Leyendas, historia, testimonios, personajes, fauna, flora, temas ambientales, viajeros, cuentos y poemas de Puerto Deseado y la Patagonia Argentina. Consultas, comentarios y colaboraciones a deseadorevista@yahoo.com.ar
martes, 14 de octubre de 2014
RECUERDOS DEL ALBUM DE LA ESCUELA NRO. 5 CAPITAN ANTONIO ONETO
Graciela Urbano - Ana Maria Esteve - Ana María Cuesta — Norma Gomez
Mirta V. Marsicano- Valeriana González -María Ester González - Graciela María O. Pervetic.
miércoles, 24 de septiembre de 2014
jueves, 11 de septiembre de 2014
lunes, 14 de julio de 2014
PUERTO DESEADO CUMPLE CIENTO TREINTA AÑOS
STICKER presentado en toda la correspondencia, programas de actos, etc. durante el año del Centenario.
Con la cena aniversario, que se iniciaba al cierre de esta edición, la
ciudad de la ría celebra hoy su centésimo trigésimo aniversario.
Periódicamente se debate la fecha fundacional, teniendo en cuenta
distintas presencias de población durante los siglos XVI, XVII y
XVIII, pero se ha establecido para conmemorar el 15 de julio de 1884,
con el arribo del capitán Antonio Oneto y varias familias de
esforzados colonos, que venían para iniciar una colonia pastoril.
Tres años después el presidente Juárez Celman declaró disuelta la
colonia pero las familias ya se habían arraigado, la hacienda ya había
comenzado a multiplicarse y el poblamiento de los campos en toda la
zona fue marcando un destino que tuvo su punto crucial de desarrollo
cuando, a partir de 1909, el ferrocarril unió Deseado y Las Heras, con
una proyección nunca cumplida hasta el lago Nahuel Huapi y otros
ramales planeados por Ezequiel Ramos Mejía.
Treinta años atrás
Esta es una ocasión para recordar un punto de partida para una nueva
etapa de crecimiento, con la radicación de varias empresas pesqueras y
una serie de medidas de promoción industrial anunciadas en los actos
del centenario de la ciudad por el presidente Raúl Alfonsín, varias de
las cuales fueron acompañadas por el entonces gobernador Arturo
Puricelli.
Pese a ser de distintas extracciones políticas, lograron coincidir en
algunas realizaciones que le dieron a Deseado la infraestructura
necesaria para avanzar sostenidamente: la línea de alta tensión, el
gasoducto Centenario y la ampliación del Puerto (mediante una donación
de veinte millones de dólares por parte del gobierno japonés).
Recuerdos del Centenario
En 1983, ante la convocatoria del intendente Lucio
Jesús Ibiricu, la comunidad de Puerto Deseado constituyó la "Comisión
Centenario 15 de Julio", con el objetivo de organizar los festejos del
primer siglo de la fundación de aquella "colonia pastoril" iniciada
por el capitán Antonio Oneto el 15 de julio de 1884. Estaba presidida
por José Antonio Pérez, acompañado por Adriano Blanco
(vicepresidente), Osvaldo Chamba (secretario), Sergio Vargas
(prosecretario), Roberto Alvarez (tesorero), Duilio De Ferrari
(protesorero), y los vocales: Otto San Juan, Adolfo Fasioli, Epfraín
Barnetson, Marcelo Fabián Gómez y Miguel Almonacid. Durante la primera
etapa fue designado Rafael Gómez Wilson como delegado municipal ante
la comisión, tarea que posteriormente le tocó cumplir, trabajosamente,
al desordenado autor de este libro.
En el primer semestre de 1984 se presentaron las obras de teatro
"El cuento de miseria" (Emiliano Navarrete, Mauricio Brunetti, Darío
Brunetti, J.J. Juanola, Roberto Sarchi, Beatriz Soto, Marta Andrea
Mesa, Andrés Castro, Franco Brunetti, Cecilia Cortez, Cecilia Crucich,
Pablo Noriega, Néstor Jolly, Roberto Petrusic, Claudio Risco, Susana
Cortez, Marta Molina, Doris De Labra, Celia de Mosca, Nora Babruskis),
"Prohibido suicidarse en primavera" (Estela Bach, Miguel Almonacid,
Alejandra Botto, Claudia Leal, Rubén Viusen, Domingo Baio, Gustavo
Lezcano, Raúl Galarza, Ramón Pérez, Vivian Burgi, Mario Azcurra, María
Delia Luzzi, Adela Mosca, Emilse Mosca, Adriana Burgi, Anabel Burgi,
Jorge Alegret).
El sacerdote salesiano, historiador, Natalio Astolfo ofreció una
conferencia sobre la personalidad del capitán Antonio Oneto, en el
salón de la Sociedad Rural. El escritor santacruceño Héctor Rodolfo
Peña brindó una charla sobre "La literatura en el momento actual". El
capitán de navío Enrique González Lonziéme -director del Museo Naval-
disertó sobre "La expedición de los hermanos Nodal". La licenciada
Margarita Aguerre de Gradín expuso sobre "Arqueología santacruceña".
La Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia donó
a la Biblioteca Florentino Ameghino una colección completa de la
valiosa revista "Argentina Austral" que esa empresa publicó desde 1929
hasta 1968. Artistas nacionales y regionales de primera línea
actuaron en el Cine Teatro Español y Jackaroe; entre ellos, Ariel
Ramírez con Angela Irene y Domingo Cura, Markama, César Isella, Edda
Díaz. La troupe de los legendarios "Titanes en el ring" colmó el
gimnasio de la Escuela 5.
Un certamen de preguntas y respuestas titulado "Qué sabe Ud. de
Puerto Deseado?", con numerosos premios donados por empresas y
comercios locales fue organizado por el semanario "El Orden" cuyo
director, José Antonio Rodríguez, presidió las ceremonias de
premiación. El Correo emitió un sello conmemorativo del centenario, y
numerosos diarios y revistas de todo el país se hicieron eco de las
celebraciones.
Una multitud colmó, la noche del 14 de julio de 1984, las
instalaciones de la Escuela nro. 56, en el barrio "Centenario",
recientemente inaugurado. Llegaron invitados desde la Capital Federal,
Cipoletti, Salta, Caleta Olivia, Trelew, Mar del Plata, Comodoro
Rivadavia, Gaiman, Puerto Madryn, Córdoba, Río Gallegos, y mensajes de
adhesión de los puntos más diversos del país. Todo fue transmitido en
directo por LU14 Radio Provincia de Santa Cruz y por LS5 Radio
Rivadavia de Buenos Aires.
"¿Qué poderoso estímulo impulsó hace cien años a ese puñado de
hombres, mujeres y niños a iniciar la historia de estas tierras que
miran al Atlántico? ¿Obró en ellos la inspiración, el amor? ¿O fueron
quizás las tres cosas juntas? Pues analizando su quehacer, nos damos
cuenta de que aún con leyes que en nada atraían a seguir en la lucha,
ellos continuaron su trabajo fecundo, forjando las bases que nos
permitirán solidificar la posición que Deseado ocupa hoy entre sus
similares", reflexionó durante aquella cena el presidente de la
comisión "15 de Julio", José Antonio Pérez.
El intendente Rafael Gómez Wilson exhortó a los presentes con
estas palabras: "Vecinos, que los diferentes criterios y las
vicisitudes de la política jamás nos separen y hagan que nuestros
esfuerzos se dispersen; todos queremos lo mejor para nuestra comuna y
solamente unidos habremos de lograrlo. Este será nuestro mejor
homenaje a quienes hace cien años desafiaron al clima y la soledad de
este paraje austral".
El gobernador de Santa Cruz, Arturo Puricelli, sostuvo que "vamos
a seguir aportando nuestro petróleo, nuestro gas, nuestro carbón,
nuestra lana, nuestros peces; vamos a seguir engrandeciendo la Nación.
Solamente queremos de esta Nación, el reconocimiento pequeño para que
podamos realizar, y como decíamos antes realizarlos para los millones
de argentinos que queremos ver poblar esta dilatada provincia".
La emotiva celebración incluyó la entrega de medallas
conmemorativas a antiguos vecinos que cumplían setenta y cinco años de
residencia en Puerto Deseado, el corte de una gigantesca torta con
cien velitas, la actuación de los cantantes de tango Ana Medrano y
Ricardo "Chiqui" Pereyra, y la coronación de Myriam Repetto como reina
del centenario.+
LOS ACTOS
El 15 de julio, desde muy temprano, la población deseadense se dio
cita en las calles para recibir al presidente de la Nación, Raúl
Ricardo Alfonsín. El primer mandatario concurrió al acto en homenaje
a los primeros pobladores, al pie del monumento ubicado frente al
puerto local. Allí habló Rubén Martínez Wilson, alumno de 5to. año:
"Somos principalmente nosotros, los jóvenes de Puerto Deseado, los que
nos debemos prodigar sin desmayos para hacer realidad el objetivo de
una ciudad próspera y cabalmente integrada, que rompa amarras para
volar hacia el desarrollo material y espiritual, acompañada en su
marcha triunfal por todos los pueblos postergados de nuestra querida
Patagonia y principalmente de nuestra olvidada Santa Cruz".
Uno de los actos más esperados fue la inauguración del actual
edificio de la Biblioteca Municipal Florentino Ameghino, donde se
presentó una exposición pictórica de la artista María Cristina Alegre,
una muestra de trabajos del pintor deseadense Joaquín Alonso -radicado
en Gaiman- y valiosas colecciones del Centro Filatélico local.
Alfonsín visitó luego el edificio municipal, donde recibió un
petitorio presentado por el intendente Gómez Wilson en nombre de la
comunidad, y luego concurrió a una misa en la Parroquia Nuestra Señora
de la Guardia. El oficio religioso estuvo a cargo del obispo de Río
Gallegos, Monseñor Miguel Angel Alemán, quien, en inspirado mensaje
recordó a los pioneros diciendo que "aquella fue una ruda siembra; hoy
vemos apuntar los primeros frutos". El prelado prosiguió: "Esa es la
lección que este pequeño pueblo de la Patagonia Austral quiere darle a
sus hermanos de Santa Cruz, provincia que no ha podido superar aún el
calificativo de tierra despoblada por tener menos de un habitante por
kilómetro cuadrado. Puerto Deseado le está diciendo a toda la
provincia de Santa Cruz que la unión de los débiles alcanza éxitos que
fueron imposibles para los poderosos fuertes desunidos. Y le habla
también a la Argentina, en esta hora difícil de su existencia".
EL LOIRE II
Evocando el nombre del vapor en el que viajaron a Puerto Deseado
los primeros colonos, cuarenta y cinco personas llegaron desde la
Capital Federal en el Loire II. Así se denominó al avión de Líneas
Aéreas del Estado que les permitió compartir la fiesta inolvidable del
Centenario en su ciudad natal. Algunos de los que llegaron de lejos
son mencionados en la edición del semanario EL ORDEN (julio de 1984):
Dr. Roberto A. Gárriz, brigadier mayor Antonio Diego López -ex
gobernador de Santa Cruz-, Lic. Gerardo Martínez, Dr. Alcindo Alvarez
Canale, Dr. Tito Gutiérrez Meyer -ex intendente municipal-, Ernesto
Leal, Rufino y Carlos Gómez Wilson, Miguel Lecumberri, Bautista
Lecumberri, Jacobo Huiche, Luis y Ricardo Brunetti, Jorge Bilancioni,
Juan Cruz Lucea, Irma Leal, Irineo Martínez, Carmen Apestegui, María
Esther Clerici, Fermin Gelós, Carlos Capdevila, Joaquín Blanco, Mónica
Abuin, Gustavo Gómez Wilson, Angel Romanos, Carlos A. Rostagno,
Nicasia Orzanco, Haydeé Orzanco de González, Teresa Vio de Audisio,
Elvira Amelung de Coccoz, Delia Blanco, Enrique Grant, María Esther
Mon de Ríquez, Ricardo Roberts, Matilde Mon, Emilio Venturo, Miguel
Angel Murtagh, Alfonso Vera, Valentin del Alamo, Eugenio Forchiassin,
Florencio Romanos, Bruno Parolín , Emma Alonso, R.P. Angel Zucarello,
Willy Schlenker, Ignacio Alí, Carlos Sarchi, Pedro Muruzábal, R.P.
Juan Ticó, Andrés Randisi, Cecilio Donín, Jorge Venditti, Norma Abuin,
Emilia González Baztán, Stella Maris Hernández, y numerosos jóvenes
que cursaban estudios en otros lugares del país.
(Texto resumido del libro "Recuerdos del presente", Mario dos Santos
Lopes, Ediciones El Orden")
ciudad de la ría celebra hoy su centésimo trigésimo aniversario.
Periódicamente se debate la fecha fundacional, teniendo en cuenta
distintas presencias de población durante los siglos XVI, XVII y
XVIII, pero se ha establecido para conmemorar el 15 de julio de 1884,
con el arribo del capitán Antonio Oneto y varias familias de
esforzados colonos, que venían para iniciar una colonia pastoril.
Tres años después el presidente Juárez Celman declaró disuelta la
colonia pero las familias ya se habían arraigado, la hacienda ya había
comenzado a multiplicarse y el poblamiento de los campos en toda la
zona fue marcando un destino que tuvo su punto crucial de desarrollo
cuando, a partir de 1909, el ferrocarril unió Deseado y Las Heras, con
una proyección nunca cumplida hasta el lago Nahuel Huapi y otros
ramales planeados por Ezequiel Ramos Mejía.
Treinta años atrás
Esta es una ocasión para recordar un punto de partida para una nueva
etapa de crecimiento, con la radicación de varias empresas pesqueras y
una serie de medidas de promoción industrial anunciadas en los actos
del centenario de la ciudad por el presidente Raúl Alfonsín, varias de
las cuales fueron acompañadas por el entonces gobernador Arturo
Puricelli.
Pese a ser de distintas extracciones políticas, lograron coincidir en
algunas realizaciones que le dieron a Deseado la infraestructura
necesaria para avanzar sostenidamente: la línea de alta tensión, el
gasoducto Centenario y la ampliación del Puerto (mediante una donación
de veinte millones de dólares por parte del gobierno japonés).
Recuerdos del Centenario
En 1983, ante la convocatoria del intendente Lucio
Jesús Ibiricu, la comunidad de Puerto Deseado constituyó la "Comisión
Centenario 15 de Julio", con el objetivo de organizar los festejos del
primer siglo de la fundación de aquella "colonia pastoril" iniciada
por el capitán Antonio Oneto el 15 de julio de 1884. Estaba presidida
por José Antonio Pérez, acompañado por Adriano Blanco
(vicepresidente), Osvaldo Chamba (secretario), Sergio Vargas
(prosecretario), Roberto Alvarez (tesorero), Duilio De Ferrari
(protesorero), y los vocales: Otto San Juan, Adolfo Fasioli, Epfraín
Barnetson, Marcelo Fabián Gómez y Miguel Almonacid. Durante la primera
etapa fue designado Rafael Gómez Wilson como delegado municipal ante
la comisión, tarea que posteriormente le tocó cumplir, trabajosamente,
al desordenado autor de este libro.
En el primer semestre de 1984 se presentaron las obras de teatro
"El cuento de miseria" (Emiliano Navarrete, Mauricio Brunetti, Darío
Brunetti, J.J. Juanola, Roberto Sarchi, Beatriz Soto, Marta Andrea
Mesa, Andrés Castro, Franco Brunetti, Cecilia Cortez, Cecilia Crucich,
Pablo Noriega, Néstor Jolly, Roberto Petrusic, Claudio Risco, Susana
Cortez, Marta Molina, Doris De Labra, Celia de Mosca, Nora Babruskis),
"Prohibido suicidarse en primavera" (Estela Bach, Miguel Almonacid,
Alejandra Botto, Claudia Leal, Rubén Viusen, Domingo Baio, Gustavo
Lezcano, Raúl Galarza, Ramón Pérez, Vivian Burgi, Mario Azcurra, María
Delia Luzzi, Adela Mosca, Emilse Mosca, Adriana Burgi, Anabel Burgi,
Jorge Alegret).
El sacerdote salesiano, historiador, Natalio Astolfo ofreció una
conferencia sobre la personalidad del capitán Antonio Oneto, en el
salón de la Sociedad Rural. El escritor santacruceño Héctor Rodolfo
Peña brindó una charla sobre "La literatura en el momento actual". El
capitán de navío Enrique González Lonziéme -director del Museo Naval-
disertó sobre "La expedición de los hermanos Nodal". La licenciada
Margarita Aguerre de Gradín expuso sobre "Arqueología santacruceña".
La Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia donó
a la Biblioteca Florentino Ameghino una colección completa de la
valiosa revista "Argentina Austral" que esa empresa publicó desde 1929
hasta 1968. Artistas nacionales y regionales de primera línea
actuaron en el Cine Teatro Español y Jackaroe; entre ellos, Ariel
Ramírez con Angela Irene y Domingo Cura, Markama, César Isella, Edda
Díaz. La troupe de los legendarios "Titanes en el ring" colmó el
gimnasio de la Escuela 5.
Un certamen de preguntas y respuestas titulado "Qué sabe Ud. de
Puerto Deseado?", con numerosos premios donados por empresas y
comercios locales fue organizado por el semanario "El Orden" cuyo
director, José Antonio Rodríguez, presidió las ceremonias de
premiación. El Correo emitió un sello conmemorativo del centenario, y
numerosos diarios y revistas de todo el país se hicieron eco de las
celebraciones.
Una multitud colmó, la noche del 14 de julio de 1984, las
instalaciones de la Escuela nro. 56, en el barrio "Centenario",
recientemente inaugurado. Llegaron invitados desde la Capital Federal,
Cipoletti, Salta, Caleta Olivia, Trelew, Mar del Plata, Comodoro
Rivadavia, Gaiman, Puerto Madryn, Córdoba, Río Gallegos, y mensajes de
adhesión de los puntos más diversos del país. Todo fue transmitido en
directo por LU14 Radio Provincia de Santa Cruz y por LS5 Radio
Rivadavia de Buenos Aires.
"¿Qué poderoso estímulo impulsó hace cien años a ese puñado de
hombres, mujeres y niños a iniciar la historia de estas tierras que
miran al Atlántico? ¿Obró en ellos la inspiración, el amor? ¿O fueron
quizás las tres cosas juntas? Pues analizando su quehacer, nos damos
cuenta de que aún con leyes que en nada atraían a seguir en la lucha,
ellos continuaron su trabajo fecundo, forjando las bases que nos
permitirán solidificar la posición que Deseado ocupa hoy entre sus
similares", reflexionó durante aquella cena el presidente de la
comisión "15 de Julio", José Antonio Pérez.
El intendente Rafael Gómez Wilson exhortó a los presentes con
estas palabras: "Vecinos, que los diferentes criterios y las
vicisitudes de la política jamás nos separen y hagan que nuestros
esfuerzos se dispersen; todos queremos lo mejor para nuestra comuna y
solamente unidos habremos de lograrlo. Este será nuestro mejor
homenaje a quienes hace cien años desafiaron al clima y la soledad de
este paraje austral".
El gobernador de Santa Cruz, Arturo Puricelli, sostuvo que "vamos
a seguir aportando nuestro petróleo, nuestro gas, nuestro carbón,
nuestra lana, nuestros peces; vamos a seguir engrandeciendo la Nación.
Solamente queremos de esta Nación, el reconocimiento pequeño para que
podamos realizar, y como decíamos antes realizarlos para los millones
de argentinos que queremos ver poblar esta dilatada provincia".
La emotiva celebración incluyó la entrega de medallas
conmemorativas a antiguos vecinos que cumplían setenta y cinco años de
residencia en Puerto Deseado, el corte de una gigantesca torta con
cien velitas, la actuación de los cantantes de tango Ana Medrano y
Ricardo "Chiqui" Pereyra, y la coronación de Myriam Repetto como reina
del centenario.+
LOS ACTOS
El 15 de julio, desde muy temprano, la población deseadense se dio
cita en las calles para recibir al presidente de la Nación, Raúl
Ricardo Alfonsín. El primer mandatario concurrió al acto en homenaje
a los primeros pobladores, al pie del monumento ubicado frente al
puerto local. Allí habló Rubén Martínez Wilson, alumno de 5to. año:
"Somos principalmente nosotros, los jóvenes de Puerto Deseado, los que
nos debemos prodigar sin desmayos para hacer realidad el objetivo de
una ciudad próspera y cabalmente integrada, que rompa amarras para
volar hacia el desarrollo material y espiritual, acompañada en su
marcha triunfal por todos los pueblos postergados de nuestra querida
Patagonia y principalmente de nuestra olvidada Santa Cruz".
Uno de los actos más esperados fue la inauguración del actual
edificio de la Biblioteca Municipal Florentino Ameghino, donde se
presentó una exposición pictórica de la artista María Cristina Alegre,
una muestra de trabajos del pintor deseadense Joaquín Alonso -radicado
en Gaiman- y valiosas colecciones del Centro Filatélico local.
Alfonsín visitó luego el edificio municipal, donde recibió un
petitorio presentado por el intendente Gómez Wilson en nombre de la
comunidad, y luego concurrió a una misa en la Parroquia Nuestra Señora
de la Guardia. El oficio religioso estuvo a cargo del obispo de Río
Gallegos, Monseñor Miguel Angel Alemán, quien, en inspirado mensaje
recordó a los pioneros diciendo que "aquella fue una ruda siembra; hoy
vemos apuntar los primeros frutos". El prelado prosiguió: "Esa es la
lección que este pequeño pueblo de la Patagonia Austral quiere darle a
sus hermanos de Santa Cruz, provincia que no ha podido superar aún el
calificativo de tierra despoblada por tener menos de un habitante por
kilómetro cuadrado. Puerto Deseado le está diciendo a toda la
provincia de Santa Cruz que la unión de los débiles alcanza éxitos que
fueron imposibles para los poderosos fuertes desunidos. Y le habla
también a la Argentina, en esta hora difícil de su existencia".
EL LOIRE II
Evocando el nombre del vapor en el que viajaron a Puerto Deseado
los primeros colonos, cuarenta y cinco personas llegaron desde la
Capital Federal en el Loire II. Así se denominó al avión de Líneas
Aéreas del Estado que les permitió compartir la fiesta inolvidable del
Centenario en su ciudad natal. Algunos de los que llegaron de lejos
son mencionados en la edición del semanario EL ORDEN (julio de 1984):
Dr. Roberto A. Gárriz, brigadier mayor Antonio Diego López -ex
gobernador de Santa Cruz-, Lic. Gerardo Martínez, Dr. Alcindo Alvarez
Canale, Dr. Tito Gutiérrez Meyer -ex intendente municipal-, Ernesto
Leal, Rufino y Carlos Gómez Wilson, Miguel Lecumberri, Bautista
Lecumberri, Jacobo Huiche, Luis y Ricardo Brunetti, Jorge Bilancioni,
Juan Cruz Lucea, Irma Leal, Irineo Martínez, Carmen Apestegui, María
Esther Clerici, Fermin Gelós, Carlos Capdevila, Joaquín Blanco, Mónica
Abuin, Gustavo Gómez Wilson, Angel Romanos, Carlos A. Rostagno,
Nicasia Orzanco, Haydeé Orzanco de González, Teresa Vio de Audisio,
Elvira Amelung de Coccoz, Delia Blanco, Enrique Grant, María Esther
Mon de Ríquez, Ricardo Roberts, Matilde Mon, Emilio Venturo, Miguel
Angel Murtagh, Alfonso Vera, Valentin del Alamo, Eugenio Forchiassin,
Florencio Romanos, Bruno Parolín , Emma Alonso, R.P. Angel Zucarello,
Willy Schlenker, Ignacio Alí, Carlos Sarchi, Pedro Muruzábal, R.P.
Juan Ticó, Andrés Randisi, Cecilio Donín, Jorge Venditti, Norma Abuin,
Emilia González Baztán, Stella Maris Hernández, y numerosos jóvenes
que cursaban estudios en otros lugares del país.
(Texto resumido del libro "Recuerdos del presente", Mario dos Santos
Lopes, Ediciones El Orden")
viernes, 11 de abril de 2014
DOCUMENTAL SOBRE EL AVIADOR-ESCRITOR ANTOINE DE SAINT EXUPERY
VUELO DE NOCHE, RUTA DE DÍA
Documental dirigido por Marc Mopty, coproducido por Zaradoc (Francia) y Alto Doc (Argentina). 56 min.
Ver teaser (espanol) : http://vimeo.com/33961529
Este documental revive la aventura poética de Antoine de Saint Exupéry durante sus legendarios y arriesgados vuelos por
la Patagonia ocurridos entre 1929 y 1930. Esta
comprometida participación de “Saint-Ex” en la creación de la Aeroposta
Argentina, primera compañía de aviación comercial
del país que terminará más tarde dando origen a Aerolíneas
Argentinas, lo motivaron a escribir su famosa y premiada obra Vuelo nocturno, publicada en 1932 por Gallimard, y
que servirá como inspiración a este documental.
Desde ese momento, más de 80
años han pasado. El film hablará de la extraordinaria aventura humana
de esos pioneros de la Aeroposta frente a las
fuerzas naturales meteorológicas de las costas del Atlántico Sur y
la peligrosa oscuridad de los “vuelos de noche”, necesarios para sacar
ventaja a los ferrocarriles y barcos en la entrega del
correo. Recordará también, a
través de archivos y testimonios, su visión de la Patagonia y su gente,
cómo transcurría su arriesgada vida cotidiana y de
qué estaban alimentados sus sueños.
La idea es rehacer ese mismo trayecto aéreo, la ruta de día de los
vuelos nocturnos que Saint-Exupéry y sus aventureros del cielo
realizaron en condiciones meteorológicas extremadamente
peligrosas. Viajaremos por tierra los trayectos que él hacía por
aire y en cada etapa realizaremos filmaciones aéreas de sus despegues,
aterrizajes y las visiones de las costas patagónicas que él
tenía desde el aire. Con la ayuda de un ‘carnet de a bordo”,
viajaremos haciendo escalas en Bahía Blanca, San Antonio Oeste, Trelew,
Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado, San Julián, Puerto Santa
Cruz y Río Gallegos. De esta manera el film permitirá descubrir esta
fabulosa línea aérea del Atlántico Sur, que pertenece a los albores de
la aviación argentina y, por supuesto, a este
maravilloso escritor-piloto, autor de El Principito, que es Saint
Exupéry.
Alejandro Virginillo
Dirección Producción Investigación Guión
Nacido en Buenos Aires.
Diplomado en 1989 de la Escuela Nacional de Experimentación y
Realización Cinematográfica (ENERC, ex CERC) dependiente del INCAA,
Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales.
Como ganador del "Premio Georges Méliès 1989" otorgado por la
Embajada de Francia, con el cortometraje “Gaby y Tiky”, viajó a París
invitado por el Ministerio de Asuntos del Extranjero de
Francia, donde residió desde 1990 hasta el año 2000. En París
completó su formación profesional en el seno de prestigiosas agencias de
producción como GAUMONT (cine), y POINT DU JOUR y LES FILMS
D'ICI (televisión). Se incorporó a la industria audiovisual francesa
como guionista y realizador de numerosos films concebidos para la
televisión europea, siendo premiado en 1998 por el Centre
National du Cinema (CNC) por el guión documental “Radio La
Colifata”.
domingo, 23 de marzo de 2014
DIA DE LA MEMORIA/ Recuerdan a Andrés Armendáriz, secuestrado y asesinado en 1977
El Colectivo por la Memoria de Andrés Armendáriz, joven español radicado desde la niñez en Puerto Deseado, militante de la Juventud Trabajadora Peronista, secuestrado y asesinado el 26 de marzo de 1977 en Buenos Aires, por la dictadura cívico militar, ha convocado a los actos organizados por el Departamento de la Juventud y Asuntos Estudiantiles de la Municipalidad de Puerto Deseado, con la participación de las escuelas secundarias, que se realizaran los días 24 y 25 de marzo, en conmemoración del día de la Memoria.
"Familiares, amigos, compañeros, profesores, vecinos, y conocidos del pueblo que supieron de sus valores y compromiso con la comunidad y con las esperanzas de miles de jóvenes, están llamados a ir desde donde estén, a dar testimonio y recordarlo. Quienes no puedan asistir, pueden escribir un mensaje, un recuerdo, anécdotas que alienten este sacar del olvido, recuperar la memoria", agrega el texto de la convocatoria.
La fuerza de los recuerdos
El escritor deseadense Oscar Bidabehere, quien integra la delegación que presidirá los actos a realizarse los días 24 y 25, recuerda el último encuentro con su amigo y compañero de juventud Andrés Armendáriz, en noviembre de 1975, y resume así su vida y su trágico final:
"El 26 de marzo de 1977 fue asesinado por la dictadura cívico militar, nuestro compañero Andrés María Armendáriz Leache. Nuestro amigo había llegado con su familia a Puerto Deseado en el año 1958, era un niño de diez años y aquí hizo su escuela primaria y la secundaria en el Colegio Nacional de Comercio “17 de agosto”. Profundamente religioso, tuvo una entrañable relación con los salesianos, quienes fueron sus guías espirituales. Participó en el nuevo templo cuando hubo que poner los vitraux. Fundó la Acción Católica, participó del Movimiento –Familiar Cristiano. Como muchos de nosotros recibimos alborozados a los misioneros que en 1962 trajeron la buena nueva del Papa Bueno, Juan XXIII y los aires de renovación del Concilio Vaticano II. Caminó los barrios más humildes de nuestro pueblo llevando la palabra de Cristo y el Sermón de la montaña. Encabezó numerosas peregrinaciones a la gruta de Lourdes, visito la cárcel y el hospital.
Al emigrar a Buenos Aires, a estudiar y trabajar, se enroló en la Juventud Trabajadora Peronista, sin abandonar sus creencias y su fe de cambio, para traer la reivindicación de los desposeídos. Su vocación de cambio la llevó en profundidad, sin guardarse nada, hasta ofrendar su vida, si es preciso, por los condenados de la tierra.
Los esbirros del régimen de Videla y Massera le arrebataron la vida, fieles a sus designios de favorecer a los poderes económicos que segaron los sueños de miles como él. En el año 2006, en silencio, su familia depositó sus cenizas en las aguas que bañan la Cueva de los Leones, y desde ahí interpelan a nuestra comunidad para que la desmemoria no sepulte su recuerdo.
Fue el único detenido desaparecido y asesinado por la dictadura que vivió en nuestro pueblo. Se lo debemos a las nuevas generaciones, no contaminadas de la hipocresía de muchos, y que añoran vientos de cambio y esperanza".
Programa de actividades
El programa es el siguiente: acto protocolar, lunes 24 de marzo a las once de la mañana con la inauguración de la Plaza de la Memoria, junto a la municipalidad, descubrimiento de placas y palabras alusivas de autoridades y un integrante del Colectivo por la Memoria. A las dieciocho habrá una charla debate en la Estacion del Ferrocarril, desarrollada por el Colectivo de la Memoria.
El martes 25 la delegación visitará a las escuelas secundarias para departir con alumnos y docentes.
sábado, 22 de marzo de 2014
LA MEMORIA DE ANDRES ARMENDARIZ, JOVEN DESEADENSE ASESINADO EN 1977
TRAS LAS HUELLAS DE ANDRES
Vengo.
¿Por qué vengo?
¿Porqué ahora?
Un río de inquietos caballos
Me galopa
El alma.
Cada caballo una voz.
Cada voz una muerte.
Cada muerte una congoja.
Cada congoja un rebenque.
Sobre los lomos del tiempo
El látigo incita memorias
De bellos rostros perdidos.
………………….
Debo hablar. Debo
(Lionel Rivas Fabbri, “Impromptu”)
Terminando enero, tras larga travesía, estaba al fin en Deseado. Había pasado mucho tiempo desde aquel tórrido verano del ´68 cuando con mi mochila cargada de sueños e incertidumbre partí a la universidad. Ávidos de descanso, recalamos en EL CINCO, la posada que me albergó junto a mi compañera, verdadero oasis de manzanillas floridas, calafates, liebres al acecho y una pareja de búhos magallánicos que curiosos deambulaban en torno nuestro. Al trasponer cual arco del triunfo, el otrora túnel ferroviario, me interné en ese lugar donde el aire se aquieta y el silencio solo es interrumpido por el canto de confiados pechos colorados ajenos a la hostilidad humana. El mar estaba cerca pero el serpenteo rocoso lo ocultaba de nuestra vista. El rumoroso aleteo del viento me acariciaba con aspereza en esos cañadones de lava coagulada, labrados en la fundición del universo. Formas caprichosas de ojos que me escrutan inquisidores, impávidos en su mudez, como interpelándome, pusieron en carne viva un sentimiento que hibernaba a cubierto de la lejanía de esas tierras. Una verdad incomoda me tomó por asalto. Caminaba entonces por el Quitapenas, ensimismado, espantando mis fantasmas. Cuando caía la noche tuve un encuentro no anunciado, una respuesta a mi inquietud que terminó por decidirme. Quizás un llamado, una señal de esas inexplicable. Para los que creen, un telegrama del mas allá. Aquel ocasional cruce, fugaz e iluminador, me puso frente a una ausencia incrustada en el pasado. Se trataba de la hermana mayor de Andrés, la que nunca se fue, la que puede dar testimonio. Había otras personas, pero aun así, con la emoción contenida, tuvimos palabras que calaron hondo en mí, removiendo el fondo de los recuerdos.
Estábamos en el festival del marinero, en medio de una marea humana en la cual me sentía sapo de otro pozo, y aunque las calles eran las mismas que transité en mi niñez, la mustia y ajada fachada de la confitería del club Ferro denunciaba el paso del tiempo. El paisaje urbano, fruto de las migraciones, había mudado definitivamente, sepultando un ayer del cual quedan pocos testigos. Allí estaba el cine Español al que tantas veces acudí y que me parecía entonces un teatro grandioso. En sus escalinatas romanas vivíamos la previa al ingreso al colegio secundario que se levantaba a la vuelta. Todo más pequeño a mis ojos cansados, sin el mismo brillo de antaño. Luego vino el recital de Víctor Heredia, en madrugada fría y serena, tañían la campanas de su Razón de Vivir y un homenaje que unió a pueblo y autoridades con aquel juglar empeñado en que no se olvide, que se exhume ese historia silenciada del terrorismo de estado, que se haga justicia. Me dije, hay alguien que dejó un pedazo de su vida, justamente allí, y que no aparecía a la hora de honrar a las víctimas. Quizás por ignorancia o por temor, quizás por complicidad con una etapa negra, que mal que nos pese no transcurrió lejos, y que dejó entre nosotros los deseadenses sus jirones de dolor y muerte. Llegó el momento. Debía hablar y lo hice, por televisión, pero no alcanza. Debía hacer algo para que el hecho no se pierda en los pliegues de la memoria, debía rescatarlo y traerlo a luz. Ya pasaron treinta años. Fue un día, a comienzos del otoño, esa estación desposada por el viento empeñada en desnudar los árboles poblando de hojas la gramilla y tapizando en su derrotero las veredas. La noticia sacudió mis entrañas. Había caído Andrés, mi compañero de tantas jornadas allá a en Deseado, mi pueblo querido. Andrés Maria Armendáriz Leache, español, venido de tierras navarras, católica si las hay, asesinado en medio de la orgía de sangre que sumió a nuestro país, mi país, el que él eligió para vivir y donde enarboló el mensaje evangélico como estatuto de vida. Una muerte violenta, atroz, una juventud robada que podría haber sido la mía. Sobrevivir para contar, deber irrenunciable. Me agito, hay calles, colores, texturas, los mismos sonidos, una adolescencia poblada de alegrías, privaciones, sacrificios y utopías. Hace años que abandoné la fe cristiana, mas o menos los mismos que los que me separan de aquella noche polar. Con sapiencia arqueológica fui juntando los fragmentos de aquella simiente que nos encontró juntos y que él continuó hasta ese final no querido. No se puede pensar el futuro si se desconoce el pasado. El olvido es traición y a esa afrenta no voy a someterme. Un puñado de vivencias que se hacen diáfanas al respirar esa atmósfera marina, mezcla de algas, salitre y un símbolo, la ondulante presencia de las toninas siempre prestas para salvar al naufrago. Haré volar el recado, como paloma mensajera hasta los oídos de los más jóvenes. Veamos. Por esos tiempos con un grupo de adolescentes ocupábamos nuestros fines de semana navegando la ría, recorriendo las islas, lo hacíamos a bordo de una lancha de la Prefectura, ironías del destino. A las puertas de la Bahía Uruguay atracábamos en un islote poblado de conejos grises, sí grises, como los días que vivía la lejana Buenos Aires. Los corríamos vanamente, sin poderlos alcanzar, cerrándoles el paso, y mordiendo el polvo de la derrota ante tan peregrina idea. Verano del ´66, feroz cacería para imponer la preeminencia, despreocupada fiesta lejos de los barrotes que clausuraban el país amordazando las ideas. La política como si fuera un virus contagioso, según nuestros ocasionales consejeros, que amenazaba seducirnos para llevarnos a la perdición. Entre aquellos jóvenes estaba Andrés, ignorante que lo separaban poco más de diez años del trágico final, todos en algún momento fuimos conejos grises. Juntos habíamos empezado a construir un camino solidario que abrevaba en el mandamiento del amor al prójimo, el acto de desprendimiento y entrega más noble de la especie humana.
En medio de un panorama de casas chatas, en madera y zinc, con su policromía de rojos, verdes y grises, un día cualquiera nos encontramos armando un centro juvenil, en el subsuelo de aquel petit rascacielos, levantado en bloques de cemento, sede de la sacristía y donde se alojaban los sacerdotes y algunos laicos que oficiaban como instructores, maestros y profesores, una verdadera cofradía de personajes hermanados por el desarraigo y la vocación de misionar. En los pisos superiores también había una amplia biblioteca atiborrada de libros y una curiosa colección de animales embalsamados por un peculiar procedimiento que tenía como inspirador al polifacético Saracano. Allí mismo juntamos mesas de ping pong, un pequeño tablado donde hacíamos música, algunos billares, mesas para jugar naipes, y tableros de ajedrez, donde aprendimos a abrir nuestra mente urdiendo estrategias de triunfo. En una pequeña oficina fundamos la Acción católica. Andrés no se andaba con ambages, acometió la tarea invitándome a acompañarlo junto a Lionel, quien nos llevaba algunos años. Allí, en ese oscuro sótano, iluminado por la vitalidad de muchas risas juveniles, comenzó nuestra corta, apenas tres o cuatro años, pero intensa historia común. La juventud se apasionaba, amiga de los extremos y de la entrega sin reservas, tanto amaba como sufría. Estábamos en el Covadonga sumergidos en un encuentro juvenil, debatiendo nuestras cosas, cuando nos llego la noticia. Un joven, uno como nosotros, se había quitado la vida en lo alto de una roca que miraba a la piedra Toba, mudo testigo de los hechos. A todo o nada, las razones remitían a un amor no correspondido. Angustias que estallaban, espíritus acorralados como el de aquel otro joven sensible punteando la guitarra, que me inició en el rito rockero por Elvis Presley, a quien gozábamos desde la platea del Cine Español. También una noche, inopinadamente, eligió la roca mas alta que flanquea el puerto local para arrojarse a la ría y terminar con su dolor contenido El suicido joven con toda su épica y su carga de incomprensión, de los que no se guardan nada a la hora de jugar su destino. Pequeñas historias que nos van marcando, justo en el momento que tenemos todo por hacer, la congoja se sienta a la mesa con la vida.-
El sermón de la montaña nos había cautivado particularmente y allá fuimos en busca de acólitos para la empresa militante que inaugurábamos. Por esos días Andrés había ingresado, tras recibirse en el colegio comercial, como asistente en un estudio jurídico, ejercitaba pulcramente el oficio de escribiente a máquina y esa gimnasia le servía para armar los stencils del periódico impreso en el mimeógrafo emplazado en un aula del colegio San José, contiguo al templo, aquellas que miran a la estación de piedra del ferrocarril. Sábado a la noche, nos entintábamos en la tarea, el tipiaba, yo le daba a la manivela, y por fin veían la luz aquellas páginas destinadas a los jóvenes. Referencias al evangelio y la inspiración siempre presente del látigo expulsando a los fariseos del templo. A fines del ´67 me aprestaba a partir a la universidad, fue cuando emprendimos el último viaje todos juntos, a El Calafate, acaudillados por el padre Renato. Campamento en el bosque, a la vista de los hielos milenarios y aquellos versos, entonados con ahínco, sabedores quizás que ya no nos juntaríamos:”huye la luz, se esconde el sol, pero nunca ha de morir la luz de la amistad”. Hasta tuvimos tiempo de enhebrar algunos versos con la música de Paisaje de Catamarca que luego estampamos en las páginas del boletín parroquial. Algunos de aquellos contertulios permanecen aun en Deseado, la mayoría se dispersó por los caminos de patria en busca de otras perspectivas.
Recuerdo a Andrés enfundado en su traje de chupatintas, con su cabello, claro como las mieses, en rebelde remolino y una sonrisa pícara, heredada de su padre. Vital, amaba las montañas de su tierra, y a aquel escalador, que subido sobre las dos ruedas de su bicicleta ponía de rodillas a la flor y nata del ciclismo europeo: Federico Bahamontes, su ídolo. Le brillaban los ojos hablando de ese sube y baja demoledor. Su agudeza desarmaba al que tenia enfrente, muchas veces hasta cohibía para no pasar el ridículo, daba la impresión de estar un segundo antes en la percepción del entorno y de lo que se avecinaba. Saber mirar, atravesar al otro para correr los velos que nublan el alma. Cultor precoz de la fotografía, armó un pequeño laboratorio en los fondos de su casa. Una tarde cualquiera nos encerramos en ese cubículo, acompañados por una tenue luz roja, y un montón de cubetas donde mágicamente la emulsión trabajaba poblando el papel blanco de rasgos de mujer, los fue colgando hasta inundar el lugar con esos ojos negros, que acariciaba como un pequeño Dalí ante su obra realizada. Donde estábamos, el amor de pareja rara vez atravesaba las barreras del sentimiento platónico. Eran tiempos de relaciones prematrimoniales no, relaciones prematrimoniales sí. El deseo se enmendaba con la mortificación.
El tiempo se hizo ancho, fue en noviembre del ’75 que un acontecimiento familiar nos reunió por ultima vez, hacia tiempo que no nos veíamos pero conservaba la sagacidad y lucidez que le había conocido, no exenta de una sonrisa plena y seductora, nada hacia presumir la cercanía del final, ya Osvaldo, mi hermano, llevaba casi un año preso, victima de los preparativos golpistas urdidos en las sombras con ruido a cuenta regresiva. Antes se nos había hecho carne la búsqueda de un camino que libere a los oprimidos, que borre la injusticia de un mundo dividido entre ricos y pobres, fuimos así abonando la idea de construir el Reino de Dios aquí y ahora. Me contó de sus estudios en la UBA, la licenciatura en relaciones humanas, su trabajo como delegado de la juventud trabajadora peronista, su vocación de servicio plasmada y los brazos bien abiertos para amar sin guardarse nada, experiencia mesiánica de la que fue despertado brutalmente. La noche. Imposible soslayar el día fatídico, hay una coincidencia que oficia de mojón histórico, por esas horas era ejecutado también Rodolfo Walsh, verdadero trasgresor, a la mordaza impuesta, con su Carta a los comandantes. Cumplíase un año de la dictadura. Pieza testimonial única, lectura obligatoria en las aulas, de sur a norte, la verdad irrefutable sobre el horror. Nunca más. Según la información acopiada por la comisión española creada en el 2005 para ocuparse de los ciudadanos de ese país detenidos-desaparecidos y asesinados, se concluye que nuestro amigo es ejecutado sumariamente un veintiséis de marzo del ´77. Nada más sobre el cómo y el porqué. Muchos como Andrés habían quedado desguarnecidos, a la intemperie, abandonados a su suerte por quienes, habiendo oficiado como conductores, huyeron a la clandestinidad. Sálvese quien pueda y ese miedo que serrucha las certezas. Presa fácil. Con su compañera fue chupado y llevado a las mazamorras montadas por el terrorismo de estado, su cuerpo mutilado y su convicción sacrificial nunca mancillada. Solo podría imputársele el pecado de amar. Es cuando en medio de la bruma del tiempo resuena la voz de Lionel, nuestro común amigo, poeta eximio, bajando las escaleras , recitando el romancero gitano, rememorando su paso por el conservatorio nacional en cuyos pasillos se cruzó muchas veces con el mismísimo Alfredo Alcon. Los versos de Federico García Lorca descendían como una música que recorría la nave del centro juvenil y subían hasta la azotea, envolviendo con una calida brisa ese cubo gris. “A la cinco de la tarde. / lo demás era muerte y sólo muerte/ a la cinco de la tarde.¡Ay que terribles cinco de la tarde!/¡Eran las cinco en todos los relojes!/ ¡Eran las cinco en sombra de la tarde.
Las despedidas. Las ausencias. Verbos conjugados con lágrimas. Se dice que la fe mueve montañas, de las montañas vino. Hay un proverbio chino que dice que hay muertes que tienen el peso de una montaña y otras que pesan lo que una pluma. La de Andrés seguramente estará enclavada en la cima de las montañas de su Navarra y su espíritu anidará en las paredes de la gruta de Lourdes, la del cañadón de las Bandurrias, la que tantas veces nos encontró en peregrinación.
Estamos en tiempos que rememoran aquellos episodios, sería bueno que la comunidad de Puerto Deseado, con sus autoridades a la cabeza, los que fatigan sus calles predicando y los que no, los que aman la justicia y los que permanecieron callados cuando había que hablar, desentierren ese pasado que también los alcanzó con sus ramalazos de muerte y hagan la conmemoración que merecen quienes como Andrés difundieron su mensaje de amor trunco. Los vientos de la memoria han descubierto sus pisadas, afloran los estigmas de Cristo, se escuchan voces, ya sus ecos cimbreantes laten en torno nuestro, imposible eludir su presencia.
Oscar Armando Bidabehere. Marzo de 2008. Olavarria. Provincia de Buenos Aires
Vengo.
¿Por qué vengo?
¿Porqué ahora?
Un río de inquietos caballos
Me galopa
El alma.
Cada caballo una voz.
Cada voz una muerte.
Cada muerte una congoja.
Cada congoja un rebenque.
Sobre los lomos del tiempo
El látigo incita memorias
De bellos rostros perdidos.
………………….
Debo hablar. Debo
(Lionel Rivas Fabbri, “Impromptu”)
Terminando enero, tras larga travesía, estaba al fin en Deseado. Había pasado mucho tiempo desde aquel tórrido verano del ´68 cuando con mi mochila cargada de sueños e incertidumbre partí a la universidad. Ávidos de descanso, recalamos en EL CINCO, la posada que me albergó junto a mi compañera, verdadero oasis de manzanillas floridas, calafates, liebres al acecho y una pareja de búhos magallánicos que curiosos deambulaban en torno nuestro. Al trasponer cual arco del triunfo, el otrora túnel ferroviario, me interné en ese lugar donde el aire se aquieta y el silencio solo es interrumpido por el canto de confiados pechos colorados ajenos a la hostilidad humana. El mar estaba cerca pero el serpenteo rocoso lo ocultaba de nuestra vista. El rumoroso aleteo del viento me acariciaba con aspereza en esos cañadones de lava coagulada, labrados en la fundición del universo. Formas caprichosas de ojos que me escrutan inquisidores, impávidos en su mudez, como interpelándome, pusieron en carne viva un sentimiento que hibernaba a cubierto de la lejanía de esas tierras. Una verdad incomoda me tomó por asalto. Caminaba entonces por el Quitapenas, ensimismado, espantando mis fantasmas. Cuando caía la noche tuve un encuentro no anunciado, una respuesta a mi inquietud que terminó por decidirme. Quizás un llamado, una señal de esas inexplicable. Para los que creen, un telegrama del mas allá. Aquel ocasional cruce, fugaz e iluminador, me puso frente a una ausencia incrustada en el pasado. Se trataba de la hermana mayor de Andrés, la que nunca se fue, la que puede dar testimonio. Había otras personas, pero aun así, con la emoción contenida, tuvimos palabras que calaron hondo en mí, removiendo el fondo de los recuerdos.
Estábamos en el festival del marinero, en medio de una marea humana en la cual me sentía sapo de otro pozo, y aunque las calles eran las mismas que transité en mi niñez, la mustia y ajada fachada de la confitería del club Ferro denunciaba el paso del tiempo. El paisaje urbano, fruto de las migraciones, había mudado definitivamente, sepultando un ayer del cual quedan pocos testigos. Allí estaba el cine Español al que tantas veces acudí y que me parecía entonces un teatro grandioso. En sus escalinatas romanas vivíamos la previa al ingreso al colegio secundario que se levantaba a la vuelta. Todo más pequeño a mis ojos cansados, sin el mismo brillo de antaño. Luego vino el recital de Víctor Heredia, en madrugada fría y serena, tañían la campanas de su Razón de Vivir y un homenaje que unió a pueblo y autoridades con aquel juglar empeñado en que no se olvide, que se exhume ese historia silenciada del terrorismo de estado, que se haga justicia. Me dije, hay alguien que dejó un pedazo de su vida, justamente allí, y que no aparecía a la hora de honrar a las víctimas. Quizás por ignorancia o por temor, quizás por complicidad con una etapa negra, que mal que nos pese no transcurrió lejos, y que dejó entre nosotros los deseadenses sus jirones de dolor y muerte. Llegó el momento. Debía hablar y lo hice, por televisión, pero no alcanza. Debía hacer algo para que el hecho no se pierda en los pliegues de la memoria, debía rescatarlo y traerlo a luz. Ya pasaron treinta años. Fue un día, a comienzos del otoño, esa estación desposada por el viento empeñada en desnudar los árboles poblando de hojas la gramilla y tapizando en su derrotero las veredas. La noticia sacudió mis entrañas. Había caído Andrés, mi compañero de tantas jornadas allá a en Deseado, mi pueblo querido. Andrés Maria Armendáriz Leache, español, venido de tierras navarras, católica si las hay, asesinado en medio de la orgía de sangre que sumió a nuestro país, mi país, el que él eligió para vivir y donde enarboló el mensaje evangélico como estatuto de vida. Una muerte violenta, atroz, una juventud robada que podría haber sido la mía. Sobrevivir para contar, deber irrenunciable. Me agito, hay calles, colores, texturas, los mismos sonidos, una adolescencia poblada de alegrías, privaciones, sacrificios y utopías. Hace años que abandoné la fe cristiana, mas o menos los mismos que los que me separan de aquella noche polar. Con sapiencia arqueológica fui juntando los fragmentos de aquella simiente que nos encontró juntos y que él continuó hasta ese final no querido. No se puede pensar el futuro si se desconoce el pasado. El olvido es traición y a esa afrenta no voy a someterme. Un puñado de vivencias que se hacen diáfanas al respirar esa atmósfera marina, mezcla de algas, salitre y un símbolo, la ondulante presencia de las toninas siempre prestas para salvar al naufrago. Haré volar el recado, como paloma mensajera hasta los oídos de los más jóvenes. Veamos. Por esos tiempos con un grupo de adolescentes ocupábamos nuestros fines de semana navegando la ría, recorriendo las islas, lo hacíamos a bordo de una lancha de la Prefectura, ironías del destino. A las puertas de la Bahía Uruguay atracábamos en un islote poblado de conejos grises, sí grises, como los días que vivía la lejana Buenos Aires. Los corríamos vanamente, sin poderlos alcanzar, cerrándoles el paso, y mordiendo el polvo de la derrota ante tan peregrina idea. Verano del ´66, feroz cacería para imponer la preeminencia, despreocupada fiesta lejos de los barrotes que clausuraban el país amordazando las ideas. La política como si fuera un virus contagioso, según nuestros ocasionales consejeros, que amenazaba seducirnos para llevarnos a la perdición. Entre aquellos jóvenes estaba Andrés, ignorante que lo separaban poco más de diez años del trágico final, todos en algún momento fuimos conejos grises. Juntos habíamos empezado a construir un camino solidario que abrevaba en el mandamiento del amor al prójimo, el acto de desprendimiento y entrega más noble de la especie humana.
En medio de un panorama de casas chatas, en madera y zinc, con su policromía de rojos, verdes y grises, un día cualquiera nos encontramos armando un centro juvenil, en el subsuelo de aquel petit rascacielos, levantado en bloques de cemento, sede de la sacristía y donde se alojaban los sacerdotes y algunos laicos que oficiaban como instructores, maestros y profesores, una verdadera cofradía de personajes hermanados por el desarraigo y la vocación de misionar. En los pisos superiores también había una amplia biblioteca atiborrada de libros y una curiosa colección de animales embalsamados por un peculiar procedimiento que tenía como inspirador al polifacético Saracano. Allí mismo juntamos mesas de ping pong, un pequeño tablado donde hacíamos música, algunos billares, mesas para jugar naipes, y tableros de ajedrez, donde aprendimos a abrir nuestra mente urdiendo estrategias de triunfo. En una pequeña oficina fundamos la Acción católica. Andrés no se andaba con ambages, acometió la tarea invitándome a acompañarlo junto a Lionel, quien nos llevaba algunos años. Allí, en ese oscuro sótano, iluminado por la vitalidad de muchas risas juveniles, comenzó nuestra corta, apenas tres o cuatro años, pero intensa historia común. La juventud se apasionaba, amiga de los extremos y de la entrega sin reservas, tanto amaba como sufría. Estábamos en el Covadonga sumergidos en un encuentro juvenil, debatiendo nuestras cosas, cuando nos llego la noticia. Un joven, uno como nosotros, se había quitado la vida en lo alto de una roca que miraba a la piedra Toba, mudo testigo de los hechos. A todo o nada, las razones remitían a un amor no correspondido. Angustias que estallaban, espíritus acorralados como el de aquel otro joven sensible punteando la guitarra, que me inició en el rito rockero por Elvis Presley, a quien gozábamos desde la platea del Cine Español. También una noche, inopinadamente, eligió la roca mas alta que flanquea el puerto local para arrojarse a la ría y terminar con su dolor contenido El suicido joven con toda su épica y su carga de incomprensión, de los que no se guardan nada a la hora de jugar su destino. Pequeñas historias que nos van marcando, justo en el momento que tenemos todo por hacer, la congoja se sienta a la mesa con la vida.-
El sermón de la montaña nos había cautivado particularmente y allá fuimos en busca de acólitos para la empresa militante que inaugurábamos. Por esos días Andrés había ingresado, tras recibirse en el colegio comercial, como asistente en un estudio jurídico, ejercitaba pulcramente el oficio de escribiente a máquina y esa gimnasia le servía para armar los stencils del periódico impreso en el mimeógrafo emplazado en un aula del colegio San José, contiguo al templo, aquellas que miran a la estación de piedra del ferrocarril. Sábado a la noche, nos entintábamos en la tarea, el tipiaba, yo le daba a la manivela, y por fin veían la luz aquellas páginas destinadas a los jóvenes. Referencias al evangelio y la inspiración siempre presente del látigo expulsando a los fariseos del templo. A fines del ´67 me aprestaba a partir a la universidad, fue cuando emprendimos el último viaje todos juntos, a El Calafate, acaudillados por el padre Renato. Campamento en el bosque, a la vista de los hielos milenarios y aquellos versos, entonados con ahínco, sabedores quizás que ya no nos juntaríamos:”huye la luz, se esconde el sol, pero nunca ha de morir la luz de la amistad”. Hasta tuvimos tiempo de enhebrar algunos versos con la música de Paisaje de Catamarca que luego estampamos en las páginas del boletín parroquial. Algunos de aquellos contertulios permanecen aun en Deseado, la mayoría se dispersó por los caminos de patria en busca de otras perspectivas.
Recuerdo a Andrés enfundado en su traje de chupatintas, con su cabello, claro como las mieses, en rebelde remolino y una sonrisa pícara, heredada de su padre. Vital, amaba las montañas de su tierra, y a aquel escalador, que subido sobre las dos ruedas de su bicicleta ponía de rodillas a la flor y nata del ciclismo europeo: Federico Bahamontes, su ídolo. Le brillaban los ojos hablando de ese sube y baja demoledor. Su agudeza desarmaba al que tenia enfrente, muchas veces hasta cohibía para no pasar el ridículo, daba la impresión de estar un segundo antes en la percepción del entorno y de lo que se avecinaba. Saber mirar, atravesar al otro para correr los velos que nublan el alma. Cultor precoz de la fotografía, armó un pequeño laboratorio en los fondos de su casa. Una tarde cualquiera nos encerramos en ese cubículo, acompañados por una tenue luz roja, y un montón de cubetas donde mágicamente la emulsión trabajaba poblando el papel blanco de rasgos de mujer, los fue colgando hasta inundar el lugar con esos ojos negros, que acariciaba como un pequeño Dalí ante su obra realizada. Donde estábamos, el amor de pareja rara vez atravesaba las barreras del sentimiento platónico. Eran tiempos de relaciones prematrimoniales no, relaciones prematrimoniales sí. El deseo se enmendaba con la mortificación.
El tiempo se hizo ancho, fue en noviembre del ’75 que un acontecimiento familiar nos reunió por ultima vez, hacia tiempo que no nos veíamos pero conservaba la sagacidad y lucidez que le había conocido, no exenta de una sonrisa plena y seductora, nada hacia presumir la cercanía del final, ya Osvaldo, mi hermano, llevaba casi un año preso, victima de los preparativos golpistas urdidos en las sombras con ruido a cuenta regresiva. Antes se nos había hecho carne la búsqueda de un camino que libere a los oprimidos, que borre la injusticia de un mundo dividido entre ricos y pobres, fuimos así abonando la idea de construir el Reino de Dios aquí y ahora. Me contó de sus estudios en la UBA, la licenciatura en relaciones humanas, su trabajo como delegado de la juventud trabajadora peronista, su vocación de servicio plasmada y los brazos bien abiertos para amar sin guardarse nada, experiencia mesiánica de la que fue despertado brutalmente. La noche. Imposible soslayar el día fatídico, hay una coincidencia que oficia de mojón histórico, por esas horas era ejecutado también Rodolfo Walsh, verdadero trasgresor, a la mordaza impuesta, con su Carta a los comandantes. Cumplíase un año de la dictadura. Pieza testimonial única, lectura obligatoria en las aulas, de sur a norte, la verdad irrefutable sobre el horror. Nunca más. Según la información acopiada por la comisión española creada en el 2005 para ocuparse de los ciudadanos de ese país detenidos-desaparecidos y asesinados, se concluye que nuestro amigo es ejecutado sumariamente un veintiséis de marzo del ´77. Nada más sobre el cómo y el porqué. Muchos como Andrés habían quedado desguarnecidos, a la intemperie, abandonados a su suerte por quienes, habiendo oficiado como conductores, huyeron a la clandestinidad. Sálvese quien pueda y ese miedo que serrucha las certezas. Presa fácil. Con su compañera fue chupado y llevado a las mazamorras montadas por el terrorismo de estado, su cuerpo mutilado y su convicción sacrificial nunca mancillada. Solo podría imputársele el pecado de amar. Es cuando en medio de la bruma del tiempo resuena la voz de Lionel, nuestro común amigo, poeta eximio, bajando las escaleras , recitando el romancero gitano, rememorando su paso por el conservatorio nacional en cuyos pasillos se cruzó muchas veces con el mismísimo Alfredo Alcon. Los versos de Federico García Lorca descendían como una música que recorría la nave del centro juvenil y subían hasta la azotea, envolviendo con una calida brisa ese cubo gris. “A la cinco de la tarde. / lo demás era muerte y sólo muerte/ a la cinco de la tarde.¡Ay que terribles cinco de la tarde!/¡Eran las cinco en todos los relojes!/ ¡Eran las cinco en sombra de la tarde.
Las despedidas. Las ausencias. Verbos conjugados con lágrimas. Se dice que la fe mueve montañas, de las montañas vino. Hay un proverbio chino que dice que hay muertes que tienen el peso de una montaña y otras que pesan lo que una pluma. La de Andrés seguramente estará enclavada en la cima de las montañas de su Navarra y su espíritu anidará en las paredes de la gruta de Lourdes, la del cañadón de las Bandurrias, la que tantas veces nos encontró en peregrinación.
Estamos en tiempos que rememoran aquellos episodios, sería bueno que la comunidad de Puerto Deseado, con sus autoridades a la cabeza, los que fatigan sus calles predicando y los que no, los que aman la justicia y los que permanecieron callados cuando había que hablar, desentierren ese pasado que también los alcanzó con sus ramalazos de muerte y hagan la conmemoración que merecen quienes como Andrés difundieron su mensaje de amor trunco. Los vientos de la memoria han descubierto sus pisadas, afloran los estigmas de Cristo, se escuchan voces, ya sus ecos cimbreantes laten en torno nuestro, imposible eludir su presencia.
Oscar Armando Bidabehere. Marzo de 2008. Olavarria. Provincia de Buenos Aires
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