Otra Pequeña Historia
Hace unos días recibí una llamada inesperada. Sonia Ockerhausen me informaba que en el próximo aniversario del Club Deseado Juniors se iba a conmemorar el campeonato de fútbol obtenido por el club en el año 1964, dentro de la Liga de Fútbol Norte de la provincia de Santa Cruz. El llamado fue el detonante de una explosión de recuerdos en mi interior. Don Félix Maigan era entonces el presidente de la Comisión Directiva del club, en la cual yo me desempeñaba como pro-tesorero. Los recuerdos son muy pobres respecto al resto de la dirigencia. Apenas vienen a mi memoria las figuras de Lucho Pérez y Juan Carlos Blanco, dentro de los diez o doce miembros de la comisión. La ambición de Maigan era que el club participara del campeonato de la zona norte, pero para ello el equipo tenía que viajar cada dos semanas, en las ocasiones en que jugaba de visitante, a las localidades de Caleta Olivia o Pico Truncado. Eso no era tarea fácil, porque en la Municipalidad de entonces no existía ningún vehículo que pudiera parecerse a un ómnibus, de manera que el traslado sólo podía efectuarse con automóviles particulares.
Por entonces yo disponía de un automóvil Rambler color negro. Para los jóvenes de la actualidad, creo necesario aclarar que el Rambler era un coche mediano producido por la fábrica IKA, Industrias Kaiser Argentina, fábrica que luego fue absorbida por la Renault. Creo que no hace falta decir que, hace más de cuarenta años, los viajes eran mucho más complicados que en la actualidad. Los caminos eran totalmente de ripio, tanto para Caleta como para Truncado, y sobre todo en la época invernal, cuando esos caminos no eran repasados con frecuencia por las máquinas viales, el viaje constituía realmente una empresa riesgosa, con mayor razón teniendo en cuenta que había que ir y volver en el día. No obstante ello, todos los que contribuíamos con nuestros vehículos al traslado de los jugadores, lo hacíamos con el entusiasmo que nos contagiaba don Félix Maigan.
Pero el exceso de entusiasmo no es buen consejero y se corre el riesgo de incurrir en procedimientos antideportivos. Ese domingo el equipo tenía que jugar de visitante en Pico Truncado. El club de esa localidad, cuyo nombre lamentablemente no recuerdo, para celebrar el encuentro había organizado una pequeña reunión bailable para el sábado anterior al día del partido. Algunos allegados al club, incluyendo varios jugadores, aceptaron la invitación y viajaron a Truncado el sábado. El resto de la delegación lo hicimos el domingo a la mañana y al llegar a destino, dos o tres horas antes del comienzo del partido, nos encontramos con una novedad calamitosa para el desempeño de los jugadores: los que habían viajado el sábado habían estado en el baile hasta altas horas de la madrugada y en ese momento estaban más con ganas de dormir la siesta que de jugar al fútbol. Especialmente uno de ellos estaba literalmente convertido en un zombie. Yo llevaba en la guantera del auto unos comprimidos para ahuyentar el sueño que utilizaba ocasionalmente cuando tenía que conducir durante muchas horas. Sin comentarlo con nadie, para que ningún otro se viera comprometido, tomé un comprimido y se lo administré al jugador en cuestión. No recuerdo si jugó bien o mal, pero sé que por lo menos pudo terminar el partido. Creo que los más de cuarenta años transcurridos desde entonces me permiten hacer esta confesión.
El traslado del equipo no solamente se efectuaba con los vehículos de los integrantes de la Comisión Directiva, sino que también varios socios y allegados contribuían con sus propios automotores. Durante algunos años vivió en la localidad un inmigrante italiano, que seguramente los antiguos vecinos recordarán. Se llamaba Coco Sgrima. No se si estará bien escrito, pero así era como se pronunciaba. Este señor compró el primer vehículo de su vida aquí en Puerto Deseado. En esos años todavía circulaban bastantes automotores importados que habían entrado en la década del ’50, cuando en todos los puertos de Chubut y Santa Cruz se podía ingresar mercadería sin pago de impuestos. Coco pudo reunir el importe suficiente para adquirir una courier modelo 53, vehículo entonces bastante difundido, creo que de la marca Ford, que era algo así como una mezcla entre rural y furgón. Como flamante propietario de la unidad, se presentó en el club para ofrecer su colaboración en el transporte de jugadores, lo que fue inmediatamente aceptado. En el siguiente viaje a Caleta Olivia se unió a la caravana, llevando al arquero suplente y en la compañía de algunas otras personas. En el viaje de regreso, ya muy próximos a Deseado, aproximadamente frente a la entrada de la gruta de Lourdes, el automóvil se paró y no hubo forma de que siguiera andando. Le preguntaron si tenía nafta y respondió que había llenado el tanque al salir, de manera que siguieron buscando la causa hasta que, efectivamente, comprobaron que el vehículo estaba sin combustible. Interrogaron más a fondo a Coco y comprobaron que, por cierto, él había llenado el tanque al salir, pero al salir de Puerto Deseado hacia Caleta en el viaje de ida. Fue el comentario de la noche en la confitería del club.
Se acercaba el final del torneo y todo hacía presumir que el Juniors se consagraría campeón. Era el momento de empezar a preparar los festejos. Mientras el resto de la gente comenzó a programar distintos tipos de celebraciones, yo me propuse poner un pasacalle con la palabra CAMPEONES. Pero en esos años no existían todavía los pasacalles de tela que tanto proliferaron más adelante y que actualmente se suelen ver en abundancia, sobre todo en épocas de campañas políticas. Entonces le comuniqué mi propósito a Torresin y Juan se entusiasmó enseguida con la idea. Resolvió confeccionar letras en madera terciada, para lo cual puso a trabajar a los empleados de su taller, y una vez terminadas y pintadas, las unió por la parte de atrás con dos pasadas de soga plástica, del tipo de la que se usa para tender la ropa, una por la parte superior de las letras y otra por la parte inferior. Eran letras mayúsculas de importante tamaño, calculo que algo así como 40 o 50 cm. de alto cada una. Cuando llegó la noticia de que el Juniors ya era campeón, con la ayuda de algunos jóvenes extendimos el pasacalle cruzando de vereda a vereda la 12 de Octubre frente al salón del club. Fue una empresa arriesgada, porque recién después del último partido se confirmó el campeonato y el cartel hubo que prepararlo con anterioridad, de manera que se corría el riesgo de que fuera una pérdida inútil de material y trabajo.
Si escarbo un poco más en mis recuerdos, es posible que surjan otros episodios dignos de ser relatados, pero la tiranía del espacio no me permite extender más esta historia. Quizás con el correr del tiempo aparezca alguna otra oportunidad para continuar con las anécdotas. Será hasta entonces.
Raúl Eduardo Cevasco
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