Convocamos a aquellos que ingresan a leer estos textos para un nuevo proyecto.
Queremos recopilar relatos originales e inéditos sobre el campo en la zona de Puerto Deseado. Hay anécdotas, tragedias, grandes arreos de ganado, testimonios de trabajadores y dueños de estancias, historias de vida que queremos transformar en un libro. Y si se animan a entrevistar a ese viejo peon rural, esquilador, alambrador, que nos relate los trabajos de campo, los personajes que conoció, será muy valioso.
Escríbanme a deseadorevista@yahoo.com.ar
Mario dos Santos Lopes
Leyendas, historia, testimonios, personajes, fauna, flora, temas ambientales, viajeros, cuentos y poemas de Puerto Deseado y la Patagonia Argentina. Consultas, comentarios y colaboraciones a deseadorevista@yahoo.com.ar
domingo, 9 de agosto de 2009
martes, 24 de marzo de 2009
CONVOCATORIA PARA LA ANTOLOGIA 2009
El semanario EL ORDEN, decano de la prensa de Santa Cruz, convoca a todos los autores radicados en Puerto Deseado a participar en una colección de:
-Cuentos breves
-Poemas
-Ensayos breves sobre temas de la localidad (historia, geografía, personajes, historias de vida, fauna, flora, etc.)
Fundamentos:Los autores de cuentos, poemas o ensayos breves aspiran a poder publicar sus escritos, lo que resulta particularmente dificultoso porque las editoriales no acceden a editarlos, o, en caso de hacerlo, deben desembolsar altas sumas de dinero que no están a su alcance.
Publicar un escrito dentro de una antología permite, en muchos casos, iniciar una carrera literaria, y para muchos escritores es su primer antecedente comprobable.La antología de autores locales prestigia a Puerto Deseado y resulta de interés para los visitantes y turistas.
La aparición de una antología estimula a nuevos autores, genera interés por la realización de talleres literarios y permite a la comunidad conocer a sus escritores, a veces desconocidos.
La antología incluirá fotos a color de paisajes de Puerto Deseado, por lo que se constituirá también en un atractivo vehículo de promoción turística para nuestra ciudad.
Podrán participar todas aquellas personas mayores de doce años que residan en Puerto Deseado, y se hará extensivo a quienes hayan vivido en alguna época en Puerto Deseado y escriban sobre temas vinculados con nuestra ciudad.
Los trabajos deberán ser originales. En caso de citarse algún fragmento de otro autor, deberá citarse la fuente. Los organizadores verificarán la originalidad de cada escrito y, eventualmente, lo consultarán con el autor cuando exista alguna duda.
EL ORDEN publicará una antología que incluirá cuarenta trabajos, entre cuentos, poemas y ensayos.
Cada uno de los trabajos irá acompañado con los datos de su autor. Cualquier duda será resuelta por un jurado idóneo que se designará para definir la integración final de la antología. En caso de considerarse necesario, podrían incluirse dos o más escritos de un mismo autor.
La antología 2009 será presentada en un acto público del que participarán autoridades locales, y en el que cada autor recibirá como obsequio un ejemplar del libro.
Esta antología incluirá la participación de auspiciantes que colaborarán para la impresión del libro. Estos auspicios permitirán:
-Que cada autor pueda contar con un ejemplar gratuito del libro en el que figura su poema, cuento o ensayo.
-Que el libro tenga un precio de venta accesible a todos los que quieran obtenerlo.-Enviar ejemplares a los establecimientos escolares locales, autoridades provinciales y nacionales, bibliotecas provinciales y regionales.
Los poemas podrán ser de hasta cuarenta versos.
Los cuentos, de hasta 1000 palabras
TEMAS SUGERIDOS PARA ENSAYOS BREVES (hasta 1000 palabras)
-Mi infancia en el campo
-Mi vida en el campo
-De dónde vino mi familia
-Personajes de Puerto Deseado
-Alguien a quien no debemos olvidar
-Viajes en el ferrocarril
-Historias de inmigrantes
-Mis lugares favoritos
-Recuerdos de mi etapa escolar
-El Deseado que yo recuerdo
-Vida de marinero
-Historias de estibadores
etc.
ENVIAR LOS TRABAJOS, CON LOS DATOS PERSONALES, DNI Y EDAD DEL PARTICIPANTE
A deseadorevista@hotmail.com
-Cuentos breves
-Poemas
-Ensayos breves sobre temas de la localidad (historia, geografía, personajes, historias de vida, fauna, flora, etc.)
Fundamentos:Los autores de cuentos, poemas o ensayos breves aspiran a poder publicar sus escritos, lo que resulta particularmente dificultoso porque las editoriales no acceden a editarlos, o, en caso de hacerlo, deben desembolsar altas sumas de dinero que no están a su alcance.
Publicar un escrito dentro de una antología permite, en muchos casos, iniciar una carrera literaria, y para muchos escritores es su primer antecedente comprobable.La antología de autores locales prestigia a Puerto Deseado y resulta de interés para los visitantes y turistas.
La aparición de una antología estimula a nuevos autores, genera interés por la realización de talleres literarios y permite a la comunidad conocer a sus escritores, a veces desconocidos.
La antología incluirá fotos a color de paisajes de Puerto Deseado, por lo que se constituirá también en un atractivo vehículo de promoción turística para nuestra ciudad.
Podrán participar todas aquellas personas mayores de doce años que residan en Puerto Deseado, y se hará extensivo a quienes hayan vivido en alguna época en Puerto Deseado y escriban sobre temas vinculados con nuestra ciudad.
Los trabajos deberán ser originales. En caso de citarse algún fragmento de otro autor, deberá citarse la fuente. Los organizadores verificarán la originalidad de cada escrito y, eventualmente, lo consultarán con el autor cuando exista alguna duda.
EL ORDEN publicará una antología que incluirá cuarenta trabajos, entre cuentos, poemas y ensayos.
Cada uno de los trabajos irá acompañado con los datos de su autor. Cualquier duda será resuelta por un jurado idóneo que se designará para definir la integración final de la antología. En caso de considerarse necesario, podrían incluirse dos o más escritos de un mismo autor.
La antología 2009 será presentada en un acto público del que participarán autoridades locales, y en el que cada autor recibirá como obsequio un ejemplar del libro.
Esta antología incluirá la participación de auspiciantes que colaborarán para la impresión del libro. Estos auspicios permitirán:
-Que cada autor pueda contar con un ejemplar gratuito del libro en el que figura su poema, cuento o ensayo.
-Que el libro tenga un precio de venta accesible a todos los que quieran obtenerlo.-Enviar ejemplares a los establecimientos escolares locales, autoridades provinciales y nacionales, bibliotecas provinciales y regionales.
Los poemas podrán ser de hasta cuarenta versos.
Los cuentos, de hasta 1000 palabras
TEMAS SUGERIDOS PARA ENSAYOS BREVES (hasta 1000 palabras)
-Mi infancia en el campo
-Mi vida en el campo
-De dónde vino mi familia
-Personajes de Puerto Deseado
-Alguien a quien no debemos olvidar
-Viajes en el ferrocarril
-Historias de inmigrantes
-Mis lugares favoritos
-Recuerdos de mi etapa escolar
-El Deseado que yo recuerdo
-Vida de marinero
-Historias de estibadores
etc.
ENVIAR LOS TRABAJOS, CON LOS DATOS PERSONALES, DNI Y EDAD DEL PARTICIPANTE
A deseadorevista@hotmail.com
jueves, 19 de marzo de 2009
IMPORTANTE TAREA EDUCATIVA CUMPLE LA FUNDACION CONOCIENDO NUESTRA CASA
ESTRENARON CANOAS CANADIENSES EN LA RIA DESEADO
237 niños dieron sus primeras remadas en el verano 2009
"Durante el 2008 cumplimos muchos objetivos", señala Dolores Ansín, dirigente de la FCNC que tuvo a su cargo la dirección de los cursos de kayak de verano y participó activamente en el proyecto de huerta orgánica.
Durante enero y febrero, dieron sus primeras remadas en las aguas de la ría doscientos treinta y siete niños y niñas desde los 4 a los 16 años de edad, siendo el grupo comprendido entre los 8 y los 12 años el de mayor incidencia. El número de nautas se incrementó debido a la incorporación de las colonias de vacaciones y la integración de visitantes de Pico Truncado, Caleta Olivia, Río Gallegos y Buenos Aires.
El benjamín fue Donovan Nieto, de cuatro años, quién colaboró, con su hermano mayor, el instructor Jonatan, que junto a Juan Manuel Barría y Maximiliano Barrientos, secundaron a Dolores en el dictado del curso. "Su ayuda fue muy importante", señala con una sonrisa Dolores, "ya que al ver al pequeño acercar salvavidas y remos a los participantes, los niños se animaban a sumarse a la tarea".
A este esfuerzo se sumaron monitores de la FCNC, la Escuela Municipal de Náutica, dirigida por Freddy Giraudy y contó, como siempre, con el apoyo del Club Náutico Cap. Oneto y la invalorable presencia de la Prefectura Naval, que con sus botes semirrígidos le brindó seguridad al emprendimiento.
"Conociendo nuestra casa" viene cumpliendo, desde 1983, una valiosa tarea educativa, de conocimiento profundo de la geografía, las tradiciones, las historias y los grandes personajes de la Patagonia, inculcando el lema "respeto y cariño" en varios centenares de niños y jóvenes que, a la vez, se transforman con los años en instructores de las nuevas generaciones.
IMPORTANTE DONACION
Como culminación de los cursos, la FCNC estrenó dos canoas canadienses inflables, marca Zodiac, donadas por el conocido navegante y aventurero José Pepe Valente, gerente de la firma Naval Motor de Buenos Aires.
En un día magnífico, Carlos Robles, Rául Ramírez, Sandra García, Camelel Flügel y otros colaboradores de la fundación llevaron a pasear por la ría a un grupo entusiasta de niños que aprovecharon la oportunidad para disfrutar de la navegación en embarcaciones diferentes.
El luche, la lechuga de mar
RECETAS PATAGONICAS/ Algas en la cocina
Obtención de Porphyra
En los meses de invierno y principios de verano es posible encontrar en la zona rocosa de Chubut y Santa Cruz hermosas láminas de Porphyra columbina. Para recolectar estas plantas se recogen las láminas tratando de no arrancar la base, que es la parte más dura y puede tener arena. Conviene lavar las láminas directamente en el mar, enjuagándolas muchas veces hasta que estén absolutamente limpias. Si no es posible, el lavado se realiza en casa con agua dulce o con agua salada. Otra alternativa es comprarla seca -como "luche"-.
Preparación de Porphyra molida
La siguiente receta para preparar Porphyra seca a partir de las plantas frescas va pasando oralmente de una a otra persona. Este producto molido puede ser añadido a muchas comidas de la cocina de todos los días.
Hay que separar los talos sobre asaderas y secarlos en el horno con la puerta abierta hasta que estén crocantes, cuidando que no se quemen. Este paso debe ser realizado teniendo la precaución de que las algas no estén encimadas, para que el proceso de secado sea rápido. Cuando el secado está en su punto las láminas apenas tostadas huelen suavemente a marisco y pueden disgregarse con la mano en pequeñas escamas parecidas a las del orégano. A medida que una tanda de algas se seca se van agregando otras. Las algas secas y molidas con la mano se embolsan o se introducen en frascos cerrados para su uso posterior.
Usos de Porphyra molida
Para empanadas de carne o pollo: agregar una taza de Porphyra por docena de empanadas.
En salsas para pastas: agregar media taza de Porphyra molida, luego del tomate.
En guisos: agregar media taza de Porphyra diez minutos antes de retirar del fuego.
Sobre arroz blanco: espolvorear reemplazando al queso rallado.
Sobre todo tipo de canapés: espolvorear para obtener un excelente color castaño (es más barato que el caviar).
En ensaladas de tomate fresco, de pepino, de lechuga blanca, de coliflor y otras similares: utilizarla como aliño mezclada con salsa de soja y vinagre.
El alto contenido de proteínas de Porphyra y su casi nulo contenido en lípidos la convierten en un óptimo sucedáneo de las carnes en dietas que evitan el colesterol.
Preparación del luche
En Chile se consume Porphyra columbina bajo la forma de luche. La siguiente receta fue aportada por el amigo chileno Ricardo Paredes.
Las hojas de Porphyra recogidas en la costa deben lavarse muy bien, primero con agua y sal y luego con agua dulce, repitiendo esta operación varias veces.
A continuación se cocinan muy lentamente al vapor, de manera similar a la cocción de mariscos.
Colocadas en un molde se introducen al horno, a fuego lento.
De esta manera se obtiene un pan de Porphyra. Esta es la forma como se comercializa en los mercados regionales como "luche".
Empanadas de luche y pollo
La receta original de estas empanadas fue aportada por María Luz Piriz, de Puerto Madryn. Ha ido cambiando con el tiempo, pero resulta muy buena en todas sus versiones.
Ingredientes:
Doce tapas de empanada (que no sean de hojaldre)
Dos cebollas grandes.
Un cuarto kilo de luche
Una pechuga de pollo.
Perejil
Laurel
Media taza de aceite
y Tres cucharadas de salsa de soja
o
Una cucharadita de ají molido
Una cucharadita de sal
o
Una cucharada de curry
Preparación:
Hervir el pollo en agua con sal, perejil y laurel. Escurrirlo y picarlo fino.
Cortar el luche en tiritas y picarlo un poco. Picar y freír las cebollas en aceite. Agregar el pollo y después el luche. Condimentar con la salsa de soja, o con sal y ají molido, o con el curry.
Dejar enfriar este relleno.
Luego armar las empanadas y se cocinarlas al horno, sobre una placa ligeramente aceitada.
Papas con luche
Esta receta fue extraída del libro de comidas tradicionales de la Isla de Chiloé "La papa está aquí", escrito por Emiliana Cárdenas.
Ingredientes:
Un cuarto kilo de luche (preparado como se detalla más arriba o comprado en el mercado, si se encuentra)
Una zanahoria grande rallada
Un kilo de papas
Ajos
Una cebolla grande
Ajíes (de cualquier tipo)
Comino
Pimienta
Orégano
Aceite o manteca para freír
Preparación:
Remojar el luche y lavarlo muy bien. Pelar las papas y cocinarlas enteras. Freír el luche junto con los condimentos y la zanahoria rallada. Servirlo con las papas.
Obtención de Porphyra
En los meses de invierno y principios de verano es posible encontrar en la zona rocosa de Chubut y Santa Cruz hermosas láminas de Porphyra columbina. Para recolectar estas plantas se recogen las láminas tratando de no arrancar la base, que es la parte más dura y puede tener arena. Conviene lavar las láminas directamente en el mar, enjuagándolas muchas veces hasta que estén absolutamente limpias. Si no es posible, el lavado se realiza en casa con agua dulce o con agua salada. Otra alternativa es comprarla seca -como "luche"-.
Preparación de Porphyra molida
La siguiente receta para preparar Porphyra seca a partir de las plantas frescas va pasando oralmente de una a otra persona. Este producto molido puede ser añadido a muchas comidas de la cocina de todos los días.
Hay que separar los talos sobre asaderas y secarlos en el horno con la puerta abierta hasta que estén crocantes, cuidando que no se quemen. Este paso debe ser realizado teniendo la precaución de que las algas no estén encimadas, para que el proceso de secado sea rápido. Cuando el secado está en su punto las láminas apenas tostadas huelen suavemente a marisco y pueden disgregarse con la mano en pequeñas escamas parecidas a las del orégano. A medida que una tanda de algas se seca se van agregando otras. Las algas secas y molidas con la mano se embolsan o se introducen en frascos cerrados para su uso posterior.
Usos de Porphyra molida
Para empanadas de carne o pollo: agregar una taza de Porphyra por docena de empanadas.
En salsas para pastas: agregar media taza de Porphyra molida, luego del tomate.
En guisos: agregar media taza de Porphyra diez minutos antes de retirar del fuego.
Sobre arroz blanco: espolvorear reemplazando al queso rallado.
Sobre todo tipo de canapés: espolvorear para obtener un excelente color castaño (es más barato que el caviar).
En ensaladas de tomate fresco, de pepino, de lechuga blanca, de coliflor y otras similares: utilizarla como aliño mezclada con salsa de soja y vinagre.
El alto contenido de proteínas de Porphyra y su casi nulo contenido en lípidos la convierten en un óptimo sucedáneo de las carnes en dietas que evitan el colesterol.
Preparación del luche
En Chile se consume Porphyra columbina bajo la forma de luche. La siguiente receta fue aportada por el amigo chileno Ricardo Paredes.
Las hojas de Porphyra recogidas en la costa deben lavarse muy bien, primero con agua y sal y luego con agua dulce, repitiendo esta operación varias veces.
A continuación se cocinan muy lentamente al vapor, de manera similar a la cocción de mariscos.
Colocadas en un molde se introducen al horno, a fuego lento.
De esta manera se obtiene un pan de Porphyra. Esta es la forma como se comercializa en los mercados regionales como "luche".
Empanadas de luche y pollo
La receta original de estas empanadas fue aportada por María Luz Piriz, de Puerto Madryn. Ha ido cambiando con el tiempo, pero resulta muy buena en todas sus versiones.
Ingredientes:
Doce tapas de empanada (que no sean de hojaldre)
Dos cebollas grandes.
Un cuarto kilo de luche
Una pechuga de pollo.
Perejil
Laurel
Media taza de aceite
y Tres cucharadas de salsa de soja
o
Una cucharadita de ají molido
Una cucharadita de sal
o
Una cucharada de curry
Preparación:
Hervir el pollo en agua con sal, perejil y laurel. Escurrirlo y picarlo fino.
Cortar el luche en tiritas y picarlo un poco. Picar y freír las cebollas en aceite. Agregar el pollo y después el luche. Condimentar con la salsa de soja, o con sal y ají molido, o con el curry.
Dejar enfriar este relleno.
Luego armar las empanadas y se cocinarlas al horno, sobre una placa ligeramente aceitada.
Papas con luche
Esta receta fue extraída del libro de comidas tradicionales de la Isla de Chiloé "La papa está aquí", escrito por Emiliana Cárdenas.
Ingredientes:
Un cuarto kilo de luche (preparado como se detalla más arriba o comprado en el mercado, si se encuentra)
Una zanahoria grande rallada
Un kilo de papas
Ajos
Una cebolla grande
Ajíes (de cualquier tipo)
Comino
Pimienta
Orégano
Aceite o manteca para freír
Preparación:
Remojar el luche y lavarlo muy bien. Pelar las papas y cocinarlas enteras. Freír el luche junto con los condimentos y la zanahoria rallada. Servirlo con las papas.
RELATOS DEL DOCTOR RAUL CEVASCO
Pequeñas Historias
24 - Estanciera
27 de Mayo de 1934. Se inaugura el hospital de Puerto Deseado. La Comisión de Fomento municipal, presidida por el Dr. Ernesto Iturriaga, procede a habilitar el nuevo edificio hospitalario, aún a medio terminar, y pone al frente del mismo al Dr. Carlos Raúl Fernández. Se trata en realidad de un doble estreno, debido a que el Dr. Fernández había llegado a la localidad ese mismo año, poco tiempo antes de la inauguración del edificio hospitalario, recién recibido y con la intención de radicarse en forma permanente.
A partir de este momento, y durante más de 25 años, el hospital nunca tuvo un vehículo propio para diligencias o asistencia de pacientes. Fue en el año 1960 cuando la superioridad resolvió asignar el primer vehículo, que resultó ser una Estanciera IKA modelo 1959, una de las primeros vehículos automotores fabricados en el país. Para los que no llegaron a conocer este tipo de rodados, les aclaro que se trataba de algo sumamente rudimentario, un vehículo rural con la parte posterior cerrada, y que en este caso que nos ocupa se había equipado con una camilla en esa parte posterior, como único agregado para que se le diera el pomposo título de ambulancia.
Fue también en esos años cuando se construyó el Puesto Sanitario de la localidad de Jaramillo. Hasta ese momento, cuando era necesario prestar atención médica a alguien, lo hacíamos en su propio domicilio, debido a que no existía un local destinado al efecto. Fue el propio Dr. Fernández quien gestionó e insistió ante los responsables provinciales para que se construyera ese puesto sanitario, lo que en definitiva consiguió y la obra se llevó a cabo a comienzos de la década del 60. La licitación fue adjudicada al ingeniero Baldomero F. Cimadevilla, quien por entonces tenía una empresa constructora, realizando la tarea en muy breve plazo. Lástima que, de acuerdo con los criterios de la época, el nuevo edificio fue levantado a algunas cuadras de distancia de la localidad, en vez de haberlo hecho en el núcleo poblacional, para mayor comodidad de los usuarios.
Fue así como se implementó un servicio de asistencia médica para la localidad de Jaramillo, realizándose la atención en el puesto sanitario, siendo necesario para ello que un profesional de Puerto Deseado viajara dos veces por semana, en forma rotativa, utilizando para ello la incómoda Estanciera. Estos viajes se debían a que por entonces en la localidad de Jaramillo no había médico permanente. Cabe mencionar acá que cuando por razones mecánicas o problemas de intransitabilidad en la ruta no se podía viajar por este medio, se concurría igual utilizando para ello el coche-motor o autovía del ferrocarril local. Avanzando algo más en esta digresión, vale la pena destacar el valioso servicio que prestaba entonces ese ferrocarril, cuando los caminos eran ásperos y pedregosos y frecuentemente quedaban intransitables por lluvia o nieve. En varias oportunidades fue necesario entrar o salir de Puerto Deseado llevando el automóvil arriba de una chata del ferrocarril, hasta Fitz Roy o hasta Pico Truncado, porque resultaba imposible hacerlo transitando el camino.
Regreso al tema principal. Un día cualquiera la Estanciera inició un viaje más de los tantos que había hecho hasta entonces. Al volante se encontraba el administrador-chofer multiuso, adjetivo debido a las diversas funciones que realizaba, Roberto Ignacio ‘Tito’ Fernández. Encaramos la salida por el viejo camino de ripio hacia el campo de aviación, lugar en el cual Tito me cedió la conducción del vehículo, pero el viaje no iba a durar mucho. Al llegar al cañadón de la estancia La Maruja, más conocido como bajada del 30, en el momento de girar a la derecha al comienzo de la pendiente, de acuerdo con el trazado de entonces, la Estanciera cayó hacia delante y se detuvo en pocos metros. Pero no ‘toda’ la Estanciera. La rueda delantera izquierda, que al salirse había provocado la caída hacia delante, continuó bajando sola y cruzando campo, y no solamente llegó hasta el fondo del cañadón, sino que se atrevió a comenzar a subir por el lado opuesto, hasta que la fuerza de gravedad la detuvo.
Gran caminata, afortunadamente bajo el sol, para llegar hasta donde estaba la rebelde, y luego otra gran caminata de regreso para traerla rodando cuesta arriba. Tito se arregló de alguna manera para volver a colocarla en forma precaria, y de esta forma regresamos a Puerto Deseado, casi a paso de hombre, hasta el taller donde se le aplicó la solución de fondo. La Estanciera salió nuevamente al día siguiente, ahora con otros tripulantes, para cumplir el cometido interrumpido el día anterior.
En esa sucesión de viajes ocurrió por lo menos otro episodio curioso, pero en esta ocasión en la etapa de regreso. Actualmente la casi totalidad de los vehículos tienen un solo parabrisas, pero la Estanciera de entonces tenía la abertura anterior dividida al medio, de manera que tenía dos parabrisas, uno para el conductor y otro para el acompañante. Transitando el camino de Jaramillo hacia Deseado, ahora con Tito al volante, aproximadamente a la altura de Antonio de Biedma se oye un estallido y cae encima mío, que iba de acompañante, el parabrisas derecho hecho polvo, ingresando al mismo tiempo en el interior un cascote de canto rodado, sin que nada justificara el episodio, ya que no hubo cruzamiento con ningún otro vehículo. La Estanciera venía equipada con un guardabarros muy angosto, lo que permitió que una piedra se elevara sin ser atajada y el mismo vehículo se la llevó por delante. Tito continuó el viaje con la bronca de haber roto el parabrisas y la frustración de no tener a nadie a quien echarle la culpa.
Raúl Eduardo Cevasco
en "Pequeñas historias-Memorias de un médico de pueblo"
24 - Estanciera
27 de Mayo de 1934. Se inaugura el hospital de Puerto Deseado. La Comisión de Fomento municipal, presidida por el Dr. Ernesto Iturriaga, procede a habilitar el nuevo edificio hospitalario, aún a medio terminar, y pone al frente del mismo al Dr. Carlos Raúl Fernández. Se trata en realidad de un doble estreno, debido a que el Dr. Fernández había llegado a la localidad ese mismo año, poco tiempo antes de la inauguración del edificio hospitalario, recién recibido y con la intención de radicarse en forma permanente.
A partir de este momento, y durante más de 25 años, el hospital nunca tuvo un vehículo propio para diligencias o asistencia de pacientes. Fue en el año 1960 cuando la superioridad resolvió asignar el primer vehículo, que resultó ser una Estanciera IKA modelo 1959, una de las primeros vehículos automotores fabricados en el país. Para los que no llegaron a conocer este tipo de rodados, les aclaro que se trataba de algo sumamente rudimentario, un vehículo rural con la parte posterior cerrada, y que en este caso que nos ocupa se había equipado con una camilla en esa parte posterior, como único agregado para que se le diera el pomposo título de ambulancia.
Fue también en esos años cuando se construyó el Puesto Sanitario de la localidad de Jaramillo. Hasta ese momento, cuando era necesario prestar atención médica a alguien, lo hacíamos en su propio domicilio, debido a que no existía un local destinado al efecto. Fue el propio Dr. Fernández quien gestionó e insistió ante los responsables provinciales para que se construyera ese puesto sanitario, lo que en definitiva consiguió y la obra se llevó a cabo a comienzos de la década del 60. La licitación fue adjudicada al ingeniero Baldomero F. Cimadevilla, quien por entonces tenía una empresa constructora, realizando la tarea en muy breve plazo. Lástima que, de acuerdo con los criterios de la época, el nuevo edificio fue levantado a algunas cuadras de distancia de la localidad, en vez de haberlo hecho en el núcleo poblacional, para mayor comodidad de los usuarios.
Fue así como se implementó un servicio de asistencia médica para la localidad de Jaramillo, realizándose la atención en el puesto sanitario, siendo necesario para ello que un profesional de Puerto Deseado viajara dos veces por semana, en forma rotativa, utilizando para ello la incómoda Estanciera. Estos viajes se debían a que por entonces en la localidad de Jaramillo no había médico permanente. Cabe mencionar acá que cuando por razones mecánicas o problemas de intransitabilidad en la ruta no se podía viajar por este medio, se concurría igual utilizando para ello el coche-motor o autovía del ferrocarril local. Avanzando algo más en esta digresión, vale la pena destacar el valioso servicio que prestaba entonces ese ferrocarril, cuando los caminos eran ásperos y pedregosos y frecuentemente quedaban intransitables por lluvia o nieve. En varias oportunidades fue necesario entrar o salir de Puerto Deseado llevando el automóvil arriba de una chata del ferrocarril, hasta Fitz Roy o hasta Pico Truncado, porque resultaba imposible hacerlo transitando el camino.
Regreso al tema principal. Un día cualquiera la Estanciera inició un viaje más de los tantos que había hecho hasta entonces. Al volante se encontraba el administrador-chofer multiuso, adjetivo debido a las diversas funciones que realizaba, Roberto Ignacio ‘Tito’ Fernández. Encaramos la salida por el viejo camino de ripio hacia el campo de aviación, lugar en el cual Tito me cedió la conducción del vehículo, pero el viaje no iba a durar mucho. Al llegar al cañadón de la estancia La Maruja, más conocido como bajada del 30, en el momento de girar a la derecha al comienzo de la pendiente, de acuerdo con el trazado de entonces, la Estanciera cayó hacia delante y se detuvo en pocos metros. Pero no ‘toda’ la Estanciera. La rueda delantera izquierda, que al salirse había provocado la caída hacia delante, continuó bajando sola y cruzando campo, y no solamente llegó hasta el fondo del cañadón, sino que se atrevió a comenzar a subir por el lado opuesto, hasta que la fuerza de gravedad la detuvo.
Gran caminata, afortunadamente bajo el sol, para llegar hasta donde estaba la rebelde, y luego otra gran caminata de regreso para traerla rodando cuesta arriba. Tito se arregló de alguna manera para volver a colocarla en forma precaria, y de esta forma regresamos a Puerto Deseado, casi a paso de hombre, hasta el taller donde se le aplicó la solución de fondo. La Estanciera salió nuevamente al día siguiente, ahora con otros tripulantes, para cumplir el cometido interrumpido el día anterior.
En esa sucesión de viajes ocurrió por lo menos otro episodio curioso, pero en esta ocasión en la etapa de regreso. Actualmente la casi totalidad de los vehículos tienen un solo parabrisas, pero la Estanciera de entonces tenía la abertura anterior dividida al medio, de manera que tenía dos parabrisas, uno para el conductor y otro para el acompañante. Transitando el camino de Jaramillo hacia Deseado, ahora con Tito al volante, aproximadamente a la altura de Antonio de Biedma se oye un estallido y cae encima mío, que iba de acompañante, el parabrisas derecho hecho polvo, ingresando al mismo tiempo en el interior un cascote de canto rodado, sin que nada justificara el episodio, ya que no hubo cruzamiento con ningún otro vehículo. La Estanciera venía equipada con un guardabarros muy angosto, lo que permitió que una piedra se elevara sin ser atajada y el mismo vehículo se la llevó por delante. Tito continuó el viaje con la bronca de haber roto el parabrisas y la frustración de no tener a nadie a quien echarle la culpa.
Raúl Eduardo Cevasco
en "Pequeñas historias-Memorias de un médico de pueblo"
El volcán Hudson... una historia gris
1991 / LA ERUPCIÓN DEL VOLCÁN HUDSON
...Y los días se hicieron noches
En la madrugada del martes 13 de agosto de 1991, aproximadamente a las seis de la mañana, comenzó en Puerto Deseado y su zona de influencia la lluvia de ceniza proveniente del volcán chileno Hudson, el cual había entrado en erupción los días anteriores. La virulencia del fenómeno, algo poco común en los anales de la vulcanología a nivel mundial, y el hecho de que la inmensa mayoría de la gente careciera de la más elemental información sobre el particular, motivó que en los primeros momentos cundiera el pánico entre quienes, al salir de su casa, se vieron envueltos en una espesa nube cuyos componentes resultaba difícil determinar habida cuenta que aparentaba ser una extraña mezcla de humo, ceniza y tierra que emergía del interior de los edificios y convertía en algo dantesco circular por las calles de la localidad.
Personalmente y haciendo con ello honor a la verdad, debo confesar que sentí una desagradable impresión, no exenta del normal y respetuoso temor que suelen causar los fenómenos desconocidos, cuando al dirigirme a mi lugar de trabajo, casi anulado el sentido de la orientación a causa de la impenetrable oscuridad reinante, me hallé perdido en las calles por las que tantas veces había transitado a lo largo de treinta años; calles que, como es lógico, conozco como la palma de mi mano y por las que en circunstancias normales podría caminar con los ojos cerrados. Los interminables diez minutos que empleé para recorrer en coche las escasas nueve cuadras que separan mi casa de la Cooperativa Ganadera, lugar donde trabajaba, fueron una verdadera pesadilla. La falta de visibilidad impedía saber si el coche rodaba por la calzada, única forma de no llevarme por delante los vehículos estacionados o chocar con alguno de los pocos que circulaban en dirección opuesta y cuyas luces apenas se distinguían en la oscuridad.
Gracias a Dios, Ser Supremo cuya protección solemos invocar en los momentos difíciles, pero del Cual nos olvidamos con demasiada frecuencia poniendo con ello de manifiesto la desconsideración e ingratitud que yace en el alma de cada ser humano, pude arribar a mi lugar de trabajo sin mayores inconvenientes, pero seriamente preocupado por las consecuencias que a posteriori y en todos los órdenes podía acarrear el extraño fenómeno.
Al descender del coche, una vez aparcado en el lugar de costumbre, me encontré con Alicia Jenkins, una compañera de trabajo que había hecho el camino a pié y llegó con las ropas y el cabello completamente blancos además de un susto que no le cabía en el cuerpo cuando me preguntó: Rufino ¿ qué es esto?; una pregunta que yo me había formulado varias veces y para la cual no encontraba una respuesta satisfactoria. Tenía, eso sí, un vago presentimiento sobre el origen de la persistente y molesta lluvia de ceniza que desde hora temprana se abatía sobre Puerto Deseado; presentimiento que pude corroborar cuando ingresé a la Cooperativa y dos compañeros, Lidia Heras y Genaro Fueyo, ambos preocupados por las características del fenómeno y ocupados en limpiar la gran cantidad de ceniza depositada en el salón de ventas, me informaron que había entrado en erupción, en territorio chileno, el volcán Hudson, nombre hasta ese momento desconocido para nosotros, pero del que difícilmente podamos olvidarnos en el futuro toda vez que su atípico comportamiento alteró seriamente el ritmo de vida de quienes habitamos la extensa zona afectada, y sumió prácticamente en la ruina a muchas familias que dependían de lo que históricamente produce el campo en este lejano confín del mundo: el ganado ovino.
Con la urgencia que el caso requería, y atenta a velar por la seguridad de la población, la Junta Local de Defensa Civil encabezada por su titular, el señor intendente municipal, don Luis Ángel Diez, se abocó a recabar información de los organismos competentes y a trasladarla a la ciudadanía mediante comunicados emitidos puntualmente por L.R.I. 200, radio Puerto Deseado, a través de los cuales se daban a conocer una serie de medidas tendientes a preservar la salud y calidad de vida de la población. Cabe al respecto señalar que en algunos casos los comunicados emanaban directamente de Defensa Civil, aconsejada por la lógica y el sentido común, este último agudizado en la ocasión por las excepcionales características que revestía el fenómeno y las adversas condiciones en que, inevitablemente, habría de desarrollarse la vida de la comunidad en el futuro.
En mi modesta opinión, y sin pretender con ello que la misma sea mayoritariamente compartida, considero que la labor desarrollada por Defensa Civil y la emisora local L.R.I 200, fue óptima y estuvo en toda momento presidida por su loable afán de llevar tranquilidad a la población evitando por todos los medios contagiar a la misma con su lógica preocupación y estado de ánimo, y hasta minimizando, en no pocas ocasiones, la gravedad de la situación que se estaba viviendo, al solo efecto de atemperar el desasosiego en que estaba inmerso el vecindario. Tan humanitario comportamiento se fundamente en un cabal sentido de responsabilidad y lleva implícito un gran profesionalismo. En tal inteligencia, y con la libertad que me confiere el hecho de no haber integrado la Junta de Defensa Civil ni tener con L.R.I. 200 otra relación que la dictada por las más elementales reglas de cortesía y las buenas costumbres, considero un deber de justicia expresar a ambas y a cuantas personas brindaron a las mismas su generosa y altruista colaboración, mi sincero agradecimiento por su manifiesta responsabilidad y excelente manejo de la información.
Con muy buen criterio, la Junta Local de Defensa Civil aconsejó el cese total de actividades a fin de que la familia estuviera reunida en circunstancias tan excepcionales. Entre sus recomendaciones figuraba también la de no exponerse innecesariamente a los rigores del clima, y en casos de urgencia hacerlo provistos de los correspondientes barbijos y antiparras.
A fin de controlar el ingreso de ceniza a las viviendas , sus ocupantes se abocaron de inmediato a "sellar" puertas, ventanas y rendijas con cintes, trapos y otros elementos similares. Así y todo había momentos en los cuales, incomprensiblemente, la ceniza flotaba en las dependencias de tal forma que era menester limpiar, de tanto en tanto, los muebles y el suelo de las habitaciones. En consecuencia, el ambiente se tornaba irrespirable.
El día 13, la noche se prolongó por espacio de 90 minutos. La nube de ceniza era tan densa que la claridad del nuevo día fue incapaz de traspasarla hasta bien entrada la mañana. El resto del día, y el siguiente, la ceniza cayó con menos intensidad, pero tampoco el astro rey consiguió perforar las nubes que se cernían alocadamente sobre la ciudad.
El jueves, día 15, entre las 15 y 15,30, aproximadamente, la noche se enseñoreó de la ciudad a tal punto que se encendieron todas las lámparas del alumbrado público. Esos 30 minutos, sin lugar a dudas, fueron los más largos y llenos de incertidumbre en la vida de quienes debimos soportarlos.
El día 16 se mantuvo más o menos claro, pero en las últimas horas del sábado 17 y en la madrugada del domingo 18 el viento corrió a 120 Km. por hora, circunstancia que contribuyó a que la ceniza ingresara en grandes cantidades a todos los ambientes y convirtiera esas horas en un verdadero calvario. Las últimas horas del domingo 18 y las 24 del 19 fueron relativamente calmas; circunstancia que dio un respiro a la gente y contribuyó a cambiar su estado de ánimo a tal punto que no parecía la misma de los días anteriores. El hecho estaba también relacionado con la esperanza de que lo peor ya hubiera pasado.
Mientras tanto comenzaron a llegar noticias suministradas por los radioaficionados y algunos estancieros que arribaban del campo, informando lo que había sido la vida en las zonas más afectadas por el fenómeno y de los estragos que el mismo había causado en la mayor parte de las estancias. Las mismas daban cuenta también de la gran cantidad de vehículos que habían quedado en las rutas de la zona; algunos de ellos fundidos a causa del intenso pulido que la ceniza sometía a las partes vitales del motor y otros impedidos de seguir transitando debido a la escasa visibilidad reinante.
Quien esto escribe conversó largamente con dueños de estancias, encargados y peones que debieron permanecer encerrados sus casas por espacio de una semana, viéndose por lo tanto imposibilitados de realizar las más acuciantes tareas sin correr el riesgo de extraviarse apenas perdían contacto con las paredes de los edificios. Casos hubo en que llegar a un molino o a las caballerizas, distantes 40 metros de la casa, resultaba poco menos que imposible.
Solamente quienes por imperio de las circunstancias vivieron momentos tan desagradables y sufrieron en carne propia las consecuencias del fenómeno, pueden con justicia aquilatar la gravedad de la situación y dar testimonio de la impotencia y desesperación que se siente en casos como el que nos ocupa, cuando las fuerzas incontrolables de la Naturaleza niegan toda posibilidad de atemperar su furia desenfrenada.
Hasta el viernes 6 de septiembre, de 1991 los días se sucedieron alternando momentos de relativa calma y luminosidad con otros en los cuales densas nubes de ceniza revoloteaban alocadamente sobre la ciudad. Al promediar la mañana del día de la fecha la ceniza comenzó a enseñorearse nuevamente del cielo patagónico y a las 11,30 horas se hizo totalmente de noche por espacio de 12 o 15 minutos. Esta segunda experiencia ya no causó tanta preocupación en la gente como la primera. A continuación y por un lapso de aproximadamente tres horas el cielo se despejó totalmente. A las 15 horas, y sin que aparentemente existiera motivo alguno que lo justificara toda vez que no soplaba la más leve brisa, nuevamente la ceniza penetró en todos los ambientes de las viviendas con inusitada violencia.
Hasta el primero de junio de 1992, fecha en la que tomé los últimos apuntes relacionados con el tema que estoy reflejando, podría dejar constancia del número de días y horas de cada uno de ellos en los cuales debimos convivir con la ceniza, pero me abstengo de hacerlo por considerar que resultaría monótono y reiterativo. Consecuentemente, lo resumiré diciendo que fueron muchos los días en que la ceniza se hacía presente; a veces después de haber llovido con intensidad durante horas, y hasta en forma de barro cuando esto sucedía. Si bien con menor intensidad dado que al reparo de las matas solo quedaba la ceniza más gruesa, a partir de esta última fecha su aparición fue más espaciada, pero siguió flotando en el ambiente cada vez que el viento salía de ronda por los pueblos y campos patagónicos; algo que, probablemente, seguirá ocurriendo por mucho tiempo en los momentos en que viaje a bordo de sus invisibles y poderosas alas.
Rufino Sienes de Diego
...Y los días se hicieron noches
En la madrugada del martes 13 de agosto de 1991, aproximadamente a las seis de la mañana, comenzó en Puerto Deseado y su zona de influencia la lluvia de ceniza proveniente del volcán chileno Hudson, el cual había entrado en erupción los días anteriores. La virulencia del fenómeno, algo poco común en los anales de la vulcanología a nivel mundial, y el hecho de que la inmensa mayoría de la gente careciera de la más elemental información sobre el particular, motivó que en los primeros momentos cundiera el pánico entre quienes, al salir de su casa, se vieron envueltos en una espesa nube cuyos componentes resultaba difícil determinar habida cuenta que aparentaba ser una extraña mezcla de humo, ceniza y tierra que emergía del interior de los edificios y convertía en algo dantesco circular por las calles de la localidad.
Personalmente y haciendo con ello honor a la verdad, debo confesar que sentí una desagradable impresión, no exenta del normal y respetuoso temor que suelen causar los fenómenos desconocidos, cuando al dirigirme a mi lugar de trabajo, casi anulado el sentido de la orientación a causa de la impenetrable oscuridad reinante, me hallé perdido en las calles por las que tantas veces había transitado a lo largo de treinta años; calles que, como es lógico, conozco como la palma de mi mano y por las que en circunstancias normales podría caminar con los ojos cerrados. Los interminables diez minutos que empleé para recorrer en coche las escasas nueve cuadras que separan mi casa de la Cooperativa Ganadera, lugar donde trabajaba, fueron una verdadera pesadilla. La falta de visibilidad impedía saber si el coche rodaba por la calzada, única forma de no llevarme por delante los vehículos estacionados o chocar con alguno de los pocos que circulaban en dirección opuesta y cuyas luces apenas se distinguían en la oscuridad.
Gracias a Dios, Ser Supremo cuya protección solemos invocar en los momentos difíciles, pero del Cual nos olvidamos con demasiada frecuencia poniendo con ello de manifiesto la desconsideración e ingratitud que yace en el alma de cada ser humano, pude arribar a mi lugar de trabajo sin mayores inconvenientes, pero seriamente preocupado por las consecuencias que a posteriori y en todos los órdenes podía acarrear el extraño fenómeno.
Al descender del coche, una vez aparcado en el lugar de costumbre, me encontré con Alicia Jenkins, una compañera de trabajo que había hecho el camino a pié y llegó con las ropas y el cabello completamente blancos además de un susto que no le cabía en el cuerpo cuando me preguntó: Rufino ¿ qué es esto?; una pregunta que yo me había formulado varias veces y para la cual no encontraba una respuesta satisfactoria. Tenía, eso sí, un vago presentimiento sobre el origen de la persistente y molesta lluvia de ceniza que desde hora temprana se abatía sobre Puerto Deseado; presentimiento que pude corroborar cuando ingresé a la Cooperativa y dos compañeros, Lidia Heras y Genaro Fueyo, ambos preocupados por las características del fenómeno y ocupados en limpiar la gran cantidad de ceniza depositada en el salón de ventas, me informaron que había entrado en erupción, en territorio chileno, el volcán Hudson, nombre hasta ese momento desconocido para nosotros, pero del que difícilmente podamos olvidarnos en el futuro toda vez que su atípico comportamiento alteró seriamente el ritmo de vida de quienes habitamos la extensa zona afectada, y sumió prácticamente en la ruina a muchas familias que dependían de lo que históricamente produce el campo en este lejano confín del mundo: el ganado ovino.
Con la urgencia que el caso requería, y atenta a velar por la seguridad de la población, la Junta Local de Defensa Civil encabezada por su titular, el señor intendente municipal, don Luis Ángel Diez, se abocó a recabar información de los organismos competentes y a trasladarla a la ciudadanía mediante comunicados emitidos puntualmente por L.R.I. 200, radio Puerto Deseado, a través de los cuales se daban a conocer una serie de medidas tendientes a preservar la salud y calidad de vida de la población. Cabe al respecto señalar que en algunos casos los comunicados emanaban directamente de Defensa Civil, aconsejada por la lógica y el sentido común, este último agudizado en la ocasión por las excepcionales características que revestía el fenómeno y las adversas condiciones en que, inevitablemente, habría de desarrollarse la vida de la comunidad en el futuro.
En mi modesta opinión, y sin pretender con ello que la misma sea mayoritariamente compartida, considero que la labor desarrollada por Defensa Civil y la emisora local L.R.I 200, fue óptima y estuvo en toda momento presidida por su loable afán de llevar tranquilidad a la población evitando por todos los medios contagiar a la misma con su lógica preocupación y estado de ánimo, y hasta minimizando, en no pocas ocasiones, la gravedad de la situación que se estaba viviendo, al solo efecto de atemperar el desasosiego en que estaba inmerso el vecindario. Tan humanitario comportamiento se fundamente en un cabal sentido de responsabilidad y lleva implícito un gran profesionalismo. En tal inteligencia, y con la libertad que me confiere el hecho de no haber integrado la Junta de Defensa Civil ni tener con L.R.I. 200 otra relación que la dictada por las más elementales reglas de cortesía y las buenas costumbres, considero un deber de justicia expresar a ambas y a cuantas personas brindaron a las mismas su generosa y altruista colaboración, mi sincero agradecimiento por su manifiesta responsabilidad y excelente manejo de la información.
Con muy buen criterio, la Junta Local de Defensa Civil aconsejó el cese total de actividades a fin de que la familia estuviera reunida en circunstancias tan excepcionales. Entre sus recomendaciones figuraba también la de no exponerse innecesariamente a los rigores del clima, y en casos de urgencia hacerlo provistos de los correspondientes barbijos y antiparras.
A fin de controlar el ingreso de ceniza a las viviendas , sus ocupantes se abocaron de inmediato a "sellar" puertas, ventanas y rendijas con cintes, trapos y otros elementos similares. Así y todo había momentos en los cuales, incomprensiblemente, la ceniza flotaba en las dependencias de tal forma que era menester limpiar, de tanto en tanto, los muebles y el suelo de las habitaciones. En consecuencia, el ambiente se tornaba irrespirable.
El día 13, la noche se prolongó por espacio de 90 minutos. La nube de ceniza era tan densa que la claridad del nuevo día fue incapaz de traspasarla hasta bien entrada la mañana. El resto del día, y el siguiente, la ceniza cayó con menos intensidad, pero tampoco el astro rey consiguió perforar las nubes que se cernían alocadamente sobre la ciudad.
El jueves, día 15, entre las 15 y 15,30, aproximadamente, la noche se enseñoreó de la ciudad a tal punto que se encendieron todas las lámparas del alumbrado público. Esos 30 minutos, sin lugar a dudas, fueron los más largos y llenos de incertidumbre en la vida de quienes debimos soportarlos.
El día 16 se mantuvo más o menos claro, pero en las últimas horas del sábado 17 y en la madrugada del domingo 18 el viento corrió a 120 Km. por hora, circunstancia que contribuyó a que la ceniza ingresara en grandes cantidades a todos los ambientes y convirtiera esas horas en un verdadero calvario. Las últimas horas del domingo 18 y las 24 del 19 fueron relativamente calmas; circunstancia que dio un respiro a la gente y contribuyó a cambiar su estado de ánimo a tal punto que no parecía la misma de los días anteriores. El hecho estaba también relacionado con la esperanza de que lo peor ya hubiera pasado.
Mientras tanto comenzaron a llegar noticias suministradas por los radioaficionados y algunos estancieros que arribaban del campo, informando lo que había sido la vida en las zonas más afectadas por el fenómeno y de los estragos que el mismo había causado en la mayor parte de las estancias. Las mismas daban cuenta también de la gran cantidad de vehículos que habían quedado en las rutas de la zona; algunos de ellos fundidos a causa del intenso pulido que la ceniza sometía a las partes vitales del motor y otros impedidos de seguir transitando debido a la escasa visibilidad reinante.
Quien esto escribe conversó largamente con dueños de estancias, encargados y peones que debieron permanecer encerrados sus casas por espacio de una semana, viéndose por lo tanto imposibilitados de realizar las más acuciantes tareas sin correr el riesgo de extraviarse apenas perdían contacto con las paredes de los edificios. Casos hubo en que llegar a un molino o a las caballerizas, distantes 40 metros de la casa, resultaba poco menos que imposible.
Solamente quienes por imperio de las circunstancias vivieron momentos tan desagradables y sufrieron en carne propia las consecuencias del fenómeno, pueden con justicia aquilatar la gravedad de la situación y dar testimonio de la impotencia y desesperación que se siente en casos como el que nos ocupa, cuando las fuerzas incontrolables de la Naturaleza niegan toda posibilidad de atemperar su furia desenfrenada.
Hasta el viernes 6 de septiembre, de 1991 los días se sucedieron alternando momentos de relativa calma y luminosidad con otros en los cuales densas nubes de ceniza revoloteaban alocadamente sobre la ciudad. Al promediar la mañana del día de la fecha la ceniza comenzó a enseñorearse nuevamente del cielo patagónico y a las 11,30 horas se hizo totalmente de noche por espacio de 12 o 15 minutos. Esta segunda experiencia ya no causó tanta preocupación en la gente como la primera. A continuación y por un lapso de aproximadamente tres horas el cielo se despejó totalmente. A las 15 horas, y sin que aparentemente existiera motivo alguno que lo justificara toda vez que no soplaba la más leve brisa, nuevamente la ceniza penetró en todos los ambientes de las viviendas con inusitada violencia.
Hasta el primero de junio de 1992, fecha en la que tomé los últimos apuntes relacionados con el tema que estoy reflejando, podría dejar constancia del número de días y horas de cada uno de ellos en los cuales debimos convivir con la ceniza, pero me abstengo de hacerlo por considerar que resultaría monótono y reiterativo. Consecuentemente, lo resumiré diciendo que fueron muchos los días en que la ceniza se hacía presente; a veces después de haber llovido con intensidad durante horas, y hasta en forma de barro cuando esto sucedía. Si bien con menor intensidad dado que al reparo de las matas solo quedaba la ceniza más gruesa, a partir de esta última fecha su aparición fue más espaciada, pero siguió flotando en el ambiente cada vez que el viento salía de ronda por los pueblos y campos patagónicos; algo que, probablemente, seguirá ocurriendo por mucho tiempo en los momentos en que viaje a bordo de sus invisibles y poderosas alas.
Rufino Sienes de Diego
Historias de la Patagonia
"LA EXPLOTADORA"
Testimonio de Alberto Bourguet
En la década del 50 me encontraba radicado en Río Gallegos y solía concurrir regularmente a la estancia “Verdadera Argentina”, propiedad de mi suegro Juan Emilio Riquez (“don juan”). La misma se ubica al sur del Lago Argentino y es limítrofe con Chile, en la zona del arroyo Zanja Honda.
Ésta fue poblada en 1925, ocupándola por ser lotes fiscales que utilizaba sin autorización ni derechos, la “Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego” (conocida en la zona como “La Explotadora”) a través de su establecimiento “Fuentes del Coyle”. Para llegar hasta la estancia “Verdadera Argentina”, debíamos recorrer los últimos 100 kms. por campos de “La Explotadora”. Recuerdo que atravesábamos hermosos campos, con abundante pasto y en primavera veíamos gran cantidad de corderos, producto de “pariciones” de más del 100%. ¡Claro! disponían de alrededor de 130.000 hectáreas, lo que permitía la rotación de los campos evitando sobrecargas y uso degradante.
Con mi cuñado, Eusebio F. Riquez que se encontraba en el campo, sosteníamos largas conversaciones en las que él me comentaba diversos aspectos de la zona, producto de su larga experiencia. Recorriendo el campo a caballo, caminando para ver riegos o simplemente sentados en la cumbre de algún cerrito, siempre surgía algún comentario o anécdota. “La Explotadora” era un comentario obligado por el origen de “Verdadera Argentina”, ya que este nombre se fundaba en el hecho de ser pobladores argentinos en medio de terrenos de esa sociedad de capitales chilenos y británicos, obtenidos por la concesión Grünbein y por la actuación de “palos blancos”. Un día de charla, se puso a sacar cuentas de la cantidad de animales que tenía “La Explotadora” en Argentina y Chile, tanto en la parte continental como en Tierra del Fuego; así, sumando estancia más estancia, llegó a la cantidad de 2.100.000 animales de esquila!
Ser administrador de una estancia de “La Explotadora” era un sueño para los pequeños propietarios. A más del reconocimiento social que disfrutaba y del reconocimiento del poder de la empresa que representaba, era un individuo que gozaba de una posición de privilegio en razón de la organización del establecimiento y la cantidad de personal que disponía, realmente, era casi un potentado. Lógicamente, había llegado a tal cargo luego de haber realizado una carrera dentro de “La Explotadora”, donde se habia iniciado como cadete.
“Fuentes del Coyle” contaba con servicio de telefonía entre sus secciones y puestos con el casco, manteniendo un enlace permanente entre ellos. también estaba enlazada con establecimientos de la firma, en Chile.
Hubo épocas, en especial hasta mediados de los años 20 del siglo pasado, en que no reconocían los límites nacionales, ya que tenían establecimientos propios a uno y otro lado de la frontera. “Fuentes del Coyle limitaba con “Cerro Castillo” y con “Cerro Guido”. entonces, de acuerdo a los precios de los productos primarios (lana – cuero – carne) se derivaban los mismos hacia uno y otro país. Cabe recordar, que el frigorífico “Puerto Bories” en Natales, fue instalado con este propósito. Otro ejemplo: la ropa para limpiar de la primera de las estancias citadas, se llevaba a lavar a Cº. Castillo. El tránsito entre los establecimientos era permanente, como si no existiera límite. Esto nos habla del poder que tenían. Los abusos cometidos llevaron al dictado de leyes que prohibieron este comercio, estableciéndose aduanas y controles fronterizos.
En los años 60, el presidente Frei expropia los campos de “La Explotadora” en Chile, que entran en inmediata decadencia. En 1971, el gobierno del Gral. Lanusse expropia los establecimientos en Argentina, adjudicando lotes a colonos seleccionados. Así se establecen argentinos en toda la zona fronteriza. Si bien considero que no se alcanzó el principal propósito de la colonización, que era el de conformar un núcleo poblacional en la zona, debido a la falta de control, por carencia de un plan director y por desavenencias entre los adjudicatarios, representó un avance en la tenencia de la tierra pública a manos de los nativos del país. No conozco otro caso de colonización por expropiación, en la provincia de Santa Cruz y tal vez en la patagonia en los últimos 80 años.
fuente: Patagoniadatabase
Testimonio de Alberto Bourguet
En la década del 50 me encontraba radicado en Río Gallegos y solía concurrir regularmente a la estancia “Verdadera Argentina”, propiedad de mi suegro Juan Emilio Riquez (“don juan”). La misma se ubica al sur del Lago Argentino y es limítrofe con Chile, en la zona del arroyo Zanja Honda.
Ésta fue poblada en 1925, ocupándola por ser lotes fiscales que utilizaba sin autorización ni derechos, la “Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego” (conocida en la zona como “La Explotadora”) a través de su establecimiento “Fuentes del Coyle”. Para llegar hasta la estancia “Verdadera Argentina”, debíamos recorrer los últimos 100 kms. por campos de “La Explotadora”. Recuerdo que atravesábamos hermosos campos, con abundante pasto y en primavera veíamos gran cantidad de corderos, producto de “pariciones” de más del 100%. ¡Claro! disponían de alrededor de 130.000 hectáreas, lo que permitía la rotación de los campos evitando sobrecargas y uso degradante.
Con mi cuñado, Eusebio F. Riquez que se encontraba en el campo, sosteníamos largas conversaciones en las que él me comentaba diversos aspectos de la zona, producto de su larga experiencia. Recorriendo el campo a caballo, caminando para ver riegos o simplemente sentados en la cumbre de algún cerrito, siempre surgía algún comentario o anécdota. “La Explotadora” era un comentario obligado por el origen de “Verdadera Argentina”, ya que este nombre se fundaba en el hecho de ser pobladores argentinos en medio de terrenos de esa sociedad de capitales chilenos y británicos, obtenidos por la concesión Grünbein y por la actuación de “palos blancos”. Un día de charla, se puso a sacar cuentas de la cantidad de animales que tenía “La Explotadora” en Argentina y Chile, tanto en la parte continental como en Tierra del Fuego; así, sumando estancia más estancia, llegó a la cantidad de 2.100.000 animales de esquila!
Ser administrador de una estancia de “La Explotadora” era un sueño para los pequeños propietarios. A más del reconocimiento social que disfrutaba y del reconocimiento del poder de la empresa que representaba, era un individuo que gozaba de una posición de privilegio en razón de la organización del establecimiento y la cantidad de personal que disponía, realmente, era casi un potentado. Lógicamente, había llegado a tal cargo luego de haber realizado una carrera dentro de “La Explotadora”, donde se habia iniciado como cadete.
“Fuentes del Coyle” contaba con servicio de telefonía entre sus secciones y puestos con el casco, manteniendo un enlace permanente entre ellos. también estaba enlazada con establecimientos de la firma, en Chile.
Hubo épocas, en especial hasta mediados de los años 20 del siglo pasado, en que no reconocían los límites nacionales, ya que tenían establecimientos propios a uno y otro lado de la frontera. “Fuentes del Coyle limitaba con “Cerro Castillo” y con “Cerro Guido”. entonces, de acuerdo a los precios de los productos primarios (lana – cuero – carne) se derivaban los mismos hacia uno y otro país. Cabe recordar, que el frigorífico “Puerto Bories” en Natales, fue instalado con este propósito. Otro ejemplo: la ropa para limpiar de la primera de las estancias citadas, se llevaba a lavar a Cº. Castillo. El tránsito entre los establecimientos era permanente, como si no existiera límite. Esto nos habla del poder que tenían. Los abusos cometidos llevaron al dictado de leyes que prohibieron este comercio, estableciéndose aduanas y controles fronterizos.
En los años 60, el presidente Frei expropia los campos de “La Explotadora” en Chile, que entran en inmediata decadencia. En 1971, el gobierno del Gral. Lanusse expropia los establecimientos en Argentina, adjudicando lotes a colonos seleccionados. Así se establecen argentinos en toda la zona fronteriza. Si bien considero que no se alcanzó el principal propósito de la colonización, que era el de conformar un núcleo poblacional en la zona, debido a la falta de control, por carencia de un plan director y por desavenencias entre los adjudicatarios, representó un avance en la tenencia de la tierra pública a manos de los nativos del país. No conozco otro caso de colonización por expropiación, en la provincia de Santa Cruz y tal vez en la patagonia en los últimos 80 años.
fuente: Patagoniadatabase
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