domingo, 25 de abril de 2010

Cien años de los Rodríguez en Puerto Deseado








Homenajes
100 años de los Rodríguez en Deseado

Hace cien años, llegaba mi abuelo Federico Rodríguez, procedente de la ciudad de Marchena, provincia de Sevilla en España, a la Argentina… y, con él, muchos más europeos, ansiosos de paz, trabajo y, por qué no, la prosperidad tan adjudicada a estas tierras.

Pero... “qué osados”, “qué aventureros” o “qué desesperados de hallar un lugar en el mundo, que les permitiera desarrollarse”…

Y así fue. Ya en Buenos Aires, cuando en el Hotel de los Inmigrantes ofrecían trabajo, en sitios absolutamente extraños para los recién llegados, el abuelo Federico escuchó que necesitaban obreros para las variadas tareas que implicaba instalar el ferrocarril en Puerto Deseado. Por eso levantó la mano, en señal de aceptación, cuando pidieron carpinteros (y según contaba mi abuela Rosario, que había recibido este relato, él poco sabía del oficio, pero si hacía carpintería en España, como aficionado) hoy diríamos por hobby o algo así.

Lo cierto es que logró el empleo y en barco, junto a un grupo de hombres jóvenes y soñadores, más las herramientas y los materiales, hasta los galpones adonde vivirían, partieron hacia Deseado.

Cuando la abuela Rosario contaba esto, yo era chica, vivía en casa de ellos, que aún se conserva frente a la comisaría, en la calle Ameghino y se me ocurría preguntar: ¿y cómo era Deseado en ese época? Ella me contaba que llegó en 1911, porque el abuelo había vuelto a España a buscarlas y cuando regresaron, después de un viaje larguísimo en el vapor Balvanera hasta Buenos Aires, se embarcaron nuevamente hacia Deseado y traían a mi mamá que sólo tenía unos meses y se llamaba Dolores, pero todos conocieron por Lola.-

Ella decía: esto era “casi nada”, pero como varios hombres habían viajado con sus esposas, se ayudaban unas a otras y se consolaban de la lejanía respecto de sus familias, (mi abuela era huérfana, pero dejó muchos hermanos y mi abuelo tenía a toda su familia que se oponía a esta “aventura”).

También con gran paciencia, me explicaba cómo fueron instalándose y adecuándose al lugar. Con el tiempo, la familia se agrandó, porque nacieron en Deseado, cuatro hijos más: Manuel (Lolo), Antonio, Federico (Chico, para distinguirlo del padre) y Libertad, que aún vive en la casa mencionada.

Federico cambió varias veces su actividad: tuvo transportes y mueblería (es lo que recuerdo y de lo que hay fotos). No fue muy cuidadoso de su patrimonio y la última actividad que recuerdo, antes que enfermara fue la de conducir un auto de alquiler. También recuerdo los relatos, siempre a cargo de mi abuela o de mi mamá, acerca de las reuniones y fiestas que organizaban, similares a las de su tierra natal. De la preponderancia de la Sociedad Española, aunque cada colectividad tenía su agrupación y de los carnavales, para los que se preparaban con gran anticipación.

Los cinco hijos de Federico también se casaron en Deseado y a excepción de Antonio, que vivió mucho tiempo en Comodoro Rivadavia, todos tuvieron sus hijos ahí. Así se sumaron ocho nietos y veinticinco bisnietos.

Por distintos motivos, algunos debimos alejarnos de Deseado, pero siempre está vivo el deseo (aunque parezca redundancia) de volver. La necesidad de destacar este lugar como un apartado de belleza y misterio, en el fabuloso paisaje de la costa patagónica.

Para mí sigue vigente un misterio que me inquietó desde muy chica: ¿Cómo puede ser que Deseado los haya atrapado tanto a nuestros abuelos, que nunca volvieron a España?...

por su nieta María del Rosario Fava (Monte Grande, Bs. Aires)


Realmente es admirable el duro camino que decidieron emprender tantas personas en busca de una realización personal o colectiva. Muchos deseadenses tenemos un abuelo, un tío, algún pariente cercano nacido en tierras españolas. Es por esto que nos encontramos con una enorme influencia en nuestra cultura por parte de la cultura ibérica, el lenguaje, las costumbres, los gustos, las tradiciones, llevan sus entrañables huellas. Y este es el caso de nuestro abuelo:

El abuelo Federico:
Inmediatamente de su arribo a Deseado, ingresa como carpintero en la construcción de la estación del ferrocarril, oficio que desempeña por más de un año, luego se inscribe en el municipio como carrero, (llevando pasajeros y equipaje desde y hacia la estación ferroviaria y zona portuaria), motivo por el cual fue uno de los primeros taxistas de la localidad, tal como lo acredita su credencial extendida con el Nº 1. Luego se desempeña como comerciante y pone la empresa de mudanzas “La Favorita”, y se instala por muchos años con la mueblería en la calle Belgrano casi Ameghino, edificio de piedra que aún existe. Posteriormente continúa como taxista profesión a la que dedicó muchísimos años de su vida, en ese ínterin efectuó varios cambios de vehículos llegando a tener uno que perteneció a la embajada japonesa en Bs. Aires.-

Fueron muchos los antiguos vecinos deseadenses y viejos pobladores de la zona que conocieron a Federico, aquel andaluz de pura cepa, apodado “el gitano” y que aún hoy recuerdan por sus pillerías. Sus picardías y constante histrionismo sirvieron de inspiración para que un literato de aquel entonces dedicara en el año 1924, en la revista Ecos de Deseado el artículo titulado:

“Ojo clínico: el día de llegada o salida de tren o vapor, hay un hombre que domina la situación en el pueblo. El sabe mejor que las mismas autoridades, quienes llegan al puerto, y quienes se marchan, bastando su sola voluntad para que cualquier individuo dispuesto a partir se vea obligado a permanecer en la localidad. Este hombre que en dichos día se ve más visitado que un ministro, y en quien depositamos tanta confianza como podríamos hacerlo con el más correcto funcionario público, es Federico Rodríguez. Basta que se lo encarguemos a él para que nuestras cargas, encomiendas o equipajes sean recibidos o despachados como podría hacerlo el agente más experto. El lunes, nos entretuvimos en la estación contemplando la forma en que despachaba los equipajes y la rapidez con que lo hace. Sin preguntar nada a sus dueños, el sabe si los bultos deben ir en el furgón de encomiendas o en el coche y hasta parece adivinar dónde va a sentarse el pasajero para llevarle sus valijas hasta el mismo asiento. Fuera de toda duda que el hombre conoce a fondo la psicología del viajero. A una hermosa mujer, cosa bien rara le pareció que nada preguntase Federico, y sus bultos le llevara hasta el vagón de la primera clase; la viajera –jamona rubicunda- preguntóle después, como sabía que no viajaba en coche de segunda, siendo la primer vez que la veía?; y mirando goloso a la aludida, Rodríguez contestó de esta manera: -porque apenas la vía, noté enseguida que es usté una señora de primera!”.

En la actualidad la gran mayoría de sus descendientes residen en Deseado, otros se han afincado en Puerto San Julián y Caleta Olivia (Santa Cruz), Trelew y Comodoro Rivadavia (Chubut, Monte Grande (Bs. Aires,) Capital Federal, España y Rumania.


por su nieto Roberto Luis Rodríguez

Vehículo que perteneció a la embajada japonesa. Don Federico Rodríguez lo compra en el año 1934 utilizándolo como taxi local

Vehículo utilizado como taxi, en el año 1927 en Puerto Deseado, por Federico Rodríguez

Puerto Deseado, 1924. Doña Rosario, esposa de Federico, su hija Libertad y su amiga
doña Adela (mama de Andrés Gutiérrez) en su casa de la calle Ameghino

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