lunes, 31 de octubre de 2011

FLORENCIO PARRAVICCINI EN PUERTO DESEADO

FLORENCIO PARRAVICINI….una vida para el asombro.

Los datos que vamos ha comentar fueron publicados por las revistas: ASI, y  TODO ES HISTORIA.
En 1941, Florencio Parravicini ponía fin a su vida. El país entero se conmocionó con este hecho, que marcaba la desaparición del más grande actor cómico que contó en todas sus épocas la escena argentina. Pertenecía a una familia ilustre y parecían estarle reservados otros destinos. Pero no es solo por sus dotes actorales que Parravicini se transformó en una personalidad asombrosa, sino también por su gran caudal de aventuras vividas, algunas fabulosas, casi increíbles. Una de esas historias comentada, pero poco conocida está conectada con Puerto Deseado.
Siendo muy joven y al estallar en 1893 la revolución radical, se fugó del colegio junto a cuatro amigos  para presentarse en las oficinas de alistamiento. Los destinaron al campamento de la localidad de San Martín, luego de ese empeño revolucionario es enviado a Tucumán, pero allí tras un tiroteo, fruto de cierto asunto de polleras, es devuelto a Buenos Aires. Es entonces cuando su hermano Jacobo se muestra comprensivo y hasta indulgente con Florencio y como muestra de buena voluntad le anuncia que por intermedio de un almirante amigo de su padre había conseguido que lo embarcaran en el buque 1º de mayo para que paseara por las aguas del sur y se recrease. Florencio comenzó a sospechar de la hospitalidad del capitán del barco y de su condición de huésped de honor, cuando al zarpar le asignaron la tarea de baldear la cubierta de la nave. Al llegar a Puerto Deseado quedó al descubierto la artimaña perpetrada por sus hermanos, ya que el único desembarcado era él.
El panorama era desalentador; estaba confinado en un territorio inhóspito, gélido y con una población que no alcanzaba siquiera a los 50 habitantes. El imagina que cumplirá alguna función de tipo militar por cuanto lo dejan a disposición del capitán Wilson, quien tiene a su cargo una precaria prefectura marítima. La misión que cumple es la de brindar ayuda a algún barco en peligro de zozobra De alguna manera, también hacen de policías. Cuando Florencio comprueba el medio en el que le corresponderá actuar en lo sucesivo, no puede evitar un momentáneo desaliento. La vida será dura allí para él y sufrirá fatigas y privaciones. No entiende del todo, por qué se le ha condenado a ese destierro. El capitán Wilson, hombre sagaz, advierte lo que pasa en el ánimo del joven marinero. Sabe que pertenece a una acaudalada familia de Buenos Aires y teme que no pueda amoldarse a la vida que le espera. Pero a Florencio,  le duele que lo consideren un señorito de ciudad, sin guapeza para aguantar, aunque le cuesta, sin embargo, adaptarse. Lo que más le duele  es la desolación que lo rodea. Se hace amigo de algunos pobladores, cuyas casas visita. Una de las distracciones es  visitar barcos hundidos en las  proximidades de la costa.
La falta de mujeres es lo que más pesa en el ánimo del muchacho. Cierto día, junto a Agustín Botet, se dirigió a una toldería tehuelche. La soledad y el frío produjeron sus efectos: ambos quedaron prendados de sendas jóvenes indígenas y resolvieron velozmente casarse con ellas. Parravicini en una ceremonia india contrajo enlace con Piuqué, hija de un cacique, por la que debió pagar dos caballos, una damajuana de vino, cincuenta tiros y un revólver.
Al día siguiente, partieron hacia Puerto Deseado, llevando Parra a su lado a su flamante esposa. Al llegar a su lugar de destino, Florencio comprendió que lo que había hecho no iba a ser bien recibido por sus jefes, quiénes pensaron que al ir a los toldos en busca de una mujer, no iba a pasar de tener allí un contacto con ella, pero jamás pudieron sospechar que la excursión iba a tener esa derivación, que los obligaba a la presencia de una india en el precario galpón de la subprefectura, por lo que si bien la aceptaron, fue con la condición de que en la primera oportunidad se desprendiera de la misma.
La revista Todo es Historia publica que algunos biógrafos aseguran que habría dejado un hijo llamado Pilé.
Pero pasado un tiempo la base de Puerto Deseado fue atacada por una pequeña flota pirata australiana. Estos corsarios se dedicaban al contrabando y a cazar lobos marinos. Este hecho brindó a Parravicini la oportunidad de unirse a ellos y poder escapar de Puerto Deseado. Pero a poco de partir el buque Villarino de nuestra armada le asestó un certero cañonazo al navío pirata, por lo que toda la tripulación fue detenida y llevada a territorio argentino. Uno de los oficiales a cargo de la operación reconoció en Florencio al hijo del coronel Parravicini y lo devolvió a Buenos Aires, donde un reconocido penalista logra librarlo de la causa judicial.
De nuevo en Buenos Aires y junto a su amigo Botet se ingeniaron para poder seguir con sus aventuras. Es así que disfrazando a su amigo, le hacen creer a la madre, que éste es un reconocido ingeniero y que  ha despertado en él una gran vocación por la ingeniería, carrera que deberá seguir en Europa. Así parte con su amigo, esperando recibir cada mes una suculenta pensión mensual, la que gastan dándose una gran vida, hasta que un funcionario advierte a la familia Parravicini que Florencio ni siquiera esta inscripto en la universidad y pocos días después es deportado a la argentina.
De regreso al país y ante la quita de colaboración económica, no le queda más remedio que trabajar, tentando suerte como agente de loterías, despachante de aduanas, importador de artículos odontológicos, capitán de la guardia nacional y hasta un breve período de seminarista. Fracasando de negocio en negocio hasta llegar a cumplir la mayoría de edad y recibir la herencia paterna, cuya fortuna le dio la posibilidad de volver a París, viviendo una vida de magnate hasta que despilfarra en hoteles, mujeres y  casinos todo el dinero recibido.
De vuelta en su ciudad natal, se ofrece al Concierto Varieté,  un local de tiro al blanco, donde se presentaba una que otra pieza corta de teatro. Allí una circunstancia vulgar hizo que Parravicini tuviera que integrar el elenco. El actor cómico del piquete se enferma, de una gripe, y el director de la obra Sr. Coletti le ofrece el papel a Parravicini, quién en un principio se resiste, ya que no sabe maquillarse, no ha hablado nunca en un escenario, y no sabe escuchar al apuntador. Pero la elocuencia y la desesperación de Coletti logran convencerlo y de este modo Florencio es poco menos que empujado al escenario. Una vez sobre tablas, permanece mudo varios instantes,  limitándose a mostrar su máscara, a hacer gestos, a tirarle un puntapié al apuntador que se esforzaba desde el tornavoz tratando de darle letra. Momentos después se dirige al público --es la primera vez en la historia de nuestro teatro que un actor habla con el auditorio saliéndose del texto, aunque el texto en aquella ocasión, como muchas veces, más que un texto era un pretexto para las genialidades del bufo-- y empieza a deshilvanar el fabuloso monólogo que le permitiría ponerse más tarde en el bolsillo a todos los auditorios por  indiferentes  que quisieran mostrarse. A partir de allí lograría con el tiempo su consagración actoral.
En 1941 aquejado por un cáncer pulmonar, decidió no respetar el guión, adelantando el desenlace inevitable. Su suicidio terminó con la vida del más grande actor cómico de la historia, el hombre que alguna vez fortuitamente vivió en Puerto Deseado, el hombre al que Buenos Aires le debe diez mil noches de alegría.

Violeta Martínez
Archivo Histórico Municipal

1 comentario:

Osvaldo Hector dijo...

Estuve leyendo ese comentario y veo en la nota que hay un capitan llamado Wilson. Me gustaria saber si fue mi bis abuelo que vino de irlanda y fue el primer prefecto de puerto deseado. Mi nombre es Osvaldo Héctor Wilson y naci en capital federal, mi abuelo se llamaba Enrique Octavio Wilson y mi bis abuelo Octavio ? Wilson.
Mi email osvaldohwilson@gmail.com
Muchas gracias

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