourt, originarios de Landricourt, departamento de Aisne, república de Francia, poblaron la estancia “Tres Fontanas” en la localidad de Tellier y tuvieron nueve hijos:
En 1914 se encontraba establecida en Deseado la Barraca Francesa de “Segard & Cía.”.-
En 1918, a los 30 años de edad, en “Bahía Laura” el joven francés Camilo Roux se dedicaba al comercio y tenía un taller mecánico en el que se reparaban los Ford T.
En 1930 un poderoso avión de la Aeroposta piloteado por el hábil aviador Antoine de Saint Exupéry aterrizó en Deseado.
Mencionamos algunos apellidos, que contribuyeron al crecimiento de nuestra ciudad y alrededores: Auge, Dujon, Echechury, Frenchou, Faure, Frommel, Fourrier, Galiment, Hamon, Jolly, Jammet, Larroque, León, Martell, Passera, Pitoiset, Richard, Renger, Refour, Rementería, Roquefeuil, Roux, Vandevelde etc.

La colectividad alemana:

Aunque no han tenido a su favor antecedentes históricos que los hicieron simpáticos, ni las ventajas de las influencias heredadas, han tenido que conquistar el terreno a fuerza de puño, en una lucha tenaz y sin tregua para lograr su propósito.

Misceláneas:

En el año 1908 llega a Deseado Dn. Máximo Durr y se instala en 1917 en el establecimiento ganadero denominado “Aguada grande”.-
El 10 de setiembre del año 1914 se le informa al Sr. Gobernador de Santa Cruz que se ha otorgado el exequátur de estilo que acredita al Sr. Roberto Germán Wulff, en el carácter de Vice-Cónsul de Alemania con jurisdicción en los departamentos Deseado y San Julián. En Marzo de 1921 se concede la patente que lo acredita como Vicecónsul de Alemania en Comodoro Rivadavia con jurisdicción en Deseado y San Julián al Sr. Ernesto Grone.
El 31 de octubre del año 1923 se realizó en la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Pto. Deseado un festival a beneficio de los niños pobres de Alemania. A finales del mes de Diciembre del mismo año la Liga de Caridad para la Europa Central agradeció mediante nota la remesa hecha con los fondos recaudados en la fiesta. En 1926 se nombra al Sr. Hugo Kubasek Cónsul de Alemania con jurisdicción en Deseado y Pto. San Julián.
En la década del ’20 era famosa la Fiambrería y fábrica de embutidos de Alberto Gunther.
Severino Amelung vino a Puerto Deseado con la representación de Stubenrauch en 1909, fundador de los “Talleres Volcán”, de la Cia. Argentina del Sud, fue uno de los socios fundadores de la C.A.P. y de la Sociedad Rural, la herrería, carpintería, fábrica de artículos rurales y otros de los talleres propiedad del Sr. Severino Amelung vigente por muchos años, cobra fama y trasciende fronteras por su famosa prensa para lana y pastos.
La familia de Federico Kuhnle, más conocido por Fritz arribó a Deseado en el año 1924 con cinco hijos, todos ellos alemanes, el único argentino Fritz que nació en la localidad en 1931. Eran los propietarios del establecimiento ganadero llamado “Aguada Grande” (El Orden año 1921)

Entre las antiguas familias descendientes de alemanes han perdurado en el tiempo y recordamos a los: Amelung, Durr, Drescher, Frohlich, Groote, Heinz, Kuhnle, Lemke, Pross, Reiman, Roller, Schlenker, Wagner, Weis, Wúgner, Ziehlke, Krambeck, y también a Baungartner, Runckel, etc.

Por Roberto Luis Rodríguez
Fuente: elaboración propia – documentación: Archivo privado del autor

Alcides Ortega, un náufrago que regresó a Puerto Deseado


Alcides Ortega, un pequeño náufrago que regresó
60 AÑOS DESPUES, LA MEMORIA DEL VAPOR "MENENDEZ"

Con la satisfacción de haber cumplido su sueño Alcides continuó este miércoles su viaje de vacaciones por la Patagonia. Antes de partir tomó unas fotos del andén de la antigua Estación del Ferrocarril y de otros edificios y las contrastó con pequeñas fotos en blanco y negro que el mismo había traído.
Jorge Bernard, operador turístico de la ría Deseado, señala que "lo anecdótico de su visita fue que en la madrugada del 11 de noviembre del año 1947, cuando Alcides era muy pequeño, (con tan sólo un año y medio de edad) se convirtió, sin saberlo, en el niño más pequeño que fuera desembarcado de emergencia en Puerto Deseado, debido a que el buque en el que viajaba se encontraba con serios problemas tras haber varado sobre las Rocas Sorrell, un peligroso obstáculo que se encontraba en la boca de entrada de la ría local".
Pasaron más de sesenta años y Alcides finalmente pudo regresar a Puerto Deseado, su ciudad natal, para dar a conocer emocionadamente su historia.
Eran las 00:26 Hrs. del aquel 11 de noviembre de 1947, cuando una pequeña luz en el palo de proa del buque “José Menendez” asomaba indecisa en el horizonte, la majestuosa proa de la embarcación chocaba contra las altas olas que el viento sudeste formaba. Desde el puente de mando, el 2do. Oficial que recién tomaba la guardia, miraba por tercera vez su reloj controlando la frecuencia de un débil haz de luz que trataba de penetrar en la oscura noche y así determinó de que se trataba de la lámpara del Faro de Isla Pingüino, tomó los binoculares y tras abrir la puerta de babor salió al pequeño alerón. La noche estaba fría e inmediatamente sintió como miles de pegajosas partículas de humedad se adherían a su rostro y luego de tres fallidos intentos por divisar el faro se convenció de que una espesa niebla había cubierto al mismo.
Las órdenes del Comandante habían sido claras, razón por la cual el 2do. Oficial giró decididamente la manivela del antiguo teléfono que comunicaba el puente con el camarote del Capitán e informó al mismo acerca de la situación.
Pocos minutos más tarde el Capitán tomó el timón de nave y ordenó a la Sala de Máquinas que reduzca las revoluciones del motor, en tanto que el 1er. Oficial también anoticiado de la situación intentaba establecer contacto con el faro mediante el uso de las señales lumínicas de enviaba desde los potentes faroles que estaban anclados a cada una de las bandas del buque.
Había pasado ya casi una hora cuando la tripulación recién pudo comenzar a ver los primeros mensajes que a través de señales de luz se propagaban en aquella cerrada noche. Los mismos emanaban desde un edificio cilíndrico que se encontraba algunos metros por detrás del faro y eran señales de advertencia hacia todos los buques próximos al área de influencia de ese faro donde se informaba que las condiciones de visibilidad se habían agravado.
El Capitán ordenó al 3er. Oficial de Cubierta que se dirigiera hacia la proa para poder dar aviso en caso de divisar la presencia de cualquier tipo de obstáculo en las cercanías del buque y posteriormente procedió a dar inicio a la maniobra de ingreso a puerto.
Aproximadamente a las 02:50 am. el 3er. Oficial da aviso de haber avistado una rompiente muy cerca de la proa por lo que el Capitán da inmediatamente órdenes a la sala de máquinas de poner reversa a estribor y luego a babor, pero la pesada nave no alcanza a reaccionar y termina embistiendo las afiladas paredes de las Rocas Sorrell, situadas casi en la boca de entrada de la ría de Puerto Deseado, sufriendo su casco profundos cortes que dañaron la estructura interna de la nave, la que termina deteniendo su marcha tras un firme varamiento sobre esas rocas.
Nadie sabe en realidad cuales fueron las causas por las que la nave sufrió ese terrible accidente; ni tampoco si este ficticio relato coincide o no con lo que realmente ocurrió aquella fría noche.
Lo que sí fue real, es que tras ese varamiento y alrededor de las cinco de la mañana el capitán ordenó se arriaran casi la totalidad de sus botes salvavidas y que se embarcaran en los mismos prioritariamente a los enfermos, mujeres y niños y como aún la espesa niebla persistía, estas pequeñas embarcaciones debieron permanecer un largo rato cerca del buque. Allí estuvo el pequeño Alcides en los cálidos brazos de su madre, hasta que finalmente todos los tripulantes y pasajeros de la embarcación pudieron ser rescatados y conducidos a puerto.

Relato gentileza de Jorge Bernard

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