jueves, 19 de noviembre de 2009

Alcides Ortega, un náufrago que regresó a Puerto Deseado


Alcides Ortega, un pequeño náufrago que regresó
60 AÑOS DESPUES, LA MEMORIA DEL VAPOR "MENENDEZ"

Con la satisfacción de haber cumplido su sueño Alcides continuó este miércoles su viaje de vacaciones por la Patagonia. Antes de partir tomó unas fotos del andén de la antigua Estación del Ferrocarril y de otros edificios y las contrastó con pequeñas fotos en blanco y negro que el mismo había traído.
Jorge Bernard, operador turístico de la ría Deseado, señala que "lo anecdótico de su visita fue que en la madrugada del 11 de noviembre del año 1947, cuando Alcides era muy pequeño, (con tan sólo un año y medio de edad) se convirtió, sin saberlo, en el niño más pequeño que fuera desembarcado de emergencia en Puerto Deseado, debido a que el buque en el que viajaba se encontraba con serios problemas tras haber varado sobre las Rocas Sorrell, un peligroso obstáculo que se encontraba en la boca de entrada de la ría local".
Pasaron más de sesenta años y Alcides finalmente pudo regresar a Puerto Deseado, su ciudad natal, para dar a conocer emocionadamente su historia.
Eran las 00:26 Hrs. del aquel 11 de noviembre de 1947, cuando una pequeña luz en el palo de proa del buque “José Menendez” asomaba indecisa en el horizonte, la majestuosa proa de la embarcación chocaba contra las altas olas que el viento sudeste formaba. Desde el puente de mando, el 2do. Oficial que recién tomaba la guardia, miraba por tercera vez su reloj controlando la frecuencia de un débil haz de luz que trataba de penetrar en la oscura noche y así determinó de que se trataba de la lámpara del Faro de Isla Pingüino, tomó los binoculares y tras abrir la puerta de babor salió al pequeño alerón. La noche estaba fría e inmediatamente sintió como miles de pegajosas partículas de humedad se adherían a su rostro y luego de tres fallidos intentos por divisar el faro se convenció de que una espesa niebla había cubierto al mismo.
Las órdenes del Comandante habían sido claras, razón por la cual el 2do. Oficial giró decididamente la manivela del antiguo teléfono que comunicaba el puente con el camarote del Capitán e informó al mismo acerca de la situación.
Pocos minutos más tarde el Capitán tomó el timón de nave y ordenó a la Sala de Máquinas que reduzca las revoluciones del motor, en tanto que el 1er. Oficial también anoticiado de la situación intentaba establecer contacto con el faro mediante el uso de las señales lumínicas de enviaba desde los potentes faroles que estaban anclados a cada una de las bandas del buque.
Había pasado ya casi una hora cuando la tripulación recién pudo comenzar a ver los primeros mensajes que a través de señales de luz se propagaban en aquella cerrada noche. Los mismos emanaban desde un edificio cilíndrico que se encontraba algunos metros por detrás del faro y eran señales de advertencia hacia todos los buques próximos al área de influencia de ese faro donde se informaba que las condiciones de visibilidad se habían agravado.
El Capitán ordenó al 3er. Oficial de Cubierta que se dirigiera hacia la proa para poder dar aviso en caso de divisar la presencia de cualquier tipo de obstáculo en las cercanías del buque y posteriormente procedió a dar inicio a la maniobra de ingreso a puerto.
Aproximadamente a las 02:50 am. el 3er. Oficial da aviso de haber avistado una rompiente muy cerca de la proa por lo que el Capitán da inmediatamente órdenes a la sala de máquinas de poner reversa a estribor y luego a babor, pero la pesada nave no alcanza a reaccionar y termina embistiendo las afiladas paredes de las Rocas Sorrell, situadas casi en la boca de entrada de la ría de Puerto Deseado, sufriendo su casco profundos cortes que dañaron la estructura interna de la nave, la que termina deteniendo su marcha tras un firme varamiento sobre esas rocas.
Nadie sabe en realidad cuales fueron las causas por las que la nave sufrió ese terrible accidente; ni tampoco si este ficticio relato coincide o no con lo que realmente ocurrió aquella fría noche.
Lo que sí fue real, es que tras ese varamiento y alrededor de las cinco de la mañana el capitán ordenó se arriaran casi la totalidad de sus botes salvavidas y que se embarcaran en los mismos prioritariamente a los enfermos, mujeres y niños y como aún la espesa niebla persistía, estas pequeñas embarcaciones debieron permanecer un largo rato cerca del buque. Allí estuvo el pequeño Alcides en los cálidos brazos de su madre, hasta que finalmente todos los tripulantes y pasajeros de la embarcación pudieron ser rescatados y conducidos a puerto.

Relato gentileza de Jorge Bernard

No hay comentarios:

COMPRAR, VENDER Y PERMUTAR GRATIS